LA ALDABA
el comecocos de todos los días
29 de junio de 2025
EL PASO DEL TIEMPO
10 de junio de 2025
ESTRUCTURAL
26 de mayo de 2025
GOYA EN BADAJOZ
12 de mayo de 2025
LOS LIBROS
Matilde Muro Castillo.
Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el 12 de mayo de 2025.
5 de mayo de 2025
MI PROFESORA
Hoy cumple noventa años mi profesora. Esa persona que de repente aparece en tu vida para hacerla mejor, para hacerte algo que ni tú mismo sabes de qué se trata, pero que no tiene nada malo. Todo lo recuerdas de sus enseñanzas es bueno, aprovechable, divertido, inolvidable, emocionante de compartir e insustituible.
Mi profesora ha sido, en todos los aspectos de mi vida de estudiante, y luego de enredadora, María Jesús Berlana Fernández. Me enseñó lo importante que es la literatura para reconducir la imaginación, lo imprescindible del cine para aprender de otros mundos en movimiento, atesorar los diálogos y repetir las réplicas y contrarréplicas de “Lo que el viento se llevó”, que ella recibía en cartas escritas por su hermano a un convento en Estados Unidos, donde aprendió de la libertad que decidió disfrutar y enseñar a disfrutar a sus alumnos con posterioridad, sin ataduras que no fueran la rectitud, el respeto a los demás, el conocimiento y la diversión en todo.
Me enseñó a jugar a las cartas, en una timba en su casa, de la que me reservo los integrantes.
Me enseñó a conocer Londres. Viajamos juntas y ella lo conocía por las películas (de nuevo el cine), y caminamos por la ciudad en aquel aniversario de la reina Isabel (me parece que era el veinticinco), como si viviéramos allí, porque ella tenía memorizadas las calles, tiendas y restaurantes como si fuera un taxista londinense.
Viajamos por España también, y disfrutamos de los tesoros escondidos, se explayaba en el amor al arte, porque tiene profundos conocimientos de la historia y lee sin cesar para prender y seguir enseñando (ahora dice que enseña para adentro).
Me dejó durante tres años que diera una clase de las suyas en el colegio en el que yo había estudiado, para que viera cómo se sufre enseñando, y que es verdad que cuando llega junio, casi todos los profesores están roncos, agotados y con ganas de llorar de cansancio infinito. Me dejó aprender sin molestarme, sin acosarme, sin decirme nada que no fuera útil.
Fue amiga de mi familia. Una más en las meriendas que de vez en cuando mi madre organizaba en casa con amigos comunes y nos inundaba con dulces que mi madre elaboraba, todos alabábamos y nadie éramos capaces de reproducir. Conversaba con mi padre de los temas más peregrinos y se divertía sin parar.
Al pasar los años yo me he alejado. Ella sigue ahí sin dejarme. Lee mis columnas, me pone mensajes, y yo le prometo una y otra vez que voy a verla, que me pasaré con ella lo que sea necesario, que le llevaré dulces o lo que se me ocurra, pero nunca lo cumplo. No he salido lo fiel que ella es y merece. No me he comportado con ella como debiera, y por eso esta columna a destiempo en mi cadencia en el periódico, el día de su cumpleaños, para decirle lo importante que ha sido en mi vida, y que sigue siéndolo, porque está a mi lado, y aunque me diga que ha vivido demasiado, nunca será lo suficiente para los que tanto te debemos María Jesús, y tanto te queremos.
Felicidades cumpleañera.
Matilde Muro Castillo.
Artículo publicado en e diario HOY de Badajoz el día 5 de mayo de 2025.
29 de abril de 2025
MI PAISAJE
He ido al mar a comprobar si sigue tan cansino, ola tras ola, sin dejar de hacer ruido, con una humedad imposible de aguantar y con un hambre voraz por destruir todo lo que se pone a su paso. Sigue igual. Es incombustible. Es una pesadilla que se limita a invadir playas, arañar rocas inmensas y hundir barcos cuando se creen que pueden con él.
Esta es mi visión de ese espacio inmenso que genera emociones incontenibles, que arrastra multitudes que se agolpan en un chiringuito para aplaudir cuando se pone el sol a diario, desata la imaginación de creadores de novelas, músicas, modas e ingenios generadores de energía. Millones de personas se agolpan en sus bordes para pasar días infernales, codo con codo, y sin intimidad para descansar. Las playas son repuestas artificialmente cuando se enfurece y se lleva la arena vaya usted a saber dónde, y el negocio crece cada vez más cerca de sus fauces que, sin piedad, se lo lleva en una bocanada. A pesar de todo estas evidencias, el mar embruja a muchas personas. Encuentran en él motivos de enamoramiento, de caminata diaria, de su razón de existir porque dicen que son su presencia se sienten mal, de inversión para la vejez comprando apartamentos que se llenan de moho en invierno y el descanso lo dedican a limpiar. Es fuente de alimentación, pero ahí no entro porque me gusta el pescado y el trabajo que el mar proporciona a los pescadores no puede ser más duro y hermoso al tiempo, pero ese mar que he ido a ver, me decepciona.
Volví conduciendo por carreteras de interior y cuanto más me adentraba en la tierra firme, en los bosques de encinas y alcornoques, en las inmensas praderas que ahora están de un verde agobiante, regadas por riachuelos repentinos después de un invierno glorioso, riachuelos que pasan bajo puentes que nunca se sabía por qué ni para qué estaban ahí y tenían pinta de seculares, empecé a tranquilizarme. Paré a coger flores de la cuneta, me di una vuelta entre manzanillas en flor, chaparros, madroños florecidos, encinas con hojas nuevas, setas imposibles de clasificar, hierbabuena, piedras brillantes, caminos descarnados por el agua, y escuché el silencio.
Este es mi paisaje. Esta es mi vida de verdad. No necesito nada más que el silencio, que la hierba crezca sin ruido, que el agua no se precipite porque la tierra siempre la necesita, que los animales encuentren refugio y no se asomen a mirar. Necesito estos paisajes serenos, que cambian de color en horas porque el sol arrasa con todo, pero vuelve a crecer por su cuenta.
Cuando me he acercado a la medio civilización en la que vivo, estaba más tranquila. Se me había pasado el desasosiego del mar y, aunque sé que vienen días duros de calor, de tardes interminables de sesteo y quejas porque deja de llover, este paisaje del que disfrutamos los que aquí vivimos no tiene explicación posible. Hay que olerlo, caminar por él, dejarse perder entre veredas y ver sin aplausos cómo el sol sale a diario y se pone detrás de las torres que lo vigilan.
Matilde Muro Castillo
Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el día 28 de abril de 2025.
14 de abril de 2025
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