A muchos de los que me lean no les gustan nada los negros, las personas negras que ocupan la mayor parte del mundo. Tampoco les gustan los de color trigueño, ni los chinos, ni los japoneses, ni los oriundos de Australia, ni nadie que sea diferente a los seres humanos blancos, rubios, de ojos azules y de tez blanquita.
Lo más sensato para su supervivencia sería que se fueran acostumbrando a ver las calles llenas de colores, de personas guapas, estupendas, atléticas, jóvenes y con ganas de reír y de entregar su juventud a nuestro servicio.
Los inmigrantes que llegan a España por tierra, mar y aire son nuestro futuro. Nosotros nos hemos apalominado, nos hemos dormido creyendo que somos superiores a otros, y pensando que sin color la vida la manejábamos con soltura. Pues no. Cerramos escuelas, negocios, abandonamos campos, dejamos a los ancianos morir solos en sus pueblos, no hay trabajadores para fabricar submarinos, no hay personas que nos barran las calles, ni cirujanos, oncólogos, dermatólogos, internistas, oculistas… en los hospitales. No hay nadie en la policía, necesitamos pescadores en el mar, mineros, cocineros, camareros, vendedores de seguros puerta a puerta, mecánicos, informáticos, fabricantes de galletas y distribuidores de pañales. Todo eso que necesitamos lo tenemos encerrado en los centros de acogida de España, mal alimentados, sin formación, sin acreditaciones para poder andar por la calle, sin preguntarles siquiera qué saben o quieren hacer.
Las escuelas que se cierran se podrían mantener abiertas con esos menores detenidos como delincuentes por ser valientes. Los abuelos que se quedan solos se encargarían de darles de comer, de enseñarles a vivir, de decirles que estudien para tener un futuro. Los pueblos tendrían a gente caminando por la calle y los vecinos se resistirían a su presencia hasta que descubran que son iguales, que no existen las razas en la humanidad, que sólo el color de piel nos diferencia.
¿Qué estamos haciendo? ¿Estamos locos? ¿Hasta dónde puede llegar nuestra estupidez? ¿Cómo es posible que mantengamos esa enorme fuente de vida presa y provocándoles la violencia que genera el hambre, la incomprensión y la soledad?
Ya sé que los que mandan dicen que todo es más complicado de lo que el corazón dicta, que poner en práctica medidas sensatas se transforma en “efecto llamada” y, ¿es tan malo llamar a quien quiera trabajar para que lo haga? ¿Es tan malo recibir a quien huye de la guerra, las violaciones, la humillación y la miseria? Claro que el problema es el color de los que vienen. No nos acostumbramos a la mezcla. Nos creemos lo que nos cuentan y no intentamos vivir con ellos, que son lo mejor que nos podría pasar a esta sociedad aburrida, engreída, exigente, maleducada y sin principios que estamos alimentando. Son listos, supervivientes, capaces de dejarse la vida por sus familias, a las que abandonan para mejorarlas con su esfuerzo, sonríen sin cesar, no conocen la tristeza cuando llegan a tierra firme y sólo piden que los quieras.
Tenemos medios, espacios, trabajo a paletadas, campos para trabajar, fábricas que mantener y necesidad de personas que nos cambien la tristeza por generosidad sin límites.
Se tienen que acostumbrar. El futuro va a ser de colores.
Matilde Muro Castillo.
Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el día 10 de septiembre de 2024.
8 comentarios:
Ojalá todo el mundo asumiera que nuestro mundo debe ser de colores!!!!
Tan bonito como complicado, Matilde
en este país tan cargado de odio y tan desquiciado..!!
Magnífico
Me gustaría que 👏👏👏👏👏estos aplausos se oyeran hasta quedar sordos a todo el mundo … EL MUNDO ES FE COLORES . Y ese mundo de colores se volvería humano y lleno de amor . Peto creo que no lo verán mis ojos . Acabo de leer que acaba de comenzar un bombardeo y se puede ver en directo en la TV . !!! Así no vamos a ninguna parte
A mí me gusta un mundo de colores pero no me gusta ver musulmanas tapadas sus caras y me da miedo que un día sean más e impongan sus normas
Como mujer el color de los musulmanes no me gusta
Bravoooooooooo
Lore
Lore
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