24 de junio de 2024

LOS PLAZOS

 






He leído recientemente que se ha puesto en marcha la ejecución de un proyecto después de veinte años de tramitación. Un proyecto encaminado a mejorar la vida de las personas, a permitir que dos poblaciones se comuniquen casi andando, cuando ahora deben hacerlo con medios mecánicos y más de cincuenta kilómetros de distancia.
Ahora se pone en marcha, lo que imagino que va a retrasar en otros tantos el corte de la cinta, por lo que muchos de los vecinos jamás lo verán hecho realidad, además de los que se maten en la carretera, o mueran en las ambulancias, o no lleguen a tiempo al hospital.
Los plazos son los plazos, argumentan los detentores de la voluntad popular, y se escudan en que no firman porque no se fían de nadie, y que sus antecesores, vete tú a saber dónde dejaron colocadas las minas para que explotaran por si a ellos se les ocurría pisar aquel campo. Los plazos son los plazos, es el mantra que se tatúan en el pensamiento, y descansan mientras los ciudadanos siguen pico y pala pagando sus inseguridades y esperando a que las cosas que dependen de firmas se agilicen.
Cuando leo en las publicaciones oficiales la propuesta de ayudas, subvenciones, colaboraciones o conciertos de todo tipo, para los que hay que contratar a asesores financieros y contables si quieres rellenar la solicitud, pienso en esas pobres gentes que confían y creen que no tienen que anticipar lo que piden y mucho más, porque las ayudas llegarán, o no, pero el gasto hay que hacerlo. Si en medio de los plazos cambian las condiciones, no tienen inconveniente en declarar retroactivas las premisas de concesión y caen esos pobres pedigüeños en faltas que les cuestan multas inmediatas o devoluciones exprés de lo no percibido. Los plazos son así.
Entra una ley en el Congreso de los Diputados. Todos los que presentan la propuesta aplauden y se emocionan por demostrar que han conseguido cientos de miles de firmas para acreditar la necesidad de la ley y, esperanzados, aguardan las sucesivas reuniones de las múltiples comisiones que se constituyen para dar paso al clamor popular. Esperan y esperan. Los enfermos mueren porque sus plazos no coinciden con los de los burócratas y sus intenciones de destinar los fondos de los impuestos a medidas de sanación, no coinciden con las necesidades electorales. El argumento de los plazos es el que funciona, y la calidad de vida pasa a un segundo lugar.
Hay hambre en las clases medias españolas. Dicen las encuestas que un porcentaje elevadísimo de niños no tiene medios para desarrollarse en condiciones, y se argumenta que hay ayudas, pero no llegan. Los plazos de las solicitudes se consumen sin resolución. Los cursos académicos pasan y pasan. Los niños crecen mal y aprenden poco y luego nos insultan en las encuestas de formación porque España no despega. Los plazos. Las ayudas no se han resuelto, los dineros no se han repartido, los niños no comen bien, las clases extraescolares están vacías, la salud se deteriora y no se puede estudiar.
La vida es una sucesión de plazos y se acaban. Llega la muerte y no tiene solución, porque es la única certeza sin plazos.

Matilde Muro Castillo.

Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el 24 de junio de 2024.




12 de junio de 2024

CANSINOS

 


En España se nos va de las manos casi todo. La publicidad es una de esas cosas que agota porque no te deja pensar. Ha sembrado desconfianza en los espectadores y abruma su presencia entre nosotros, además de encarecer de forma exponencial y escandalosa los productos.

He dejado de ver programas en televisión, que antes seguía sin saber por qué, ya que no entiendo nada de lo que explican (los de fantasmas y elucubraciones mágicas), por razón de la publicidad que, además de desconectarme del guión preconcebido, no sé si es real o fantasía lo que explican o lo que interrumpe el discurso de los presentadores que se las ven y desean para intentar captarme la atención.

El empeño en que cambiemos de coche con unos precios según ellos asequibles, que no se sabe qué cuestan ni los problemas que acarrean si no obedecen a las pretensiones de los ideólogos del cambio climático, es acosador. Coches que van y vienen por paisajes inexistentes y con maniobras suicidas a precios escondidos en la letra pequeña que nadie alcanza a leer, y decepciona cuando se trata de acceder a ellos.

Los maquillajes que rejuvenecen con una simple aplicación de muestra y que son extraordinariamente necesarios para el devenir de la vida femenina, nunca masculina, provocan rechazo. No hay medio de evitar la edad, por mucho que se empeñen, y menos aún corregir el paso del tiempo con toda la dignidad. Esos anuncios me resultan insultantes y no deberían estar permitidos.

Las recomendaciones alimentarias están en manos de cadenas de comida rápida, que dicen los especialistas que son las que provocan la obesidad, la enfermedad y en ocasiones la muerte. Siguen siendo las más pesadas y rechazables por mentirosas, absurdas y poco imaginativas.

He encontrado una solución a este enorme problema de interrupciones de minutos y minutos sin interés. Siempre tengo un libro al lado. Si es posible, de cuentos y relatos cortos o resúmenes de artículos de prensa. En el momento en el que empieza la sordina absurda de autobombo de la cadena en cuestión, la sucesión de mujeres con varices, medicamentos sin receta, materiales de limpieza que usamos sólo las mujeres, champús que hacen crecer el pelo, tiritas que quitan el dolor de los zapatos de tacón o turrones y perfumes, quito el ruido, cojo el libro y leo con verdadero placer a Max Aub y sus feroces Crímenes ejemplares, Rosa Montero y su precioso Cuentos verdaderos, el sorprendente libro de toros de Rafael Sánchez Ferlosio Interludio taurino … y un montón más, pero una verdadera cantidad de libros de poesía, ensayo y hasta novela que exige más atención, hasta el punto de abandonar la televisión, olvidarla porque no tiene sonido, y darme cuenta de que los sucesivos periodos de anuncios insoportables no cesan. 

He optado por apagarla porque no puedo soportar nada de lo que veo, que siempre es un relato continuo de noticias espantosas y provocaciones inasumibles. Ahora he vuelto a los reportajes que hacen otros con aspecto de documental verdadero, pero sin adobar de la publicidad que me atosiga y aburre. Me he pasado a la lectura sin interrupciones y el desmadre publicitario me ha ayudado.

Matilde Muro Castillo.

Artículo publicado en diario HOY de Badajoz el 10 de junio de 2024.