27 de junio de 2023

EL VERANO

 


En mi infancia el verano empezaba el día de San Juan. Era el santo de mi padre y ya no teníamos colegio. Vivíamos en Cáceres en un piso que estaba sobre el horno de leña de una panadería y el invierno era estupendo, pero llegadas las fechas estivales el suelo de la casa quemaba, además de las temperaturas que, ahora nos dicen, eran olas de calor permanente. Llegado el día emprendíamos la emigración hacia Valladolid donde el invierno es insoportable y el verano más que amable.

Ese día de San Juan lo celebrábamos subidos en el coche los seis hermanos, madre, padre, algún que otro animal de compañía y el equipaje para tres meses de toda la tropa. No sé cuántas eran las horas de viaje. No había autovías ni nada parecido. Mi madre había hecho tortillas, croquetas, filetes empanados, y parábamos en Cantagallo, un lugar maravilloso a pie de carretera, que tenía piscina y nos dejaban comer y bañarnos, mientras los hermanos que se habían mareado al subir el puerto de Béjar, recuperaban el aliento y perdían el color cerúleo del mal rato de la travesía.

Como era fiesta, nos compraban helados y polos. Nos dejaban beber refrescos de gas y emprendíamos el viaje renovados, sabiendo que sólo nos quedaba otro tanto de camino, que mi madre se empeñaba en relajar con canciones en voz baja a coro, porque a mi padre los gritos infantiles le sacaban de quicio, y perdía la atención a la carretera amenazándonos de todo con el volante entre las manos.

Llegados a destino, tres meses por delante sin zapatos, en bañador desde el amanecer, aprendiendo a construir cabañas con zumaques, cazar ranas, hacer carreras, patinar sólo con un pie, usar bicicletas ajenas, urdir peleas entre primos, aprender a jugar al pin pon sobre puertas desechadas encima de burrillas de carpinteros, interpretar obras de teatro familiares, siestas siempre indeseadas, digestiones demasiado largas para volver a bañarnos, cuidado de huertos, plantar jardines, mover tierra de un lugar a otro, excursiones fascinantes de quinientos metros de distancia, poca televisión en blanco y negro, algún día excitante de ida a la ciudad donde nos volvían a poner los zapatos y nos reconciliábamos con la civilización yendo al cine en tropel: catorce primos de la misma edad a ver lo último y queriendo comer el bocadillo que nos habían preparado, antes de entrar.

Recuerdo esos veranos como una aventura única, lo mismo que les pasa a casi todos los que me lean, y me he permitido contarles esta realidad pasada para tratar de aliviar la carga pesada del veranito que nos están dando los candidatos a todo, en medio del desgobierno en el que este país está sumido, trufado de odios, insultos, amenazas de ruina inminente, catástrofes inminentes e invasiones de todo tipo.

No sé si ese viaje de catorce horas desde Cáceres a Valladolid de hace más de cincuenta años es la imagen de lo que nos va a costar llegar a disfrutar de algo bueno cuando este sufrimiento electoral pase. Lo que es seguro es que, o cambian mucho las cosas, o aquellos veranos seguirán siendo un recuerdo imborrable, frente a lo que nos queda por pasar.

Matilde Muro Castillo.

Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el 26 de junio de 2023.


12 de junio de 2023

ESTO NO VA

 



Después de haber recontado mil veces los votos y cambiado de opinión los votantes y los votados, estamos frente a una indecisión absoluta acerca de un futuro que todos nos prometían en campaña como lo mejor que iba a pasar en nuestras vidas. 
Si cuando llega agosto este país se para, cuando hay un puente largo se frena, Semana Santa es periodo en blanco, diciembre no cuenta porque tiene la Navidad tatuada, la feria de Sevilla arruina la vida de los del sur, los Sanfermines la vida de los del norte y así hasta que vuelve a empezar el año, y somos capaces de sobrevivir,  y dicen las cuentas públicas que avanzamos en todo de forma espectacular (no sé mucho de cuentas), imagino que saldremos de este momento de paralización absoluta sin necesidad de que nos decreten encierro en casa y mascarilla, porque lo que sí veo en mi entorno es que todo está parado.
Los funcionarios reciben órdenes de no ejecutar presupuestos aprobados, porque no vaya a ser que acusen, a los que aprobaron el gasto, de manirrotos, y los votantes pendientes de recibir lo prometido se han quedado mirando a las nubes y con hambre y problemas que a nadie parecen importar. Los nombramientos hay que pactarlos en medio de odios enconados, posturas irreconciliables y afirmaciones disparatadas, trufadas de exigencias sin pies ni cabeza. Los anuncios proféticos de los que se creen ganadores sin haber participado de la batalla son de dar marcha atrás en lo poco que se ha caminado después de la refriega feroz de cuatro años, o de unos avances, por parte de los que han tenido el bastón de mando, que nadie se cree, porque en el tiempo transcurrido durante el mandato no han hecho lo necesario para cumplir el programa anterior.
¿Es tan difícil entender lo que han dicho las urnas? Nos gustan todos los partidos, con las distintas intensidades que marcan los números, cada uno con sus defectos; y son tan viejos en estas lides que sabemos que no van a cambiar, y tampoco lo pretendemos. No nos importaría ver cómo gobiernan con acuerdos que no humillen a los contrarios, recogiendo ideas de unos u otros, pero sé que esto es un sueño infantil e ilusorio, impropio de una persona adultísima como yo, y eso me hace ser pesimista, porque esto no marcha. Este país se ha parado en nombre de la sospecha que unos hacen recaer sobre los otros, del insulto a los votantes por no haberlos elegido a ellos, y por si fuera poco el frenazo, se extenderá hasta después de ese verano que dicen que se ha estropeado por ir a las urnas un día, como si todos en España se pudieran permitir veranear más de un fin de semana.
Este país mío al que adoro a veces me entristece, como me pasa cuando veo que alguien decide tirar una ermita románica para evitar que los turistas vayan a verla. 
España es un ejemplo de patrimonio consolidado a lo largo de los siglos con una argamasa constituida por enfrentamientos, reencuentros, intransigencias y perdones a destiempo. Siempre lentos, demasiadas veces parados, y esto no va.  

Matilde Muro Castillo

    Artículo publicado en HOY de Badajoz el día 11 de junio de 2023.