20 de mayo de 2021

ESTO DEL TIEMPO

 



Hay momentos en los que no sabes si estás viviendo una realidad irrefutable, un cambio histórico o un disparate.
Rememoro los cambios en una vida que acarreo, no excesivamente larga, pero si intensa, y aún me paro a pensar, con más frecuencia de lo normal, ¿qué demonios es el tiempo? ¿Ha sido importante lo que he vivido?, ¿cómo he digerido los cambios técnicos?, ¿me ha servido de algo la velocidad en todo?, ¿era más feliz quieta, o a miles de revoluciones?, ¿soy feliz, o sólo me lo parece?
La actual ministra de innovación, cambio climático, agenda 2030, o como más se titule, me da miedo. Es la señorita Rotenmeyer de mi conciencia. Me provoca siempre la sensación de haberme equivocado desde el primer momento de los días en los que empecé a tomar decisiones por mi cuenta. Haber comprado siempre coches de gasoil ha sido, creo, lo peor que le he hecho a la humanidad en general. Haberme declarado taurófila, amante sin ambages de la fiesta de los toros como algo consustancial con el ser meditarráneo, espacio en el que nací, por cierto, creo que es un error, que tiene de malo que no lo sé corregir, porque me siguen gustando los toros. Que considere que la caza es un deporte maravilloso, cuidadoso con el medio ambiente, generoso, la demostración del tú a tú entre la naturaleza y el hombre, y que reconozca que todo ha de vigilarse porque el ser humano tiende al exterminio sin más, me inquieta, porque tampoco soy capaz de abandonar esta idea, por muchos gritos que me den al oído.
El tiempo anterior al reconocimiento de todos estos disparates que cometo de acción y opinión, fue mucho más amable.
Mi primer coche de gasoil hizo que me sintiera libre, y el que tengo ahora, también de gasoil, es tan viejecito que, aunque no necesita atención alguna, me han dicho por escrito que no les gusta.
He dejado de volar porque me registran a toda prisa y no hay tiempo para nada cuando trato de explicar que los callos envasados se los llevo a un amigo inglés que me los ha pedido como última voluntad.
Sigo cuentas de Instagram de cazadores avezados por el mundo entero, pero ellos mismos me advierten del peligro que supone que alguien se entere de que sigo mirando animales muertos, y casi apago la luz para mirar esas maravillosas fotografías que cuelgan en las redes, después de saltar el anuncio pacato de “estas imágenes pueden herir su sensibilidad”. 
A los toros voy en directo y en diferido y no me arrepiento. Lo lamento señores.
Guardo el recuerdo imborrable de una mañana, a las once, sentada en la avenida de las esfinges de Giza, nadie a mi lado, nadie a lo lejos, silencio profundo, polvillo que el aire levanta en remolinos como queriendo limpiar el ambiente y allí, el tiempo se paró. No hice fotografías, no dibujé, no hablé con nadie, pensé sólo en quienes se dejaron la vida para edificar ese paseo que desemboca o en el templo de Luxor o en el de Karnak, según de donde parta el recorrido, esos seres que no existían porque el tiempo pasó.
Así estoy. Que no sé si voy o vengo en el tiempo.

Matilde Muro Castillo.

Artículo publicado en el diario Hoy de Badajoz el lunes 17 de mayo de 2021.




5 de mayo de 2021

AVISO A NAVEGANTES

 


La situación actual nos hace pasar muchas horas en casa, viendo noticias, leyendo periódicos, descargando novedades en el ordenador, en el móvil, viendo las cuentas del banco, haciendo cálculos de cómo terminar el mes, viendo que las comisiones surgen como por arte de magia, que no hay de dónde tirar y que es mejor quedarse en casa, además de por el virus, porque no hay posibilidad de gastar.
En esa mezcla de comportamientos, llaman la atención las sucesivas comunicaciones de los bancos que ganan miles de millones de euros, así como ejecutar acciones de despido de miles de empleados, a los que se les ha imbuído un comportamiento agresivo, despreciativo y rayando en lo canalla con los clientes, que son los que depositan las ganancias en las cuentas, que dicen que son de los propios clientes, pero la verdad es que son de los presidentes, ejecutivos y accionistas de los bancos.
Si tienes que pagar un recibo de cualquier cosa, has de levantarte cuando el banco lo dice, porque después de las diez de la mañana no cogen dinero. Si quieres ingresar dinero has de pagar comisión para que los señoritos se laven las manos a la hora de tocar el dinero. Si devuelven un recibo y lo quieres abonar en efectivo, no les parece correcto y te vuelves a casa porque el empleado ha decidido que ni levanta la vista de lo que está haciendo, y no se va a molestar en atenderte.
No se te ocurra ir a ver a alguien responsable del último desmán, porque lo más posible es que tengas que pedir cita previa y arrastrarte para que te den explicaciones de los cambios de normativa que, por su cuenta, aplican sin comunicarte nada inteligible y, menos aún, posible de leer si no es con lupa microscópica.
En esta cueva de desprecios, manipulaciones, malos tratos, vejaciones y humillaciones se han convertido los bancos con sus clientes.
Es tan bochornoso, lacerante y falto de sentido esta situación, que alguien va a tener que tomar cartas en el asunto.
Sé que están de acuerdo conmigo todos menos los bancos y sus serviles trabajadores, que ocultarán la cabeza detrás de la “obediencia debida”, pero que no tiene un pase dentro de la moral, educación y comportamientos contractuales que no exijan en la relación entre las partes la intervención de la justicia, como está ocurriendo en la mayoría de los casos, en los que la usura aparece en la mayoría de la sentencias que los tribunales emiten cuando los clientes de los bancos dan el paso de acudir a los abogados a intentar defenderse con sus devastadores contratos.
Están llegando a límites insoportables. Les han llegado a llamar la atención desde el gobierno (que no es valiente precisamente) por su comportamiento, los ciudadanos estamos hartos de comisiones salvajes, atención deficiente e imposiciones inaceptables, amén de tener que enterrar nuestras vidas si se nos ocurre usar sus servicios, con los que están dados de alta como empresa: el dinero.
Aviso a navegantes. Nos estamos cansando y somos más. Por mucho dinero que tengan y más que quieran, una vez pasó que David ganó a Goliat. Puede repetirse.

(Artículo publicado en el Diario HOY de Badajoz el lunes 3 de mayo de 2021)

Matilde Muro Castillo.