18 de abril de 2023

LOS LIBROS

 


Estamos a una semana de la celebración del día del libro, y como ese día exactamente no me toca aparecer en estas páginas, me adelanto y acaparo la conmemoración de lo que más me gusta en la vida (hay otras cosas que me gustan, pero no tienen cabida en esta conversación).

Desde muy joven he acaparado todo tipo de publicaciones. La letra impresa me ha emocionado porque me dejaba viajar sin moverme (soy poco atlética), y además me enseñaba cosas que no estaban a mi alcance de aprendizaje de otra manera que no fuera leyendo.

La curiosidad enfermiza que me invade acerca de todo lo que me rodea y no acabo de comprender, me impulsa a tener siempre libros que me puedan explicar qué es lo que ocurre y no entiendo, porque en los libros siempre he encontrado las soluciones a las dudas, las ideas que se me tenían que haber ocurrido a mí y no al autor de la obra, la generosidad del escritor que me cuenta cosas de su vida que yo nunca hubiera plasmado en un papel, y la sabiduría del profesor que, lejos de pretender otra cosa que no fuera el enseñar, descubre las fórmulas, los hallazgos y las investigaciones más profundas en un libro, sabiendo que es el objeto más duradero de la historia de la humanidad, que lo escrito, escrito está, y que lo que ahí figure siempre será motivo de admiración, crítica, o carcajada del enemigo, siempre alerta ante los errores del contrincante.

Pasan por mis manos muchos libros. Me siguen enamorando. El tacto de las publicaciones, el olor de la tinta cuando acaba de salir de la imprenta, el olor del papel cuando ha pasado el tiempo por ellos, las calidades de las encuadernaciones, si son dóciles o no para disfrutarlos, la tipografía, la generosidad de los editores con márgenes amplios en los que pueda anotar, el cuidado de las ediciones donde todo se explique: cómo ha nacido, cómo se llama el papel, quién lo ha diseñado, la tirada, el colofón, el color de las guardas… tantas cosas me siguen emocionando que es un mundo al que me gustaría saber incitar a todo el que me rodea a que participe de él, porque el disfrute es inmenso y las cosas buenas lo son el doble si se comparten.

Mi biblioteca es un revoltillo de espacios que hay que rellenar como sea. Está repartida por toda la casa, porque no es posible limitar la abundancia a una estancia. Necesito los libros a mi alrededor y los hay por todas partes. ¿Qué colecciono? Libros de todo tipo, recortes de prensa, revistas que no se pueden tirar y hasta las etiquetas de la fruta pegaditas en cuadernos de la cocina, donde alternan con recetas que cojo al vuelo y que nunca pongo en práctica, porque si guiso y leo, la comida se me quema.

Los libros son el asidero de la vida, los sueños cumplidos, la aventura realizada, la suerte que llega, la tragedia que se llora, el recuerdo que nunca se borra, la sabiduría que sosiega y el perfume del alma. 

Siempre merecen la pena.

Matilde Muro Castillo.

Artículo publicado en el diario HOY  de Badajoz el 17 de abril de 2023.



4 de abril de 2023

VIAJAR

 

Se ha desatado la locura hace unos días, y los lugares acusados de estar despoblados se llenan sin control. El silencio se termina, el pan también y no se puede tomar café donde todos los días, porque no hay mesas, ni camareros, ni suficiente agua para alimentar las cafeteras a presión.

No importa. La razón económica de las cosas lo mueve todo. Los bolsillos se llenan con el dinero de los que los vacían haciendo un acto de contrición, porque no les va a volver a pasar que les cojan desprevenidos y los encierren en casa durante meses sin haber conocido el paisaje con el que soñaban, el sonido de las campanas, las cigüeñas al natural o la playa cuando hace frío y saben que van a ponerse enfermos, pero lo harán fuera de casa.

Lo malo de este viaje es no estar dispuestos a modificar las costumbres cotidianas. A no entender que hay lugares sin semáforos, sitios donde una valla metálica corta las calles sin previo aviso y no pasa nada, parajes a los que no se puede acceder porque no hay información de la ruta, destinos en los que está mal visto tocar el claxon sin piedad porque su coche se ahoga por la lentitud, o porque el que va delante se ha encontrado con su hermana, para y le da la lista de la compra que no entiende y tiene que leérsela por la ventanilla, mientras el viajero del todoterreno pita y pita para que la vida se siga moviendo al ritmo que él mismo trata de exportar.

Hay que viajar, hay que salir, hay que contemplar cosas distintas para saber cómo cambiar las propias si lo observado es mejor, para hacerse más culto, más abierto y más transigente. Hay que salir del cascarón que es nuestro propio hogar, hay que abandonar de vez en cuando lo que se transforma en rutina para contemplar fenómenos naturales que desconocemos por falta de experiencia, ver animales que no sabíamos que existían y comprobar que la especie humana es la misma en todas partes, tan hermosa, miserable, simpática y odiosa como ese ser que al levantarse por la mañana se ve reflejado en el espejo. Hay que viajar. Es alimento del espíritu y necesario para oxigenar el cerebro. Hay que abandonar lo conocido para sentirse valiente, fuerte frente a las adversidades, dispuesto a sufrir incomodidades y evitar que el recuerdo posterior sea lo difícil lo único que atesore. Necesitamos el viaje para vivir luego en silencio, leer sobre lo contemplado y sacar conclusiones de lo que hay más allá del entorno confortable en el que nos movemos, acaso con la pretensión de cambiar para bien lo que nos ha resultado incómodo.

Si no podemos viajar, porque no es el momento y todo se nos va de las manos, como está ocurriendo ahora, no importa. Mantengamos la actitud viajera y pensemos en lo que escribió Marguerite Yourcenar: “la ventaja de la inmovilidad en un punto del mundo, mirando rotar las estaciones desde ese mismo punto, se viaja siempre, se viaja con la tierra”.

Si no han encontrado alojamiento, si no pueden viajar esta semana, mantengan la actitud y desplácense por el universo. Es muy grande y no hay tanto ruido.

Matilde Muro Castillo.


Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el 3 de abril de 2023.