29 de diciembre de 2021

UN TOQUE

 



He pasado un año infernal pidiendo ayuda para la supervivencia de una asociación dedicada a la cultura en Extremadura. No he conseguido nada.
En Extremadura la cultura es cosa de la Junta. No hay paso a nadie que se empeñe en hacer cosas innovadoras, útiles, generosas o inesperadas. Todo tiene que pasar por el filtro de la Junta, de la consejería correspondiente y de sus funcionarios o personas designadas a dedo para ocupar cargos administrativos.
Verán, les explico. Si te empeñas en traer a tocar el piano a Lang Lang por ejemplo, y necesitas una ayudita, como es normal en todas las actividades de esta región, has de presentar tres presupuestos de personas que tocan el piano como Lang Lang. ¿Cómo? , dices a los responsables de los presupuestos, y te contestan que es lo que manda la ley de presupuestos y que salen a plataformas, a concursos, y habrán de pasar el filtro de la conveniencia o no de que ese señor venga a tocar el piano a Extremadura, y de entre los tres presupuestos, los veintidós informes, las demoras, los retrasos por culpa de la pandemia, las inconveniencias de los que no saben de quién se trata el tal pianista, los informes telemáticos del funcionario que trabaja desde su casa, al que se le ha colgado la línea y no es capaz de mandarlo porque la tal línea es escasa y no tiene capacidad para atender a todos, es mejor que decidamos irnos a la feria de turno a ver si nos toca una muñeca chochona en la tómbola correspondiente, y así escuchamos música, que en definitiva es lo que estamos pidiendo.
Los plazos son insufribles. La falta de decisión, el bloqueo permanente, la incapacidad de gestión es memorable. No mejoramos. Al contrario, vamos en un auténtico retroceso, y me gustaría que los responsables de cultura tuvieran la torería de decir públicamente cuáles han sido los fondos que han devuelto a origen sin aplicarlos, porque no han sido capaces de ejecutar lo proyectado.
La cultura es esa prótesis que necesita la sociedad para vivir. Las prótesis son caras, a nadie le gusta que se le vean y procuramos no manifestar esa deficiencia, pero sin ellas no se puede vivir. La misión de los administradores del dinero público de la cultura es saber de cultura lo primero, luego saber que lo que hacen es tan necesario como los de la sanidad, el campo o la tecnificación de la sociedad. Con esa displicencia, abandono, injustificado silencio con el que se considera a las asociaciones culturales que mantienen el esqueleto espiritual de la región, no se puede tratar. Todo no es dinero, pero sin él no se puede hacer nada. Todo no es dinero, pero matar de hambre e impedir que se busquen otros medios, es crueldad pura y dura. Ustedes, señores de la junta de Extremadura, lo quieren copar todo y mandar sobre todo. Entonces tienen que financiarlo con la generosidad con la que las asociaciones culturales se manifiestan, y a las que usan para lustre propio presumiendo de libros que no han hecho, museos que no han financiado, músicas que no han compuesto y literatura que no han escrito.
Antes de aprobar los miserables presupuestos de cultura para 2022, piensen y rectifiquen.

Matilde Muro Castillo

Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el lunes 27 de diciembre de 2021


14 de diciembre de 2021

EL ESPEJO

 



Los humanos de a pie vivimos mundos que no se corresponden con los mundos de los que dicen que nos mangonean. Nuestra vida es mucho más comprensible que la que se elabora a fuerza de decretos, declaraciones, composiciones matrimoniales de conveniencia o fugas de capitales hacia paraísos inaccesibles para los que, con sangre propia, producen las riquezas que esos artífices de mundos inalcanzables, atesoran.
No es tan difícil darse cuenta de que la mayoría estamos en el otro lado del espejo, ese que no refleja nada de nada, pero sin cuya oscuridad no sería posible la luz que emana de la otra cara, y que representa al que no hace nada, al que se pone frente al cristal oscurecido por la miserable sociedad que cree esclavizar para que se mire el todopoderoso.
Leonardo, que era zurdo, descubrió en la magia del espejo cómo poder entender lo que se escribía en sentido opuesto al común de los sentidos de la grafía, y supo que, mientras navegaba por la oscuridad, nada le molestaría en sus investigaciones, y sólo pondría en claro lo hallado si usaba la parte brillante del espejo. Leonardo sabemos que era sabio, pero no podemos saber qué se quedó en lo oscuro de esa mente prodigiosa que a todos deslumbraba cuando usaba el espejo para leer.
Nuestro mundo es así. Los que habitamos la oscuridad, nos creemos poseedores de la luz, pero no es cierto.
Los artilugios políticos, financieros, tecnológicos, inmorales y conceptuales deslumbran los comportamientos actuales y ciegan la visión de los que están escondidos generando luz al otro lado.
Nos mienten sin descaro. Nos engañan sin moral. Nos hunden en nuestras propias miserias, mientras las montañas de riquezas materiales son cada vez más altas y menos accesibles a los generadores de las mismas.
Nuestro mundo se está convirtiendo en algo intratable, difícil de sobrellevar y tendente a encontrar la paz en la oscuridad, algo que va en contra del ser humano, de su desarrollo, del esfuerzo manejado por todos y que debería redundar en beneficio de todos en forma de luz.
Spinoza, el maestro de la bondad, el filósofo de las buenas intenciones, el que creyó aleccionar a los alumnos de la época, dijo que la generosidad era el motor de la riqueza, pero Spinoza se ha quedado obsoleto ante la manipulación a la que estamos siendo sometidos.
Antes, estas maniobras se quedaban ocultas, no había forma de entender porqué cuanto más trabajabas, inventabas, estudiabas o creabas eras más pobre. Ahora esas armas del oscurantismo se están abriendo por las hiendas que los espejos hacen cuando se usan demasiado, se limpian por la cara brillante, o se caen haciéndose mil pedazos que reflejan lo mismo que cuando estaban enteros.
Ahora, las armas de la comunicación, de la mentira universal, del horror de los comportamientos en contra de los más débiles, tienen a veces la mira torcida o el cañón atascado y se les vuelven en contra. Pero son pocas esas veces, aunque por los arañazos de los espejos entra la luz de lado a lado y dejan de brillar.
Cuidado.


Matilde Muro Castillo.
Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el 13 de diciembre de 2021.



29 de noviembre de 2021

APRENDER

 


Nos hacemos viejos sin querer. No me importa decir vieja, porque me gustan las cosas viejas, y cuanto más tiempo pasa, más me acepto en medio de la autocrítica, que no me deja vivir tranquila.
He repasado mentalmente cosas que he vivido y tenido que aprender a fuerza de golpetazos. He tenido que sobrevivir a cosas inenarrables, como no poder abrir una cuenta corriente cuando empecé a trabajar y me querían pagar, he aprendido a olvidar la peseta, y casi me cuesta la ruina total, y no sé si la cárcel, porque no entendía lo que gastaba y parecía que los bancos me regalaban. He aprendido a que el gasoil de mi coche molesta y procuro no andar con él por las grandes ciudades, que se las quieren dar de limpias y sin ruido (no voy a ellas, gracias a dios), pero no me gusta molestar.
He aprendido a manejar el ordenador (con muchas limitaciones, eso sí), pero me defiendo.
He tenido que cambiar mi opinión sobre los bancos, que antes eran lugares seguros para los que creíamos en ellos, y se han transformado en cuevas de animales carroñeros donde todo lo mío es suyo y sin explicaciones por parte de ellos, porque por mi parte he de decirles a todas horas qué voy a hacer con mis miserias, antes de que ellos las manipulen.
He aprendido a aceptar la lucha por todo, absolutamente por todo lo que es de sentido común, como que te reconozcan un trabajo bien hecho, que te quejes de un jefe canalla que intentó arruinarme algunos años de mi profesión, que me hagan caso cuando la idea que expongo parece que ha salido del género masculino, que me reconozcan que sé interpretar leyes en su justa medida,  porque sé leer igual que un funcionario que se dedica a enredar para deshacer la moral del personal con disquisiciones envueltas en su mente de tela de araña, y las cosas son más simples de lo que parecen.
He aprendido a dejar de querer, porque a veces no es conveniente querer tanto. He aprendido a olvidar, a pesar de tener una memoria que a veces me juega malas pasadas. He aprendido a disfrutar de la vida como Annie Leibovitz, esa fotógrafa a la que admiro sin límites y que dice que “mi vida ha sido un viaje salvaje”. He aprendido a saber que, si vives en un lugar hermoso, como me pasa porque vivo en Trujillo, te haces mejor persona, porque la belleza de sitios como esta ciudad llegan a moderarte el alma y los comportamientos; y muchos me dirán que no es verdad, pero es que no tienen el placer de pasear por esta ciudad maltratada por los gobernantes de turno, asolando sus paisajes alicatando con placas solares el entorno, restaurando iglesias del siglo XV con obras fantasmagóricas o usando su nombre para proyectos que generan más destrucción que bienestar a sus habitantes.
Con lo anterior, verán que no he aprendido a callar. No soy capaz de silenciar las atrocidades patrimoniales que se acometen en Trujillo, esta ciudad que durante muchos años ha sido la medicina del alma inquieta de cuantos la amamos sin paliativos.

Matilde Muro Castillo.

Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el 29 de Noviembre de 2021.


1 de noviembre de 2021

DIFUNTAS Y HUÉRFANOS.

 


DIFUNTAS Y HUÉRFANOS


Abuela, ¿porqué papá mató a mamá si era buena?
- Anda, calla y come. Es mejor no hablar de eso. Bastante tenemos con la pena.
- Ya, pero no lo entiendo. Los chicos del colegio ya no me quieren y yo he sido bueno con ella siempre, y no le he hecho nada a mamá nunca.
- Ya pasará. Ellos sólo tienen miedo por si les pasa también, porque no sólo te ha pasado a ti.
    Tía, ¿mamá no va a volver nunca? Todos me dicen que está en el cielo y de papá no me hablan. ¿los que van al cielo no vuelven? Yo quiero volver a mi casa, como siempre, con mamá, ir a buscarla a la lavandería y pasear por la calle juntos cuando íbamos a por el pan. Sólo quiero eso tía. ¿Se lo puedes decir si la ves? Dile que me voy a portar bien.
    María, ¿no vamos a volver a ver a mamá? Yo creo que cuando se la llevaron en la ambulancia iba viva. Papá estaba fuera, en la calle, como si se hubiera tirado del balcón, pero no me dejaron verlo. Él seguro que está bien, pero no me importa que no vuelva. ¿Mamá está bien? ¿Va a volver? Quiero ir al hospital o donde esté. Necesito verla y hablar con ella, tengo muchas cosas que pedirle, porque no me va bien en la clase. Cuando me dijeron que ahora tú ibas a ser mi madre, no te enfades, me pareció mal porque ya teníamos madre. Pero pasan los días y esto no cambia. Estamos solos, tú te pasas el día de oficina en oficina haciendo papeles. No me hablas, lloras y no me dices dónde está mamá. 
    Abuelo, no quiero ir de paseo otra vez. Quiero esperar a que vuelva mamá. Aunque tú dices que no va a volver, yo quiero esperar. No me importa que pasen muchos días, voy a seguir esperando. No quiero estar fuera de casa cuando vuelva. Sólo voy a salir cuando saquemos a León de paseo, porque mamá siempre salía con él, pero yo voy a esperar aquí. Dime abuelo, ¿mamá sabe que me estoy portando bien?, me cuesta mucho estudiar y hacer la cama, pero creo que en cuanto ella vuelva me explicará lo de clase y todo irá mejor. Ahora estoy un poco nervioso porque no la veo, pero te prometo que enseguida, en cuanto vuelva, sacaré buenas notas.
    Cándida, no quiero ir al cementerio. No quiero llevarle flores a mamá. Quiero que mamá vuelva a casa, no quiero ver la tumba de papá a su lado. Me duele todo. No puedo soportar que los hayan enterrado juntos cuando él la mató. No quiero llevar flores, sólo quiero abrazarla, estar a su lado, que me cuide, que me riña, que me castigue, que me quite la propina, que me mande a la ducha… quiero que vuelva Cándida, ¿no lo entiendes? No quiero llevarle flores ni aceptar que la ha matado mi padre. Estoy solo Cándida y no quiero estar solo.
    Así, día a día, madres muertas a manos de sus parejas e hijos olvidados el día del recuerdo de los santos.

Matilde Muro Castillo.

Artículo publicado en HOY de Badajoz el 1-11-2021


18 de octubre de 2021

LA MINA (y van 2)



Descubierta de lignito en GarzweilerAlemania

Pocas veces en mi vida he contemplado un espectáculo tan bochornoso como la rueda de prensa del encargado de dar la cara de la empresa que quiere abrir una mina de litio en Cáceres.

O yo me he vuelto loca, o esas explicaciones que pretendían dar acerca de la comprensión con la población enamorada del paisaje de Cáceres para destrozarlo, hacían reír y llorar al tiempo.

Ustedes, señores del litio, ¿saben que el público al que se dirigen entiende lo que se les dice?, ¿alguna vez se les ha pasado por la cabeza aceptar que no es no?, ¿saben que las mentiras, por poca luz de la que dispongan esas mismas mentiras acaban saliendo a la superficie?, ¿saben que no nos fiamos de ustedes ninguno de los interesados?, ¿qué más van a prometer?, ¿qué desconocimientos tratan de imbuirnos para que aceptemos sus desmanes?, ¿con qué tipo de banda tratan para hacer desaparecer milenios del planeta a favor de sus bolsillos? Seguiría así hasta el infinito, pero no merece la pena, porque hay que dejar sitio a los que luchan en la calle, a los que se manifiestan haga frío o calor, a los que se pasan horas en los registros oficiales presentando reclamaciones ante semejantes pretensiones, a los que, en definitiva, no escriben en medios de comunicación porque no tienen sitio ni ganas, pero se baten el cobre perdiendo el sueño, colgando en sus balcones pancartas que niegan la mina, poniéndose camisetas con lemas que rechazan el latrocinio que ustedes pretenden, educando a sus hijos en la bondad y la necesidad de colectivos que luchan por lo que creen, y enseñando que eso es libertad.

Ustedes podrán contratar a políticos corruptos, que se adentraron en instancias municipales para (supuestamente) allanarles el camino de las concesiones, podrán diseñar parques idílicos, cuevas de hallazgos inexplicables, cauces de ríos subterráneos para que generaciones futuras vayan a bañarse al fresco, caminos de nubes interiores de color rojo, dejar huellas de bombas, líneas de ferrocarril que no se ven … pueden ofrecer lo que se les pase por la imaginación, pero no lo queremos.

Queremos que se vayan a otro sitio con sus pretensiones siniestras. Mejor, queremos que abandonen cualquier tipo de propuesta que pueda destrozar nuestro planeta en cualquier parte del mundo, llevando implícito el desprecio de la población, el uso de recursos protegidos, la paz de las personas que viven sin molestar a nadie y amenazando el futuro de generaciones (no tan lejanas) que contemplarán impertérritos cómo fue posible que nosotros nos rindiéramos ante tamaña salvajada.

Ese potencial económico que dicen tener, que auguran propiciar y que dicen saber administrar, empléenlo en educación, cultura, salarios dignos a sus trabajadores, aprender qué es verdad y qué es mentira. Si el alcalde de Cáceres ha dicho que no, no insistan. Es la máxima autoridad de la ciudad y con más poder que ustedes. Acéptenlo, porque hay veces en las que se pierde.

¡Ah! No olviden que las personas con banderas en sus casas, camisetas de protesta, manifestaciones, pasquines en contra de ustedes, pegatinas en las farolas y sueño de futuro en paz, siguen ahí. Es por si lo olvidan. Seguimos ahí.

Matilde Muro Castillo.

Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el 18 de Octubre de 2021.







6 de septiembre de 2021

EXTRANJERÍA CÁCERES

 



Había solicitado cita previa en extranjería de Cáceres para acompañar a la persona que había dado de alta, con la intención de que esa persona presentara sus documentos y se procediera a su legalización en España.

Esta persona enfermó repentinamente, de bastante gravedad, y me acerqué a la oficina a tratar de cambiar la fecha de la cita, con los justificantes médicos correspondientes, y hete aquí que en la puerta de esa oficina hay un hombre armado, uniformado con los galones de una empresa de seguridad, detrás de una barandilla, fumando a placer y ordenando a los asistentes que se mantuvieran en perfecto orden de llegada, organizando la fila a pleno sol,  y sin posibilidad de que nadie le dirija la palabra si previamente no es él el que llama con una hoja de papel en mano que, al parecer, contiene los nombres de las personas que tienen cita.

Intento acercarme para decirle que no tengo cita pero que quisiera hablar con un funcionario de los que, supongo, están dentro. No. Usted tiene que pedir cita. Ya, pero no soy la interesada, que está enferma. No me cuente cosas raras. Márchese y pida cita. 

Le ruego señor que, aunque no pueda entrar, avise a un funcionario para que, aunque sea en la calle, me atienda ante una urgencia. Yo no aviso a nadie. Aquí se hace lo que yo digo y usted no puede entrar, y aléjese detrás de la barandilla y póngase en la cola. Señor, no tengo cita, no me va a llamar, se trata de un asunto urgente que usted no puede solucionar. Si yo no lo puedo solucionar, no lo soluciona nadie. Señor, usted no es funcionario; tengo que hablar con un funcionario y mostrarle unos documentos que han surgido por una urgencia. Le he dicho que usted no entra, y aquí se hace lo que yo digo. Le ruego por favor que avise a alguien con autoridad de dentro, y que salga.

Se dio la vuelta, entró en el edificio, cerró la puerta y … pasaron cinco eternos minutos hasta que volvió a salir lista en mano a llamar a una de las personas que, haciendo cola al sol, sobrevivían al mandato del portero.

Alguien que conozca esta oficina siniestra lo confirmará. No se atiende a nadie que no pasa por el filtro del portero de discoteca. No hay la más mínima empatía con los seres humanos que tratan de legalizar su situación en este país a través de trámites en la provincia de Cáceres. Los expedientes se alargan años, años y años. Los criterios están al servicio de los funcionarios. No se aplican las mismas normas aquí, en Madrid, en Barcelona o en Ciudad Real. Cuando a alguna gestoría le dices que quieres legalizar a alguien con domicilio en la provincia de Cáceres, se echan las manos a la cabeza y te piden que empadrones al trabajador fuera, donde sea, pero nunca en Cáceres porque no lo van a legalizar jamás, van a aterrorizarlo intentando entrar en la oficina y, lo que es peor, van a humillarlo hasta odiarnos.

Lo he vivido, y por eso lo cuento. Si alguien que puede corregirlo, lo lee, ponga remedio por favor. Necesitamos personas que quieran trabajar. Nos sobran matones.

Matilde Muro Castillo.


Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el 6 de septiembre de 2021.



23 de agosto de 2021

LA GUERRA INFINITA

 


LA GUERRA INFINITA



Alejandro Magno se plantó en los confines del mundo conocido hasta entonces a sangre y fuego. Llevaba consigo un poso de enseñanzas helénicas que no mitigaron en absoluto su comportamiento con los vencidos que dejaba a su paso, y pretendió imponer un orden mundial generalizado que aterrorizó a los invadidos, porque se permitió incluso crear ciudades en medio del desierto, Alejandría Escate, dotadas de hermosísimas esculturas griegas, capiteles, columnas, teatros, fuentes y esos lugares de descanso que los guerreros se auto regalan creyéndose inmortales y pensando que siempre hay tiempo para volver.
Alejandro utilizó a la hija de su mayor enemigo para tratar de conseguir una paz dificultosa, por lo revueltos que resultaron los nómadas, y se casó con Roxana, como si aquello fuera la moneda de cambio perfecta. Después de innumerables batallas y ríos de sangre, asesinó a su suegro y dos años después, abandonó Afganistán y se lanzó a conquistar India.
En medio de masacres de hombres rebeldes, optaba por vender a las mujeres y los niños como esclavos al mejor postor, y seguir alimentando tropas feroces que sólo obedecían a su rey y no se cuestionaban los métodos.
Siglos, han pasado siglos de terror en Afganistán y nadie se pregunta cómo es ese pueblo y porqué está dedicado a la guerra perpetua, a la rebelión, la inseguridad y la miseria. Creo que la razón es que son analfabetos en un porcentaje que hoy causa terror en el mundo occidental.
Esos animales talibanes que entran como Alejandro a sangre y fuego, son seres sin razón educada, sin poso alguno que no sea la guerra y la destrucción de todo lo que les pueda parecer refinamiento o educación. Se diferencian en eso de Alejandro, que intentó implantar una forma de vida que le parecía mejor porque la había conocido, pero ellos no conocen nada, y lo que ven por los medios de comunicación sólo les induce a la mentira, el cinismo, la barbarie y el terror.
Las mujeres siguen siendo la nada. Ese objeto al que maltratar, oír cómo lloran, vender como esclavas, violar para extender la especie analfabeta y demoniaca que, a lo mejor por fuerza de la naturaleza agreste y tan complicada de ese territorio, no ha sido capaz de progresar de la mano de la cultura, pero que no tienen excusas, porque pueblos sin cultura occidental, sin nuestras formas de comunicación, viviendo de lo que la naturaleza proporciona, viven en paz, reciben en paz y respetan a las mujeres en paz.
La mujer en Afganistán vive una guerra eterna. Desde Alejandro a hoy y hasta el futuro desconocido, porque los que podemos las abandonamos, los que lo conocemos lo silenciamos, y los que podemos abrir las puertas de nuestras casas, las cerramos.
Me siento culpable, triste, angustiada por tantas mujeres abandonadas que no saben ni que son seres humanos con derecho a mirarse en un espejo, andar sin taparse, tener hijos si quieren y dejar la cocina de humo que las está matando por no poder respirar.
¿Saben? Yo vaciaba Afganistán de mujeres, y allí se las apañen los salvajes procreando entre ellos. En mi casa hay sitio.

Matilde Muro Castillo.

Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el 23 de Agosto de 2021.

25 de junio de 2021

EL DOLOR

 



EL DOLOR


Me fui a la cama acongojada ante la noticia del hallazgo del cadáver de la niña Olivia en el fondo del mar. Me impresionó aún más la noticia al saber que a su lado hallaron otra bolsa vacía, y más cosas, y que seguían buscando.

El día siguiente ha sido complicado porque la angustia del hallazgo, y a la vez, pérdida definitiva de dos vidas incipientes por maldad, ha condicionado las horas siguientes. Las conversaciones en el café, el tono de voz de los locutores de la radio, que no sabían cómo zafarse de la angustia del momento, el pensamiento clavado en la pena de la madre que, imagino, no se lo puede ni quiere creer y a la que, por mucho que intenten tranquilizarla, se le ha ido la paz para siempre, la sucesión de noticias que, decían los transportistas de nuevas, que eran imprescindibles para seguir viviendo: selección española vacunada, poderosos reunidos dándose codazos, la pandemia que sigue, la lucha por poner en libertad a quienes cometieron delitos para parecer buenos, los marroquíes disparatados amenazando con quedarse Ceuta para siempre, los hombres del tiempo anunciando tormentas de cuarenta grados o más, las salas de fiesta que abren, y de todo esto ¿qué?, ¿qué importa?, ¿qué es trascendente?, ¿qué nos mantiene despiertos?, ¿qué no nos deja respirar tranquilos? El mal. El mal por el mal, porque existe, porque no hay nada que trate de explicar, o camuflar, la animadversión delictiva de determinados hombres por mujeres, a las que sólo les desean el mal.

Esa maldad existe, ese horror puebla nuestra sociedad milenaria. Ese enfrentamiento sin razón de sexos opuestos, en el que sólo se utiliza la fuerza física y, por ende, la violencia, es parte de nuestra forma de vida, de la que no estamos dispuestos a cambiar, y sí estamos dispuestos a justificar envueltos en modos de ser, caracteres especiales, momentos de ira, enfrentamientos irracionales o enfermedades sin catalogar.

No hay nada de eso. Hay maldad, hay gente que disfruta con hacer sufrir a los demás. Hay gente que se ve realizada matando seres humanos, descuartizando cadáveres de quien previamente han asesinado, manifestando su fuerza a base de mandobles judiciales, burocráticos, humillaciones lacerantes en el pensamiento y perversos en la concepción de la idea y su posterior realización.

¿Creen que las películas de terror nacen de sueños?, ¿creen que cuando salen balas de metralletas por miles, hacen decidir a una madre entre asesinar a su hijo o a su hija, utilizan motosierras para asesinar en campus, o entierran en hormigón a supuestos enemigos, son ocurrencias del guionista? No. Es la vida misma. Es el ser humano, que es capaz de lo peor a cambio de una sonrisa de supuesta victoria.

Las mujeres somos el objetivo de los jefecillos desde siempre. Ahora se habla de ello, pero el dolor que nos ha silenciado unos minutos, la angustia si perdemos del campo de vista a nuestros hijos un segundo, el terror a que se crea grande si nos ve llorar, eso no se pasa, y como no se pasa no se olvida. 

Queda mucho por aguantar, mucho por hacer, y aún más por dejar de justificar.

Matilde Muro Castillo.


(Artículo publicado en el diario Hoy de Badajoz el día 14 de junio de 2021)




1 de junio de 2021

IMPACTO AMBIENTAL



 



Ahora que se puede (o casi) viajo un poquito por los alrededores de donde quisiera realmente desplazarme, y veo cómo ha cambiado el paisaje, porque reconozco que, antes del año pasado entre cuatro paredes, ya no viajaba como antes.
A pesar de mi quietud, la cabeza no para y esos instintos que me han movido a lo largo de la vida de forma apasionada, se mantienen: la protección del patrimonio de todo tipo ha sido el norte y la ruina de mi vida, pero sigo empecinada en el tema y me disgusta ver lo que contemplo en estos momentos.
Extremadura está siendo asolada por la energía solar. Es verdad que a lo mejor trae mejora económica puntual, pero el largo plazo me parece siniestro.
Salgo desde Trujillo a Cáceres, y sin moverme más de cuatro kilómetros, una gigantesca mancha de placas solares invade cada vez más el paisaje que, en algún momento, se convirtió en la apuesta por conseguir ser Patrimonio de la Humanidad. Es espeluznante lo que está ocurriendo ante la impasible contemplación de los ediles municipales, la alegría de los que ponen la mano a las eléctricas y la enervante visión del que se había creído que ese paisaje se podría conservar como algo tan hermoso que quitaba el hipo. Ahora lo provoca.
Poco más allá, casi al llegar a Cáceres, de nuevo la mancha de placas solares que se expanden sin pudor con el argumento de que son terrenos baldíos. La tierra no es nunca baldía. Produce colores, olores, abrigos de animales, eso que los desconocedores llaman malas hierbas, abrigo a las abejas… y muchas cosas más que ahora no están ni volverán, porque el hormigón ha fijado placas al suelo muerto para siempre. Nuestros hijos van a heredar chatarra expandida porque nadie la querrá cuando hayan amortizado el horror.
Si viajo a Madrid, las placas de Almaraz casi invaden la carretera que nos van a pedir que paguemos una vez más. ¿Sigo?
Esta descripción puntual es para tratar de entender qué significa “impacto ambiental”. Me muero de pena cuando creo que ese día no fui al colegio, no me explicaron qué significaba bien, o no lo entendí, o me engañaron.
Si a estos paisajes que nos están asolando, si a las propuestas de horadar la tierra hasta el centro sobre el que gravita, si quieren hacernos creer que las minas al aire libre no producen impacto ambiental, tengo que pedir ayuda o mejor, tengo que pedir que se vayan los que conceden semejantes aberraciones. Váyanse de nuestro lado, déjennos vivir por favor, no nos mientan sin vergüenza, no nos digan que las placas son protectoras del medio ambiente, que nos van a ayudar a mejorar el planeta.
Si se dedicaran esos esfuerzos a cuidar los montes, a repoblar con árboles, producir biomasa, investigar con hidrógeno y dejar las cosas como se las han encontrado, otro gallo nos cantaría.
Seguimos padeciendo del mal del dinero, de la estupidez, de la facilidad de comprar a los políticos, cuanto más locales mejor, de mentir y de autodestruirnos. 
Sigo sufriendo por Trujillo y no se me pasa.

Matilde Muro Castillo.

Artículo publicado en el diario HOY el lunes 31 de mayo de 2021




20 de mayo de 2021

ESTO DEL TIEMPO

 



Hay momentos en los que no sabes si estás viviendo una realidad irrefutable, un cambio histórico o un disparate.
Rememoro los cambios en una vida que acarreo, no excesivamente larga, pero si intensa, y aún me paro a pensar, con más frecuencia de lo normal, ¿qué demonios es el tiempo? ¿Ha sido importante lo que he vivido?, ¿cómo he digerido los cambios técnicos?, ¿me ha servido de algo la velocidad en todo?, ¿era más feliz quieta, o a miles de revoluciones?, ¿soy feliz, o sólo me lo parece?
La actual ministra de innovación, cambio climático, agenda 2030, o como más se titule, me da miedo. Es la señorita Rotenmeyer de mi conciencia. Me provoca siempre la sensación de haberme equivocado desde el primer momento de los días en los que empecé a tomar decisiones por mi cuenta. Haber comprado siempre coches de gasoil ha sido, creo, lo peor que le he hecho a la humanidad en general. Haberme declarado taurófila, amante sin ambages de la fiesta de los toros como algo consustancial con el ser meditarráneo, espacio en el que nací, por cierto, creo que es un error, que tiene de malo que no lo sé corregir, porque me siguen gustando los toros. Que considere que la caza es un deporte maravilloso, cuidadoso con el medio ambiente, generoso, la demostración del tú a tú entre la naturaleza y el hombre, y que reconozca que todo ha de vigilarse porque el ser humano tiende al exterminio sin más, me inquieta, porque tampoco soy capaz de abandonar esta idea, por muchos gritos que me den al oído.
El tiempo anterior al reconocimiento de todos estos disparates que cometo de acción y opinión, fue mucho más amable.
Mi primer coche de gasoil hizo que me sintiera libre, y el que tengo ahora, también de gasoil, es tan viejecito que, aunque no necesita atención alguna, me han dicho por escrito que no les gusta.
He dejado de volar porque me registran a toda prisa y no hay tiempo para nada cuando trato de explicar que los callos envasados se los llevo a un amigo inglés que me los ha pedido como última voluntad.
Sigo cuentas de Instagram de cazadores avezados por el mundo entero, pero ellos mismos me advierten del peligro que supone que alguien se entere de que sigo mirando animales muertos, y casi apago la luz para mirar esas maravillosas fotografías que cuelgan en las redes, después de saltar el anuncio pacato de “estas imágenes pueden herir su sensibilidad”. 
A los toros voy en directo y en diferido y no me arrepiento. Lo lamento señores.
Guardo el recuerdo imborrable de una mañana, a las once, sentada en la avenida de las esfinges de Giza, nadie a mi lado, nadie a lo lejos, silencio profundo, polvillo que el aire levanta en remolinos como queriendo limpiar el ambiente y allí, el tiempo se paró. No hice fotografías, no dibujé, no hablé con nadie, pensé sólo en quienes se dejaron la vida para edificar ese paseo que desemboca o en el templo de Luxor o en el de Karnak, según de donde parta el recorrido, esos seres que no existían porque el tiempo pasó.
Así estoy. Que no sé si voy o vengo en el tiempo.

Matilde Muro Castillo.

Artículo publicado en el diario Hoy de Badajoz el lunes 17 de mayo de 2021.




5 de mayo de 2021

AVISO A NAVEGANTES

 


La situación actual nos hace pasar muchas horas en casa, viendo noticias, leyendo periódicos, descargando novedades en el ordenador, en el móvil, viendo las cuentas del banco, haciendo cálculos de cómo terminar el mes, viendo que las comisiones surgen como por arte de magia, que no hay de dónde tirar y que es mejor quedarse en casa, además de por el virus, porque no hay posibilidad de gastar.
En esa mezcla de comportamientos, llaman la atención las sucesivas comunicaciones de los bancos que ganan miles de millones de euros, así como ejecutar acciones de despido de miles de empleados, a los que se les ha imbuído un comportamiento agresivo, despreciativo y rayando en lo canalla con los clientes, que son los que depositan las ganancias en las cuentas, que dicen que son de los propios clientes, pero la verdad es que son de los presidentes, ejecutivos y accionistas de los bancos.
Si tienes que pagar un recibo de cualquier cosa, has de levantarte cuando el banco lo dice, porque después de las diez de la mañana no cogen dinero. Si quieres ingresar dinero has de pagar comisión para que los señoritos se laven las manos a la hora de tocar el dinero. Si devuelven un recibo y lo quieres abonar en efectivo, no les parece correcto y te vuelves a casa porque el empleado ha decidido que ni levanta la vista de lo que está haciendo, y no se va a molestar en atenderte.
No se te ocurra ir a ver a alguien responsable del último desmán, porque lo más posible es que tengas que pedir cita previa y arrastrarte para que te den explicaciones de los cambios de normativa que, por su cuenta, aplican sin comunicarte nada inteligible y, menos aún, posible de leer si no es con lupa microscópica.
En esta cueva de desprecios, manipulaciones, malos tratos, vejaciones y humillaciones se han convertido los bancos con sus clientes.
Es tan bochornoso, lacerante y falto de sentido esta situación, que alguien va a tener que tomar cartas en el asunto.
Sé que están de acuerdo conmigo todos menos los bancos y sus serviles trabajadores, que ocultarán la cabeza detrás de la “obediencia debida”, pero que no tiene un pase dentro de la moral, educación y comportamientos contractuales que no exijan en la relación entre las partes la intervención de la justicia, como está ocurriendo en la mayoría de los casos, en los que la usura aparece en la mayoría de la sentencias que los tribunales emiten cuando los clientes de los bancos dan el paso de acudir a los abogados a intentar defenderse con sus devastadores contratos.
Están llegando a límites insoportables. Les han llegado a llamar la atención desde el gobierno (que no es valiente precisamente) por su comportamiento, los ciudadanos estamos hartos de comisiones salvajes, atención deficiente e imposiciones inaceptables, amén de tener que enterrar nuestras vidas si se nos ocurre usar sus servicios, con los que están dados de alta como empresa: el dinero.
Aviso a navegantes. Nos estamos cansando y somos más. Por mucho dinero que tengan y más que quieran, una vez pasó que David ganó a Goliat. Puede repetirse.

(Artículo publicado en el Diario HOY de Badajoz el lunes 3 de mayo de 2021)

Matilde Muro Castillo.





23 de abril de 2021

DIFÍCIL




DIFÍCIL

Matilde Muro Castillo


Cada quince días aparezco por aquí con la ocurrencia oportuna, y es difícil acertar con algo que pueda interesar a la mayoría de los que amablemente me leen.
No crean que no me devano los sesos tratando de dar con el clavo, porque soy fiel seguidora de cualquier medio de comunicación, pero cuesta mantenerse al margen de opiniones ajenas para que no me tachen de oportunista o copiona, para que no lleguen a deducir que me dedico a dar lecciones de todo, sin saber de nada exactamente. Para evitar que el periódico me diga que me dedique a otra cosa, o no dejar de lado a los fieles (que saben quiénes son y no necesito mencionar) y menos aún, para no caer en la desgana de la falta de obligación que además me hace feliz.
Me sale del alma escribir sobre Rocío Carrasco y decirle que la vida le proporcione la paz que ella ha llevado a muchas mujeres, pero es corto el mensaje y no da para más. Querría escribir sobre Isabel Díaz Ayuso, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, Úrsula von der Leyen, el entierro del Duque de Edimburgo y los comentarios atroces de los periodistas que sólo mienten cuando hablan de sus nietos, del presidente turco, del Papa, de los policías de Estados Unidos que alientan una salvaje violencia callejera, de los problemas de la vacunación, de la ruina que se avecina por todas partes … de tantas cosas que llenaría sola el periódico, pero no me dejan.
La verdad es que mi cabeza ahora descansa en el mundo de los libros. Los libros me llenan el alma, me acompañan, me recreo en contemplarlos sin necesidad de leerlos. Me interesa todo lo que suponen: objetos cálidos, diseñados por artistas que emplean su esfuerzo en que vean la luz. Los impresores que agotan las existencias de las tintas y el papel mientras llegan las nuevas remesas, amén del autor que se ha desnudado para contar su yo más íntimo a quien no conoce. El olor que desprenden al abrirlos, el polvo espantoso que acumulan y nos hacen decidir a veces entre ellos o diferentes compañías, el contenido que atesoran y me parece que tendré que descubrirlo porque no he leído todo lo que pasa por mis manos, y ahí está esperando que formen parte de mi vida o… no sea posible y sigan siendo el tesoro que supongo guardarán para mejor ocasión.
Ahora estoy sumida en el mundo de los libros más que otras semanas. Es la del libro, es la semana en la que el libro es el protagonista de más vidas de las habituales, es la semana de Cervantes, de Shakespeare, de Landero, Marguerite Yourcenar, Heinrich Böll, Almudena Grandes, Bartolomé José Gallardo, Lewis Carroll, Santa Teresa de Jesús, Sor Juana Inés de la Cruz, Pedro Cieza de León, Rosa Montero… mis escritores favoritos, los que alientan mi vida cotidiana, los que me ayudan a distinguir entre lo necesario y lo imprescindible, lo claro y lo grisáceo, el humor y la grosería, la piel y el alma. 
Esto que les he contado es lo que alienta la columna de esta semana que, sin darme cuenta, se ha terminado.

Esta columna ha sido publicada en el diario HOY de Badajoz el lunes 19 de abril de 2021
 

8 de abril de 2021

LA HUCHA




España ha sido siempre un país pobre, que de repente se ha creído rico y ha tirado por la borda la inmensa fortuna de la que disponía sin saberlo: sus habitantes.

Desde que perdimos el oremus la cosa ha ido de mal en peor. No reconocemos las hazañas protagonizadas por paisanos que atravesaron el mar sin saber nadar, con el arma de la religión y el vello corporal, para asustar a los habitantes del otro lado del océano y ahora agachamos la cabeza cuando nos llaman asesinos, ladrones, invasores y toda clase de lindezas insoportables.

No nos damos por aludidos cuando se habla del esplendor de nuestro arte, de la belleza de nuestra lengua, de lo insólito de nuestra literatura, del sueño de nuestros paisajes, las arenas de nuestras playas y la bondad de nuestro clima.

Tenemos tendencia a mirar hacia afuera. A lo nuevo, lo escandaloso, lo que no sale de aquí, lo que nos prestan más que lo que conseguimos con esfuerzo, lo que nos venden más que lo que vendemos, lo que crean sin reparar previamente en nuestros creadores … y poco a poco, la hucha de lo que se puede atesorar se vacía.

Ahora esta situación pandémica nos arrastra al interior de España, nos prohíbe disfrutar de la costa, nos impide salir de las regiones y ¡oh maravilla! Hay una España llena de personas con las que nos identificamos, museos que desconocíamos pero que estaban ahí, fiestas populares que se han refugiado en los balcones porque no sirven las aglomeraciones de las plazas. Ahí, a nuestro lado está la fábrica del queso que compro en la gran superficie, más allá los panaderos de toda la vida que pensaba que habían muerto, a la vuelta de la esquina siguen los cordeleros pasando penurias como nunca antes. Ahora, que hay más silencio, se escucha el ensayo del violoncelo por las tardes en el balcón de enfrente, se oyen pájaros que parece que han vuelto, y es verdad que nunca se fueron, el perro de la vecina ha dejado de ladrar porque ella está a su lado todo el día mientras trabaja desde casa, y sale con él a pasear cuando aborda la calle.

Ahora, siempre ahora, gastamos menos porque nos quedamos agazapados ante el embate de la fiera invisible, llenamos la hucha y a pesar de este ejercicio de contención y los buenos resultados de la cuenta corriente, seguimos siendo pobres españoles que no sabemos administrar nuestro ser y estar en el mundo.

Nos falta orgullo de pueblo, querernos a rabiar sin enfrentamientos, echar fuera de nuestro ser el reproche, el odio inmisericorde al ajeno por distinto, bajo, alto, bueno o cruel; y nos dejamos que se rían desde fuera de nosotros, como si esa risa no fuera más que envidia de lo que tenemos y no sabemos ver.

Nuestra torpeza es la falta de visión. No saber que la hucha se puede romper, y que lo que guardamos con vergüenza y desconocimiento, es nuestro.

Ser español es un sueño, nunca una pesadilla. Si lo disfrutamos, las cosas irán mucho mejor, a pesar de los que no se lo creen.

Matilde Muro Castillo.


Este artículo ha sido publicado en el Diario Hoy de Badajoz el lunes 5 de Abril de 2021.







22 de marzo de 2021

QUEJAS



- Buenos días. ¿Qué tal el fin de semana?

- Espantoso. Lo he pasado poniendo lavadoras, planchando, arreglando la casa, haciendo comida para la semana, y me han tocado los niños porque su padre se ha ido de caza. Un horror.

- No lo entiendo. Si tienes tanto que hacer, que se quede sin caza.

- Sí. Es fácil para ti. Mejor no sigo hablando.

- ¿A ti cómo te ha ido el fin de semana?

- Pues como el resto de la semana. Muy mal. Metido en casa. Con miedo al virus este que me tiene agotado y muerto de miedo. No sé si he hecho algo. El ambiente es tremendo para tomar decisiones. Creo que no voy a hacer nada que no sea ir y venir, y veremos si no me doy de baja para poder soportar lo que nos queda.

- Pues dicen que nos vacunan rápido.

- ¿Rápido? No sabes lo que dices. Esto va para largo, porque nada funciona. No hay vacunas, no hay gente vacunando, no hay espacios, no hay nada previsto.

- Pues yo creo que se está haciendo lo que se puede. Esto es un tsunami que nos ha barrido a todos y habrá que reponerse.

- ¿Cómo te vas a reponer, si nadie nos hace caso? Nadie cobra, nadie vive, nadie gana para sobrevivir. Gracias a la ayuda de las Oenegés estamos tirando, ¿Si no? Ya me dirás de qué vivimos.

- Efectivamente la situación es dificilísima, pero con ese ánimo no tiramos. Es verdad que los alquileres son inasumibles, pero antes del Covid ya lo eran. Que los salarios son ínfimos, que las ayudas no llegan con rapidez, pero sólo oigo quejas y quejas.

- ¿Y qué quieres oír? 

- Un poco de ánimo. Un poco de alegría por seguir vivos frente a este monstruo que nos ha invadido. No sé. Dejar de protestar y echar una mano a quien no puede tirar de este carro tan pesado.

- Si, todo muy bonito, pero se han acabado las piezas para fabricar bicicletas y es la única cosa que funciona en la industria española, se han helado las frutas con Filomena, han suspendido la Semana Santa porque les ha gustado a los que mandan, se han cargado la industria de restauración, les ha explotado un cohete que nos ha costado una fortuna, las colas del hambre dan vueltas a las manzanas de los edificios de Madrid … puedo seguir hasta el infinito.

- No lo dudo. Con tus extintas ganas de vivir, nada se puede remontar. De todo lo que me cuentas, me creo la mitad de la cuarta parte y, si te sigo el rollo, me hundo hasta el final del túnel. Es todo tremendo, dura mucho, se ha llevado muchas vidas por delante, nos ha dejado un país esquilmado y endeudado para generaciones futuras, pero hay que salir como sea. Pobres, con una economía lastrada, con angustia por vivir, miedo y sin aparente futuro, pero las quejas me hartan, y producen más canas de las que puedo aguantar. Mañana martes, seguro que es mejor.

Matilde Muro Castillo.


Artículo publicado en HOY de Badajoz el 22 de Marzo de 2021.



10 de marzo de 2021

MÁS MUJERES

 



MÁS MUJERES

Matilde Muro Castillo.



Hoy, en medio de la bronca política habitual, echamos la vista dentro para seguir buscando la justificación, que no parece posible encontrar, del porqué de la presencia de la mujer en la vida cotidiana desde el principio de la humanidad, y hasta ahora.

Han aparecido las matemáticas de la NASA, la descubridora del radio, la inventora de Internet, la creadora de la tortilla francesa, las de detrás de todos ellos, las que silenciaron, las que chillaron, las que se revolvieron y las que murieron en silencio dejando escritos asombrosos de filosofía, literatura y teatro, aunque fuera su marido el que firmaba las obras y recibía aplausos sin fin, las denostadas por saber pensar, las rapadas por ser comunistas, las que hicieron de su vida la de los demás.

El esfuerzo por el reconocimiento es ímprobo y seguirá siendo inagotable, porque la capacidad de ocultación de los modos y maneras de la sociedad que nos hemos dado, es tan eficaz que, aunque pensemos lo contrario, las mujeres seguimos siendo objetos de sospecha, poco valoradas, puestas en duda habitualmente, tachadas de fantasiosas, tenemos días malos, pensamientos alterados, y comportamientos provocadores, todo frente al otro género que puebla la tierra.

La mala fama no hace falta que explique de quién es, el mal aspecto ¿para qué contar?, el descuido es reprochable siempre, la impuntualidad, la falta de perfeccionismo, el depósito de la confianza en la intuición, adelantarse a las ocurrencias de los hijos, saber qué puede pasar sin explicación alguna, vivir con lo imposible, sacar algo de donde no hay nada, no sé si son reproches o habilidades, porque el discurso social confunde de tal manera, que se asienta en alguna parte del cerebro colectivo que no duda en manifestar diferencias donde no debería de haberlas, porque la convivencia entre ambas partes es el origen de nuestra vida.

No voy a entrar en la discusión del “y tú más”, pero es inaceptable el “y tú menos” porque no hay razón alguna para ello.

Mi vida ha sido feliz gracias a la mujer más importante de ella. Mi madre. A pocas personas he conocido que no tengan a su madre como el referente único en el que mirarse, la persona de la que despedirse, la que siempre ha estado ahí para todo, la que ha adornado los sueños, dulcificado las pesadillas, educado el gusto, el tacto, el oído, la vista, el olor. La que ha velado las enfermedades, leído cuentos, recomendado los destinos y enamorándose con nosotras, llorado los abandonos y entendiendo los fracasos. Las madres somos todas mujeres, y me cuesta aceptar que seamos objetos de todo tipo de uso para el otro género, y que cuando destapamos la caja de los truenos desarrollando habilidades semejantes, nos transformemos en la diana de los bajos instintos de los que no nos ven como iguales.

Lo peor es el silencio, seguir calladas, seguir aguantando todo este horror que en algún momento de la vida se torció de tal manera, que cuando ahora veo a seres masculinos en la televisión poniendo la comida al perro o al gato, me da pena porque creo que, si aciertan en la publicidad, las mascotas desaparecen.


Artículo publicado en el Diario HOY el 8 de marzo de 2021.


22 de febrero de 2021

SOMOS LISTOS

 



En medio de la desesperación generalizada, que se traduce en silencio en la mayor parte de la población, aunque el ruido mediático vaya por otros lares, no dejan de ocurrir acontecimientos que en breve nos cambiarán la vida.
Lo de la brevedad me lo parece a mí, que ahora dispongo de distancia para ver las cosas de antes, y como no cesan de repetir la importancia de la carrera espacial para el cambio de nuestros comportamientos, y los hallazgos científicos que la justifican, me ilusiono como cuando en el año 1969 mi madre nos levantó a todos los hermanos a ver la llegada del hombre a la luna, y lo vimos, y lo podemos contar. Y ahora tenemos papel de aluminio, microchips, telefonía móvil, cristales de gafas que no se rayan, microondas y mil cosas más que han ido apareciendo en el día a día, como si de algo espontáneo se tratara y no procediera de ese momento mágico en el que no se sabía que si Amstrong saltaba demasiado de alegría sobre la superficie de la luna, podría desaparecer en el infinito. 
Ya estamos en Marte con otro chisme que rueda, pero esta vez lo controlamos desde la Tierra. Hay allí (dicen) más aparatos que han recogido datos y los han enviado, y no sé si todavía siguen mandando fotos; pero el éxito del último es que se controla, se ve, se maneja y manda fotografías en blanco y negro y en color, videos, y lo que es mejor: sonidos del silencio que hemos dado por supuesto a un lugar que no habitamos los amantes de la fiesta, ruidosos, invasores y locos humanos a los que una pandemia, provocada por nosotros mismos, ha encerrado en casa para que dejemos descansar al planeta que habitamos. 
Somos listos, pero carecemos de inteligencia. Desviamos la atención de nuestros comportamientos, y ahora queremos salir de aquí cuanto antes, porque los que saben dicen que va a venir algo peor de lo que ya tenemos. Las pandemias se repetirán y no estamos dispuestos a evitarlas. Mejor nos vamos. Establecemos colonias en otros mundos y a vivir que son dos días.
Somos listos, porque nos lo creemos. El éxito indudable del robot en Marte pone una pica en los hallazgos científicos a los que se dedican ingentes cantidades de horas de trabajo bien pagado y no se pone límite a los materiales empleados.
Nuestra conciencia no nos deja reconocernos. No critico el progreso, sólo faltaba, pero ante este acontecimiento miro hacia dentro y pienso que la reacción de escapar del horror que nos ha tocado vivir, y que se va a repetir, no es la cuestión. Hacer frente a las circunstancias, salvar el planeta Tierra, porque se puede, emplearnos a fondo en ello, volver a una vida más tranquila, menos competitiva, un poco más barata, sin fronteras en el alma, y con los ojos abiertos para que no se siga destruyendo lo que tenemos bajo los pies, sería más que conveniente.
Somos listos, pero a veces no lo parecemos.

Matilde Muro Castillo.

Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el 22 de Febrero de 2021.




8 de febrero de 2021

LA MINA

 


Foto de Instagram. Sin autor conocido.





LA MINA

Matilde Muro Castillo


En todos los medios a disposición del dinero, que son muchos, aparece la oportunidad de excavar a dos kilómetros de Cáceres una mina de litio, que dicen que va a cambiar el mundo.
En esa apreciación no se equivocan. Va a cambiar el mundo de una ciudad como Cáceres, asentada en el mismo lugar hace más de dos mil años, superviviente de guerras, enfrentamientos y miserias humanas, afianzada en su forma de ser humilde y poco chillona, en la que su principal caudal son los habitantes que, siglo tras siglo, han crecido creyendo que era el mejor lugar para criar a hijos que, sin grandes oportunidades, salieron al mundo a crecer y ser ellos mismos en otro lugar.
Es una forma de vida. Nadie se lo puede reprochar, pero nadie tiene derecho a hundirlos por una cuestión de dinero.
Ofrecen poner patas arriba veinte siglos de historia a cambio de mil puestos de trabajo y trescientos millones de euros. Ofrecen oscurecer la luz de la ciudad con polvo que todo lo pringa. Ofrecen destruir el paisaje de una sierra, la de La Mosca, con impacto ambiental que lo más probable es que contamine los acuíferos de una ciudad que no tiene río, que no tiene más agua que la subterránea y las acumulaciones a cielo abierto que se producen cuando llueve, y es probable que llueva suciedad, polvo y veneno sobre el agua que se beba.
Entrarán como elefantes en cacharrería en un lugar habitado por la paz de la dehesa, la sequía insoportable de los veranos y el soportable frío invernal, porque no es húmedo.
El plan durará treinta años y ahora dicen también que se van a comer el campo cercano al proyecto de instalación de la religión budista en Cáceres.
Imaginemos que han transcurrido treinta años. Cáceres será inhabitable, la gente se habrá alejado del lugar, nadie vendrá a rezar su religión (la que sea) y al final pasará como ocurrió en el paisaje de Las Médulas de León, esquilmado por los romanos buscando oro: muy bonito pero inhabitable después de dos mil años.
La contraprestación al daño es tan absurda, causa un cambio tan brutal, es tan escandalosa, que parece mentira que alguien se lo haya permitido plantear. Si leen ABC del 30 de enero de 2021, se les pondrán los pelos de punta. Si leen la opinión de profesor Mora Aliseda en el periódico Extremadura del 31 de enero de 2021 acerca de las bondades de la mina, se llevará las manos a la cabeza, porque confía en la administración como vigilante de condiciones que no se pueden cumplir, si se leen otros artículos, empieza a oler a sucio.
La mina es una canallada, otra más, en el terreno de los que nunca gritan porque hace falta dinero para gritar y no lo tienen. Con dinero comprarán voluntades de los que pueden aprobar el proyecto, y los ciudadanos tenemos la obligación de manifestar nuestra oposición a que deshagan nuestra forma de vida milenaria, nuestro paisaje y nuestras religiones.
La religión del dinero, sólo aporta muerte, violencia y degeneración.
Si quieren coches eléctricos, hay que cambiar el sistema. Investiguen en coches de agua de mar, que de esa hay mucha y Cáceres no tiene.

Artículo publicado en www.hoy.es el día 8 de febrero de 2021.



23 de enero de 2021

LA AORTA

 




LA AORTA



Cuando los Beatles aparecieron en mi vida desarrollé mentalmente la necesidad de aprender inglés y, como muchos españoles de mi generación, adopté las letras de sus canciones como diccionario y modo de conversación, mientras en mis centros de estudios aprendía francés sin conversar con nadie, sólo de oído.
En diciembre de 1983 van y matan a tiros a John Lenonn en la puerta de su casa. El sobresalto me dura, porque había conseguido aprender la letra de Imagine, que se transformó en mi himno vital, ahora huérfana y sobrecogida.
Pasan los años y uno se envuelve como una croqueta en los acontecimientos cotidianos y parece que no se entera de nada de lo que ocurre, pero las cosas que pasan fuera de la familia y tu entorno propio, no te dejan descansar, y hoy tengo la sensación de ir creciendo a fuerza de sustos insoportables.
La colza me aterró. No sabía qué era tal cosa, y aunque desapareció como apareció en nuestras vidas, dejó tal cantidad de afectados enfermos, que aún me dura el recuerdo.
Antes de la muerte de Lenonn se había muerto un Papa de repente. Empiezan las especulaciones y se hacen toda clase de investigaciones y presupuestos, sin que aún sepamos qué ocurrió, si no es el sobresalto del fallecimiento inesperado.
Se muere Franco, empieza la democracia, asesinan a abogados que trabajaban en sus cosas legales, tratando de poner orden en una España desarbolada. Y el corazón va y viene a golpe de susto, imprevisto y sensación de estar en manos del albur, porque no hay quien prevea lo que puede suceder dentro de media hora en cualquier parte del mundo, ya que todo nos afecta, gracias a las redes de comunicación, como si fuera cosa propia.
Los terroristas, que trabajan sin descanso y no tienen ideas buenas, deciden volar las torres gemelas de Nueva York. No creo que tenga que relatar las consecuencias. El espanto de aquello aún lo sufrimos y nuestros hijos y nietos serán víctimas de ese acontecimiento por las reacciones de los gobernantes que se vieron humillados por semejante atrocidad.
Guerra de Irak, y allá vamos locos a masacrar a pueblos que tienen tanto que ver con el terrorismo como nosotros, pobrecitos ciudadanos de a pie que tenemos luz natural y para de contar, porque de lo demás, dependemos de quien manda.
Un tsunami mata a más de veinte mil personas en el Pacífico un día de fin de año. Desaparecieron costas, islas, países, repúblicas, turistas, naturales del lugar. Subió el mar y configuró nuevos perfiles en los mapas. La herida no se ha cerrado desde Suiza a Madagascar.
Pandemia de Covid. ¿Qué les voy a contar? Miedo, angustia, terror a relacionarse, tristeza, muertes y soledad.
Asalto al Congreso de USA. Se me ha derrumbado parte de mi mundo seguro.
He dejado fuera la vida desde dentro, la que nos duele y no cierra heridas, la que marca las agendas de todos y cada uno con ausencias, desapariciones, enfados, fracasos y tristezas, porque esa sólo pertenece a cada uno y nadie entendería los porqués.
Ahora comprenderán que tengo la aorta dada de sí y a veces pienso que es de plexiglás.