23 de mayo de 2014

DELIRIO FUTBOLERO

La tarde está quieta.
Poco movimiento en la ciudad adormecida a su pesar, porque se había ilusionado con la llegada de viajeros en tránsito hacia un acontecimiento que llaman único los que tienen la palabra abocada al éxito. Algún hombre disfrazado de futbolista multicolor se asoma a las cafeterías (nunca he entendido porqué los hombres se ponen esos uniformes espantosos de los deportistas para hacer lucir las tripas cerveceras que denuncian la realidad de su única afición: el sillón), y las mujeres cargan con las mochilas, bolsos y viandas recogidas en las tiendas al paso.
La policía duerme plácidamente ante la paz inesperada y después de haber pasado unos días terribles de alarma política ante los posibles enfrentamientos de gente que viaja sólo para divertirse. De nuevo los políticos fuera de la realidad y creen que sus furias las tienen la gente normal y pretenden que pongan gasolina en sitios distintos, según el color de las camisetas para evitar que se peguen antes de tiempo.
Ahora resulta que comparten coche y tortilla,  se gastan bromas aceptables y disfrutan de la paliza que se van a dar por ver rodar un balón en Lisboa.


Aquí también el fútbol hace furor, pero de manera más tranquila. "Todos al fútbol" reza la publicidad habitual, y todos encienden la radio, se proveen de asientos en la cafetería y deciden que van a fumar sin parar durante el tiempo que dura el asalto.
Lo más curioso, es que una vez terminado el follón, aquí no pasa nada. No hay nada importante, no hay nada trascendente, la gente sigue sin trabajo, los presupuestos no se tambalean, las calificaciones bursátiles siguen en tenguerengue y los clubes, que se juegan nuestro honor, siguen sin pagar las deudas con Hacienda, pero son héroes.
Este delirio me asombra, pero como la locura por los tacones de 20 centímetros, las minifaldas para gordas, los pantalones cortos para los hombres, que vayan sin camiseta por la calle, o que toquen las campanas sin respeto a los ciudadanos.
Todo me parece un desmán tan grande y absurdo, que noto que me hago vieja y no me lo quieren decir.


19 de mayo de 2014

CAMPAÑA Y PAZ

Los que tratan de convencernos de la importancia de votar (algo que debería ser genético en el ser humano), nos alejan de las urnas con la sucesión de despropósitos, boutades, sacaporquerías y alientadebilidades.

Hoy Don Manuel Alcántara dice que los que no leen no necesitan hacer alarde de ello, porque se les nota. Lo mismo digo de los que arengan al voto: no insistan, porque a ustedes se les nota que tampoco les interesa lo más mínimo. Las miradas están lejanas, los comentarios nada tienen que ver con programas, no explican proyectos, no cuentan nada que pudiera interesar y que tenga relación con lo que se juega el pueblo español y menos aún en qué consiste el voto, ahora cuando vamos a poner en manos de Europa el destino, porque así lo decidimos en su día.

Se trata de insultar a los que están enfrente, de amenazar con catástrofes si el otro empieza a cobrar los más de 20.000€ mensuales, si el odio es lo único que se juega uno, si las malas maneras son lo que vamos a decidir. Es decir, que no debemos votar, pero que si no lo hacemos somos unos canallas y dejamos puerta abierta al desmán y la barbarie.



Soy una convencida de la necesidad de Europa por un simple razonamiento: la paz. Si nos dejan sueltos, enfrentados unos contra otros con nacionalismos enfermizos y lacerantes, habríamos desaparecido desangrados a cuchilladas. Todo cuesta. Hemos de renunciar a muchas de esas cosas que creemos imprescindibles para vivir en comunidad, pero al final merece la pena. Si con el voto organizamos de alguna manera la forma de convivir, habremos de hacerlo aunque nos amenacen con equivocarnos de lado a lado.

Por seguir viviendo en la paz que siempre he conocido, estoy dispuesta a cambiar mi voto cada vez que me parezca y me dejen.

13 de mayo de 2014

VÍCTIMA

El asesinato a sangre fría de la Presidenta de la Diputación de León, a mi entender se ha transformado en uno más que añadir la cuenta sangrienta de la violencia de género.
He leído con detenimiento las crónicas publicadas en los medios, y todos hablan de ella como trepa, carácter, embaucadora, conquistadora, de ideas fijas, convencida de su misión política, con más enemigos que amigos, sin escrúpulos a la hora de tomar decisiones... Y lindezas de este porte.
¿Algo distinto a lo que son los políticos de sexo masculino? Cuándo alguno fallece, sea en la circunstancia que corresponda, no son esos los calificativos que se relatan en sus obituarios, ni se aprestan a publicar las decisiones justificadas en los boletines oficiales correspondientes, ni hablan de los enemigos, ni de la fuerza de su gestión.
Me hubiera gustado conocer a la fallecida Presidenta de la Diputación de León y compartir con ella risas, conversaciones acerca de los adversarios políticos y de los compañeros de partido, que de todo se había podido hablar con ella, me da la impresión.
Es una mujer más asesinada por razón del cargo que ocupaba, y ha sido rematada su memoria por ser mujer, en manos de la prensa machista y de cultura canallesca.
Lazo morado en la solapa.
Descanse en paz, si su carácter le deja.





12 de mayo de 2014

PATRIMONIO

Es lo que nos importa, lo que tenemos como bien preciado o herencia recibida. El resto, son cosas nada más.
Mi patrimonio más preciado es mi hija, mi familia, algún mueble, libros buscados con denuedo y leídos con pasión, paisajes inolvidables, sitios con los que empalizo y gente a la que quiero. Además hay obras de arte que pertenecen al colectivo, edificios, calles, entornos y zonas del mundo que creía que podía presumir de ellos como si de cosa propia se tratara, y por eso me sentía en la obligación de proteger y ensalzar, e incluso presumir de conocerlos, haber estado ahí y a veces colaborado en su mantenimiento con el pago de la entrada por visitarlos.
Parece que con la Mezquita de Córdoba, lugar que me cortó la respiración al conocerla, no es así.
El gobierno de turno decidió que formara parte de un patrimonio exclusivo: el de la Iglesia, y además el regalo lo envolvió con lazos de seda y papel de oro al eximir a la mencionada institución de pagar el impuesto con el que sangra a los ciudadanos: el IBI.
Ya no me pertenece la Mezquita, ya no forma parte de mi patrimonio natural, de ese del que presumo y por el que estaría dispuesta a lanzarme a causas mayores con tal de defenderlo. Ya no está en mis manos hacer causa de él porque un gobierno, y luego el sucesivo y posteriormente el siguiente consideró que habría de hacer donaciones a mayor gracia de quien corresponda con tal de asegurarse un puesto de mando en la eternidad.
Y poco a poco va a ocurrir con todo lo que el colectivo religioso habita y mangonea a su placer, y con las entendederas propias del que vive en la más absoluta de las contradicciones: decir que ayuda a los pobres desde dentro de palacios, rodeados de oropeles y provistos de estómagos prominentes que impiden ver el suelo que pisan.
Que paguen el IBI como todo hijo de vecino, o que se lo descuenten de lo que recaudan con la crucecita de Hacienda. Sería más justo y yo volvería a la Mezquita.








9 de mayo de 2014

NUESTRAS NIÑAS

Andan perdidas por ahí, en la arena del desierto o bajo él, donde los habitantes de zonas castigadas por la Naturaleza se refugian para ocultar la miseria y el horror de la vida que, por una simple cuestión de geografía, les ha tocado vivir.
Esas niñas desaparecidas en manos de salvajes seres humanos son nuestras, de todos y responsabilidad de quien las conocía o no, pero que sin saberlo formaban parte de la Humanidad, como todos los demás, vivan en Nigeria o no.
Si no apacen, o son vendidas, violadas, masacradas, humilladas y vencidas, las echaremos de menos durante mucho tiempo, y aunque no lo creamos, la conciencia nos sacudirá de forma intermitente por haber echado la vista a otro lado, donde el mar choca contra la arena que no es desierto sino playa.
No cabe sólo dar dinero. Hay que encontrarlas y protegerlas de las hienas que son sus secuestradores. Esos animales que en nombre de una religión asesinan, masacran y humillan a cambio de dinero miserable, no merecen formar parte de ningún colectivo. Han de ser encerrados de por vida y aislarlos como a enfermos contagiosos, virus letales o especies declaradas a extinguir. La única piedad que merecen es el respeto a su vida, condicionada por la de los demás, que es lo que más les duele.
Las niñas, nuestras niñas, tienen que volver a sus casas, a su escuela, a ser felices, a recuperar la vida que perdieron, que era la suya, la que la geografía de un país duro, áspero, castigador y poco comprensivo con sus ciudadanos, les había proporcionado.
No puedo hacer nada que no sea levantar la voz desde este hueco. Por favor, encuéntrenlas los que pueden y abrácenlas con ternura, porque ésos sí lo entenderán. Lo que ahora les está pasando no tiene cabida en la mente humana.