20 de octubre de 2022

LA OBRA

 


En un momento de nuestra vida en común con alguien decidimos comprar un piso para establecer una familia. Mucha emoción, poco dinero, alguna reforma antes de entrar a vivir pintándolo, cambiando la taza del váter y la inversión salvaje de la cocina, que dejó todo lo demás como se encontraba antes de la adquisición.

Llegan los niños y todo es felicidad, juegos, carreras por el pasillo, balones contra las paredes, patinetes a toda velocidad, el perro que se sube al sofá o el gato que araña las tapicerías y desgarra los visillos cada dos por tres, mientras los años pasan haciendo sobre la casa las reparaciones que se pueden para sobrevivir, porque los colegios, la universidad, la inversión en el piso de la playa y las puestas de largo acaban con los pocos ahorros que se atesoran al año.

Ahora los chicos se han ido de casa y el padre se ha jubilado porque estaba cansado. La madre tiene que esperar un poco a la fiesta de la pensión, pero ha decidido que, antes de que ocurra el acontecimiento, va a hacer en la casa la obra de su vida. Va a reparar las persianas, cambiar suelos, poner ventanas que cierren, darle a la cocina un aire nuevo, poner un aseo en la entrada porque está harta de que todos entren en su baño, hacerse ella un cuarto de costura en la habitación de su hija, en el que va a poner una televisión para ver lo que le gusta y no lo que le imponen, porque estaba empezando a aficionarse a la copa de Europa de fútbol y con ello a perder el norte de su vida. El marido le dice que “lo que tú quieras” como siempre, mientras levanta la vista del periódico durante la siesta previa a la comida.

Empieza la obra. Va que se mata. Todo es destrucción y escombro. No hay cocina, se guisa y se come en los restos del pasillo. Los dormitorios se han quedado sin ventanas, el baño es el único refugio para leer el periódico y como están allí los albañiles, se ha decidido cubrir la terraza para ganar espacio que no se necesita, pero resulta estupendo con tanta luz y frío en invierno como calor sofocante en verano, pero no debemos resistirnos a los “yaque”, término que se emplea con frecuencia cuando el ejército de albañiles entra en casa: ya que están …

Ella se arma con un cepillo de barrer y va a pasar amarrada al mástil del objeto meses. Va a perseguir a los obreros allá donde se desplacen. Va a acumular el polvo en montoncitos por toda la casa, como si no hubiera nada que hacer. Va a ser una mujer atada a un cepillo, mientras desde lejos su marido observa que las cosas han empezado, no se sabe cuándo van a terminar, pero parece que avanzan.

Han pasado cuatro meses de esos que nunca se van a olvidar. Han confraternizado con la cuadrilla de tal forma que comparten cervezas, algún café y mucha agua, y se preocupan por la salud de la familia de los operarios. 

Casa nueva, todo nuevo, manos encallecidas del cepillo de barrer y echan de menos a los albañiles. Siguen sin hablar entre ellos acerca de lo acontecido.

Matilde Muro Castillo.

Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el lunes 17 de octubre de 2022



3 de octubre de 2022

CERTEZAS

 




Templo de Karnak en 1900. Foto internet.

Andamos desnortados porque todo corre demasiado y pasan cosas que nunca hubiéramos creído contemplar. Las opiniones y decisiones cambian de la noche a la mañana y, lo que antes era irrebatible, ahora se pone en duda y la orientación de nuestras vidas es todo menos algo con rumbo.

Lo primero que me llamó la atención en los cambios de opinión fue saber que las sardinas y el pescado azul en general eran buenísimos para la salud, cuando hasta que se descubrió esa cualidad eran poco menos que venenosos y lo comíamos sólo los menos pudientes. Al aceite de oliva, por la que mi añorada Nenina García Morales se batía el cobre para promocionarla, le pasó como al atún y las sardinas. Ahora se llama oro líquido. Aprender las cosas de memoria: tablas de multiplicar, lista de reyes godos, artículos de la Constitución, periodos históricos, ríos, capitales de países … son inútiles. Ahora hay que razonar los porqués de todas esas cosas que nadie conoce, pero es conveniente discutir sobra ellas y tratar de no llegar a las manos en medio del más absoluto desconocimiento. Las materias clásicas son una fruslería. La filosofía, el latín, el griego, la crítica literaria, el lenguaje hay que cambiarlos por ciencias, cosas prácticas, algo que nos haga vivir en un mundo virtual donde los pies no se asientan sobre conocimiento milenarios, sino sobre hallazgos inmediatos e innovadores que cambian, sin mucha certeza desde luego, pero con una invención que todo lo justifica como es el algoritmo. Lo que nos hacía sentir seguros con manuales escritos que se albergan en anaqueles, va desapareciendo. Estamos abandonando esa certeza a cambio de algo intangible e imposible de determinar.

No sé si usar energías renovables o quedarme con el petróleo. No sé si mi coche es más eficiente y menos contaminante que esos que llevan una pegatina con un piropo de ecológico. No sé qué es más cierto y eficiente en la construcción, si la madera o el hormigón. No sé si hacer caso a los artistas de las palabras, que son capaces de envolver en términos que parecen ciertos las más absurdas falacias, cuando esta actividad se está volviendo cotidiana y pretenden hacerme comulgar con ruedas de molino y a veces lo consiguen, porque es verdad que hay ocasiones en las que reconozco ingenio y diversión en esos ejercicios malabares.

La improvisación se está adueñando de nuestras vidas. Ese filósofo anclado en el fútbol que es Cholo Simeone nos ha enseñado lo provisional de nuestro paso por aquí, y sólo nos permitimos el “partido a partido”. Esa forma de vivir y de pensar nos ha convertido en seres inseguros, sin mucho futuro, sin pasiones duraderas, pero miren, yo recuerdo que uno de los momentos más felices de mi vida fueron unos minutos sentada en silencio entre las columnas del templo de Karnak en Egipto, sin nadie a mi alrededor, a la sombra, cansada y satisfecha de haber llegado allí creyendo que ese paisaje era real, que ese templo llevaba allí tantos miles de años que, en medio del desierto, me proporcionaba certeza y seguridad.


Matilde Muro Castillo.

Artículo publicado en HOY de Badajoz el lunes 3 de Octubre de 2022.