28 de mayo de 2024

AL MARGEN

 



Escribo esta columna fuera de España. He necesitado retirarme entre nubes para escapar del “y tú más” que mi casa propicia a todo el que se acerca peligrosamente a opinar.
   Me he traído a las afueras libros, música, un móvil que hace preciosas fotografías, de una calidad inenarrable, una guía del lugar que visito y muchas ganas de dormir.
    Como me hago mayor, tengo reservado y disfruto de un hotel estupendo. He huido de las penurias y de las aventuras que en su momento viví a la caza de cucarachas en habitaciones muy baratas de alojamientos foráneos. Mi habitación tiene vistas al mar, no tengo que vestirme y salir corriendo a desayunar, me reciben con sonrisas si deambulo en busca del ascensor, me cambian a todas horas las toallas y me dejan en la mesilla cuadernillos de muy pocas hojas con el anagrama del establecimiento y un lapicero diario, por si quiero seguir dibujando.
    No es fácil arrancar el hábito de la ocupación permanente, de sacudir sin mucho motivo las obligaciones que articulan lo cotidiano, pero según pasan los días, lo encuentro reconfortante. Lo necesitaba, y lo que más me está gustando es salir de casa a mejor. Es decir, no echar de menos mi cama, ni a los perros, ni el silencio, ni los atosigantes pájaros de mi jardín cuando despiertan. No echo nada de menos, estoy encantada de pasear por lugares desconocidos, entre personas que nunca había visto hasta ahora, de aspecto completamente diferente a los que me cruzo a diario, y que no se dan cuenta de que a mí tampoco me habían visto nunca. Me pasman las tiendas, que son todas iguales, pero me alucina que no me llamen para entrar. Paseo sin rumbo. No busco museos, ni bibliotecas, ni lugares de interés o restaurantes afamados. Como en la calle sin pensar en la posible diarrea, y acudo al hotel a seguir vagueando en medio de sábanas blanquísimas y estiradas como si hubiera hecho la cama un capitán general del ejército prusiano.
    Vuelvo y leo sin parar. Subrayo páginas, agoto los marcadores de colores, trato de memorizar lo que me emociona e incluso llego a retener palabras que nunca había visto antes escritas. Me voy a la calle de nuevo a sentarme en un banco a ver pasar personas.
    No tengo conocidos en este lugar. No voy a intentar llamar a nadie. No me comunico, ni quiero hacer esas fotos que me prometía con el teléfono. Nada. He apagado el teléfono y tampoco lo echo de menos. He metido el teléfono en la caja fuerte de la habitación. ¡Qué idea! Siempre me sentí pobre en esos hoteles en los que no tenía nada para guardar que fuera de importancia. Mira por dónde ahora el móvil es mi bien más preciado y lo he guardado en esa caja, que se puede llevar cualquiera debajo del brazo, pero que dicen que es segura. También me lo creo y ahí se queda.
    Nunca veo amanecer en ningún sitio porque considero que madrugar no es educado, pero cuando de nuevo salgo a la calle, me parece que todo brilla más que el día anterior. Todo me resulta nuevo y apasionante, porque es ajeno y no me responsabilizo de nada. 
    Por unos días estoy viviendo al margen, y ¡qué bien!

Matilde Muro Castillo

Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el 27 de mayo de 2024.



14 de mayo de 2024

HILOS DE ACERO

 


La paz genera progreso. El progreso se nota en la cultura, en la disminución del analfabetismo, en las empresas que se afrontan sin miedo, en que las ataduras empiezan a apretar menos, a que las personas gobernadas se enteran de lo que piensan los gobernantes y saben, con más o menos certeza, lo que puede ocurrir, siempre que no les engañen.
La alfabetización en España y la dotación de recursos intelectuales a la población no parece que esté bien vista. Es algo que los poderes fácticos empiezan a creer que se les está yendo de las manos, y conviene perturbar el ambiente desde abajo. Es más que necesario, al hilo de las redes sociales, tejer mallas imperceptibles de indefensión de los ciudadanos, que en cualquier momento se pueden ensanchar o estrechar, siempre a conveniencia de los que mandan, porque para eso mandan.
No se trata de modernizar a patadas, que también, no se trata de digitalizar sin conocimientos, que también, no se trata de eliminar cualquier referencia a las formas administrativas anteriores a esta fiebre oscurantista, que también. Se trata de mantener el poder a costa del ánimo del que se cree que sabe y al final resulta un inútil en medio del laberinto sin salida que se han transformado sus derechos, y en ningún caso sus obligaciones, que son más que claras y ejecutivas.
La laminación de recursos ante la administración si no has abierto el correo electrónico que entra por spam, o no entra porque no tienes ordenador y el vecino que te lo manejaba ha emigrado a Australia a cuidar canguros, o viene provisto de un aviso en rojo que te pone los pelos de punta porque dicen que es un engaño, supone la indefensión más absoluta ante el transcurso de los plazos administrativos ocultos y falta de posibilidad de recursos que ya no se escriben, sino que se mandan a la nube. Mientras tanto, la administración usa el boletín oficial del estado como ejecutor de demandas que se suponen conocidas porque han sido publicadas en el ente informático con el carnet de identidad en medio de listas de más de siete mil demandados, pero sin orden ni concierto.
Los pactos entre administraciones que se conchaban entre ellas para recaudar sin descanso, exigir devoluciones de prestaciones concedidas para ganar elecciones, arruinar a los más débiles porque no tienen fuerza en la defensa, o colocar en los puestos de atención al público a seres inertes, desconocedores de lo que manejan, impertérritos ante los argumentos válidos y maestros en el arte del “no puedo hacer nada, soy un simple mandado”, está abocando al miedo, y el miedo genera violencia.
Es verdad que las órdenes son muy claras, que los que dan la cara no hacen sino cumplirlas, pero la red que se está tejiendo de indefensión del ciudadano ante la administración, a la que paga generosamente, es alarmante. 
No se acaban las citas previas, no se aclara nada de nada, los usuarios son personas molestas, los certificados de certificar lo que previamente se ha certificado para que la certificación resulte válida, es de los hermanos Marx, y las condiciones para muchos, pero muchos, son la ruina, la tristeza y el desamparo.
Con hilos de acero se tejieron redes que acabaron con muchas especies animales, y ahora las echamos de menos. Por favor, usen la razón y no el bolsillo. Aflojen la red, porque si los que mandan caen en ella, tampoco sabrán salir.

Matilde Muro Castillo.

Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el 13 de mayo de 2024.