20 de marzo de 2023

EL FUTURO

 




El futuro me tiene harta. Creo que va a ser algo espectacular. Viajaremos en túneles de aire a presión y la distancia entre Madrid y Barcelona se acortará hasta llegar a viajar unos veinte minutos.

La luz vendrá del cielo, como siempre, pero ahora regulada, sin cables, con calor, sin color y gratis porque lo del cielo siempre ha sido gratis, y en el futuro más gratis aún.

La comida liofilizada y sin envases. El plástico se usará bajo prescripción facultativa y nos alimentaremos con vegetales creados en laboratorios protegidos a miles de metros bajo tierra, ya que las semillas han de estar perfectamente marcadas, la trazabilidad de los sembrados ha de ser controlada exhaustivamente y la seguridad primará sobre cualquier otro aspecto de la alimentación, que carecerá absolutamente de riesgos.

Nuestros coches sobran. No los necesitaremos con la abundancia de hoy, porque se están cerrando las ciudades para ellos, y los transportes públicos serán la bomba: silenciosos, gratuitos, puntuales, confortables, con asientos numerados, sin empujones, a ser posible al aire libre, y limpios.

Todo estará digitalizado. El papel habrá desaparecido de las oficinas, las nubes de información estarán llenas, seguras, nadie las atacará, no habrá robos de información reservada, la privacidad será el santo y seña de cualquier actuación administrativa, creativa o de simple entretenimiento.

El hambre seguirá, por supuesto. No dice nada el futuro de solucionarla. Siempre habrá ricos, pobres y hambrientos, pero todo estará controlado, contado, medido y limpio. Todo muy aseado y sabido por esos entes abstractos que se están configurando a nuestro alrededor, y que son manejados por cohetes que van y vienen del espacio sideral en el que depositan adminículos de difícil explicación, pero que al parecer son de una necesidad perentoria para predecir nuestro futuro y organizar nuestras vidas.

Vamos a vivir más de cien años. Espléndidos, como reyes de no se sabe dónde, porque nadie nos aguantará con tantas manías acumuladas, pero ya hay respuesta a ello: los robots que nos atenderán, subirán las escaleras por nosotros y cargarán con los recuerdos que nadie quiere memorizar a nuestro lado.

Las mascotas estarán educadas, no usarán las esquinas de las calles para desahogar la vejiga, no correrán sin control, no emitirán sonidos que puedan molestar al viandante, ni soltarán pelos en las alfombras. Genéticamente habrán sido modificados para ser queridos sin excesos y nunca abandonados porque nosotros pasaremos a ser los acompañados por ellos. En el futuro, las mascotas seremos nosotros.

Ciudades silenciosas, personas educadas, inteligencia artificial y emocional repartida por doquier, conocimientos acumulados a fuerza de bits, libros que se rebelan y no dejan que los leas si ellos no quieren, enseñanzas eliminadas por no ser científicas, aviones que vuelan a media altura y te dejan en la terraza del vecino, taxis que no son conducidos por nadie y te llevan a lugar seguro…

En esto se está trabajando sin cesar. Las energías de todos están dedicadas a ello de forma compulsiva, y no dejo de preguntarme ¿quién se ocupa del presente?.

Matilde Muro Castillo.

Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el 20 de marzo de 2023.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Estupendo como siempre. El dardo en la palabra. Un estilazo.

Anónimo dijo...

Se me olvidó firmar. El comentario anterior donde se habla de El Dardo en la Palabra, es de un servidor: tu amigo Joaquín Fdez. de Santaella

Anónimo dijo...

Gracias a raudales.

Anónimo dijo...

¡Gracias las que usté tiene!
JS.