24 de enero de 2023

INDEFENSIÓN




Hay días en los que resulta complicado afrontar las circunstancias con las que nos piden continuar hacia adelante.
No voy a entrar en la demoledora situación sanitaria en la que la Covid 19 nos ha sumido, ni la capacidad de la administración sanitaria para disolver como un azucarillo la asistencia a la salud de los ciudadanos, ni la ocultación de datos de fallecidos, listas de esperas y abandonos de los enfermos a consecuencia de medidas de urgencia que se alargan en el tiempo sin justificación aparente, mientras lo que se dice es que todo ha pasado porque las medidas adoptadas han sido lo mejor de lo mejor y… todo sigue hundido y cerrado.
El trabajo desde lejos ha cerrado la administración. Los ciudadanos nos hemos quedado sin lugares a los que recurrir, mientras que la maquinaria de la casa de todos sigue como si nada pasara, las multas llegan sin cesar y no hay donde pedir explicaciones si no dispones de certificados digitales para los que hay que pedir citas que se demoran lo suficiente como para que la multa no pueda recurrirse, los impuestos se multiplican por cantidades memorables y las tasas y cargos afloran por doquier sin explicación alguna, o sin posibilidad de encontrarla porque no dispones del certificado correspondiente.
Se solicitan ayudas que dicen que van a salvar la miseria en la que nos sumimos, y pasan más de dos años para percibirlas, suponiendo que no sea el silencio más clamoroso lo que nos encierra en nosotros mismos, porque no hay forma alguna de encontrar explicación a las demoras.
Se cierran oficinas imprescindibles para la convivencia ciudadana (Seguridad Social en Valencia de Alcántara (Cáceres) por ejemplo) y nos quedamos tan tranquilos, porque que la población envejezca se considera natural y si se mueren solos, es ley de vida para los que se quejan mensualmente del importe descabellado de las pensiones. 
Intentar entrar en ciudades de más de cincuenta mil habitantes con un coche de 2005 es motivo de pena pecuniaria, y se obliga a las personas que conducen esos coches (que suelen ser personas mayores con dificultades de movilidad propias de la edad) a que aparquen a las afueras de esas ciudades y echen a andar hasta dar con el transporte público inexistente que los traslade a lugares céntricos. También se pueden comprar un coche nuevo, pero resulta que no disponen de las condiciones económicas suficientes, ni de seguridad en la longitud de la vida que las compañías exigen para conceder un préstamo, con lo que hay que quedarse en casa y dejar de salir, porque ir a la ciudad es imposible ya que no hay transporte público, no funcionan los autocares, no existe el tren y lo del avión … hay que saber volar para cogerlo.
Si alguien de la familia hace un regalo de un determinado importe, hay que comunicarlo a la hacienda pública para que se lance sobre él con ánimo recaudatorio. Si te toca la lotería, date por muerto frente a los sueños que quedan ahogados en el destape de la botella de sidra … Es un panorama desolador, y nada exagerado. Indefensos ante la sinrazón y el mundo virtual en el que nadie da la cara.

Matilde Muro Castillo.

Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el 23 de enero de 2023.


 

9 de enero de 2023

SEGUIR

 


El día ha amanecido con una niebla espesa. Mi perra, que es la que cuida la casa desde todos los rincones, ha hecho lo de siempre: se ha subido a lo más alto del jardín, se ha colocado al borde de la escalera y, sentada, ha contemplado no se sabe qué porque nada se veía, pero en esa postura ha permanecido los quince minutos que cada día dedica a vigilar el horizonte que, en este caso, había desaparecido al menos para mí.

Ha bajado empapada de rocío, se ha refugiado en el brasero y hasta el sobresalto proporcionado por un petardo a destiempo, ha permanecido en ese duermevela de alerta que la caracteriza.

He creído que estaba perdiendo la cabeza, pero dándole vueltas creo que tiene razón. Uno no debe perder el oremus porque haya niebla, ni porque la lejanía desaparezca, ni porque el horizonte ya no exista. Las cosas están marcadas en el devenir cotidiano y poco más allá. Los momentos de soledad, la necesidad de ocupar un sitio que creemos nuestro, disfrutar de silencios imprevistos o sobresaltarnos con estridencias invasoras, nos permite seguir sin darnos cuenta, sin grandes cambios a nuestro alrededor y sin creer que la luz se apaga sola cuando salimos de la estancia que alberga a otros.

Mi perra es lista y mira como si me entendiera cuando hablo en voz alta, y si mi madre viviera me advertiría de que debo guardar silencio con comentarios poco afortunados si ella está delante, porque nunca se sabe cuándo va a arrancar a hablar, ni qué guarda en la memoria; pero es verdad que si cambio las tornas y soy yo la que la observa, me enseña sin cesar a seguir, a hacer lo que es más conveniente sin mucho lío y que, cuando el viento arrecia, lo mejor es buscar refugio al lado de los que saben, de los árboles fuertes, de los que no se caen y los que conocen cómo giran las veletas de la vida, arte que no muchos poseen y que, menos aún, comparten con generosidad.

Ella aparenta desobediencia, independencia y amor por la soledad, pero en realidad se reafirma en sus instintos de dueña de sus espacios, enamorada del entorno reconocible y no necesitada de demasiados requiebros que manifiesten cariños que luego no pueden ser correspondidos. Cumple con su obligación de vigilar, mantenerse alerta y contenta, pero a la hora correspondiente se retira a su manta y da por terminada la jornada hasta el día siguiente en el que la niebla no es motivo suficiente para detenerla.

Mi perra tiene razón. Hay que seguir. No importa que el tiempo pase y parezca que todo sigue igual, o que nos quieren arruinar la vida con fenómenos atmosféricos o económicos, o que las ocurrencias del boletín oficial correspondiente pretendan  enterrarnos vivos. Si nos rebelamos y alejamos de los instintos la niebla puede llegar a asustarnos. 

También es verdad que depende mucho de la raza del perro. Yo no me identifico con la de la mía. Si hay niebla, espero a la tarde de paseo y salgo a ver claro.

Matilde Muro Castillo.

Publicado en el diario HOY de Badajoz el 9 de enero de 2023.