Los Reyes Magos me han puesto en mi sitio. Han decidido que soy demasiado analógica, escribo con estilográfica, soy la mejor cliente de Correos Postal de mi pueblo, y llevo reloj con agujas. Uso discos de vinilo, atesoro casetes y bolígrafos Bic para reponer las heridas del magnetófono que tropieza de vez en cuando con tuercas que se aflojan, enredando la cinta donde guardo voces desaparecidas y músicas que nunca fueron populares. Veo televisión sólo en cinco canales porque mi cacharro tiene más de veinticinco años y no deja que me conecte a las plataformas.
Mantengo una buena relación con SS.MM. de Oriente y, conocedores de mis dificultades de adaptación al mundo en el que vivo, han tomado cartas en el asunto.
Me han instalado una televisión, sustituyendo la anterior, que he tenido que quitar cuadros de la pared y mesas de en medio porque no cabía. Eso sí, no hace falta que la toque, porque sólo con hablarle obedece mis órdenes. Veo lo que quiero sin tener que buscar entre más de los cuatro mil canales de los que ahora dispongo (no exagero, se lo aseguro, son más de cuatro mil). De momento sólo le pido de viva voz los cinco que conozco, hasta que dentro de unos años me haga con alguno más de los que el demonio de cacharro tiene en su nube, porque todo está en la nube, aunque viva yo en el pueblo con el cielo más bonito y despejado que nunca he conocido. De verdad que la cosa es espectacular. Los paisanos que transitan por el pantallón parece que van a darme la mano, y me las estoy prometiendo más que felices con los Juegos Olímpicos, de los que no tendré que sacar entradas, porque desde casa les pasaré toallitas y llenaré las cantimploras a los del Maratón.
Tengo la casa sembrada de aparatos de radio. Soy fanática del ruido musical por todas partes, si puede ser ópera o piano, mejor. En la cocina disponía de una radio con cable de tela, a la que tuve que cambiar el enchufe porque ardió, pero seguía funcionando. Tenía sus días. Había veces que no sonaba ni a golpes, otras, perdía el sentido, y la mayor parte de las veces un ruido ajeno a la programación invadía sus emisiones, pero es bonita y me había hecho a ella.
SS. MM. Me la han cambiado por una especie de caja negra de tacto amable, que no ocupa lugar y, de nuevo, atiende a mi voz sin poner pega alguna. Me tiene emocionada, porque el sonido del chisme es limpio, impecable y embriagador. Le pido lo que quiero y me paso el día oyendo la música que me embriaga, hasta el punto de desplazarme a la cocina a trabajar.
No sé si esto es modernidad, pero la verdad es que me ha hecho la vida más amable, porque veo y oigo las cosas de otra forma (física).
De cualquier modo, no voy a abandonar a Correos, menos aún a la estilográfica, seguiré poniendo vinilos y mis cintas de casete son intocables.
Poco a poco. Todo de repente no es bueno, pero gracias Majestades por pensar en mí. Es lo que más me ha gustado.
3 comentarios:
Cuánto me alegro Matilde! Me ha encantado leerte 😊😊
Victoria
Como siempre me gusta leer lo que escribes ,y ya ves amiga , estás nuevas técnicas nos están invadiendo pero nos gustan y son fáciles de usar 🌊
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