8 de agosto de 2024

LA INTELIGENCIA

 


Ando a golpes con los conceptos de inteligencia artificial. Se me ocurren las cosas más peregrinas para encargarlas como por arte de magia a ese pozo infinito del saber, que parece que es de lo que se trata, manejado por pérfidos maleantes que buscan sólo el fin del mundo (sin ellos dentro, pero sin decir dónde van a parar).
Es muy posible que escribiendo estas líneas me meta en un lío fenomenal, porque no sé nada de este nuevo hallazgo y lo más seguro es que, si alguien me lee, piense para sí mismo que los que llenamos las páginas de los medios nos dedicamos a eso: a llenar páginas sin más, sin razonamiento alguno, y sin conocimiento de lo que nos atrevemos a opinar o a expresar saberes que no poseemos.
He intentado manejar un programa de esos de creación con el que le das una pista y se lanza como loco a contarte cosas, pero no me sirve. El trabajo de limpieza de esa creación no natural es muy grande. Las imprecisiones son terribles, y las confusiones demasiadas como para que pasen desapercibidas. Ese pozo infinito del saber tiene lío. Como el nivel de conocimientos y cultura de los habitantes medios de este planeta no es muy elevado, a la mayoría nos puede servir. Desde luego me ha impresionado cuando, en medio del vacío más absoluto ante la necesidad de afrontar el tema del que les estoy escribiendo, me sugirió que lo hiciera sobre ese mismo método que estaba empleando, y me pareció una presunción, pero lo acepté como reto, apagué el programa y aquí estoy con mis medios y la cabeza loca.
Cuando Alfred Nobel descubrió la dinamita, se aterrorizó ante el uso que empezaba a darse del explosivo por parte de los que lo manejaban, pero no por el invento en sí, que alargó con su uso racional la vida de los trabajadores, ayudó a construir edificios para millones de personas, ayudó en la minería, y aunque se le tachó de “mercader de la muerte”, su intención nunca fue la de matar, sino corregir los efectos de la nitroglicerina líquida que había matado a su hermano pequeño. 
Se me ha ocurrido pensar que este nuevo invento de la inteligencia artificial, que ha generado tanta controversia por la peligrosidad que, se supone, puede generar en el mundo creativo y, sobre todo, en la credibilidad de la realidad que nos circunda manejada por los medios de comunicación y sobre todo por los gobiernos enfrentados a muerte unos con otros, tiene que ser administrado con el mismo cuidado que la dinamita. Sabemos de qué se trata, de la peligrosidad que dicen que supone y de las fuentes de las que se alimenta. El aspecto con el que se presentan los resultados de esta herramienta es burdo de momento. Sí es verdad que compone canciones sin partituras previas, crea personajes que hasta su primera aparición nunca existieron, elabora textos con un simple mandato, se inventa noticias creíbles y propaga falsedades sin empacho, pero no hemos de olvidar que todo esto sale de las fuentes de conocimiento que previamente hemos alimentado entre todos los que nunca pudimos imaginar que con sólo apretar una tecla desnudábamos el alma y regalábamos botecitos de nitroglicerina líquida que, con un pequeño movimiento sin control, nos explota y se lleva la mano que lo sujetaba.
El control es sólo nuestro en origen. No echemos la culpa a nadie. Pensemos qué regalamos y a quién.

Matilde Muro Castillo.

Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el 5 de agosto de 2024.




1 comentario:

Anónimo dijo...

Como amigo y seguidor de tus andanzas por el mundo que bien conoces, te aconsejo no te sumergas en las profundidades de la inteligencia artificial, te hará mucho daño.
Sigue con los libros y tu pasión por ellos y siempre te recordaremos.