11 de abril de 2022

ALEPO

 

ALEPO

Una brillante mañana del mes de abril de 1992 llegué a Alepo en Siria. Conducía yo desde Damasco un automóvil reparado como los cubanos, a fuerza de piezas elaboradas en fraguas ancestrales, remachada la carrocería con latas de refrescos, y la tapicería de un plexiglás que, en medio de esa temperatura desértica, pasaba a formar parte del atuendo de los pasajeros sin mayor esfuerzo, pegada con sudor y tierra como si hubiera nacido con ella.

Hotel digno, sin grandes estruendos, con desayuno incluido, y unos empleados que me dejaron la maleta y el equipo de fotografía en el suelo porque ellos no servían a mujeres. Ya me daba igual todo. Llevaba más de un mes correteando por ese país y cualquier desdén me resultaba familiar.

A la mañana siguiente me voy al museo a ver qué tienen, y no consigo llegar. Alepo es un sueño. Una ciudad de color sepia, donde las calles se entrelazan compartiendo espacio a puñetazos. Los balcones ocupan las sombras del de enfrente y el adobe brilla a fuerza del roce de los transeúntes que transitan sin cesar cargados con toda clase de mercancías, sin saber muy bien el destino de ninguno de ellos. La ciudad vieja se alivia en la plaza de la mezquita rodeada de árboles bien cuidados, y atravesar esa plaza supone volver al barullo frenético de una ciudad vivísima, en la que hay una gran cantidad de anticuarios que venden toda suerte de piezas que siguen saliendo de las excavaciones que, en teoría, iba yo a fotografiar. Locales diminutos que vomitan alfombras de lana de oveja sin teñir, alfombras de seda tejidas con primor, esculturas negras de basalto con inmensos ojos de marfil y ébano, piezas de barro que dicen venir desde Ugarit, panderetas de piel de cabra, sillas de montar camellos, collares de ámbar, y un sinfín de objetos que te transportan a la leyenda de las mil y una noches sin mucha dificultad.

Los habitantes son amables, sonrientes y no se sorprenden al verme sola paseando por la ciudad, pidiendo un kebab en la calle, no llevando hiyab y fotografiando todo lo que encuentro a mi paso.

Cuando llego al museo, los guardianes dormitan porque el calor es sofocante y hay muy pocos visitantes a los que vigilar. No me registran, ni me descalzan, ni me amenazan, ni me quitan la cámara, me dejan pasear, fotografiar todo lo que quiero, me siento en algunos bancos y dibujo. Se acercan sonrientes a ver qué hago y me ayudan a saber sobre el mapa dónde están los lugares que no debo perderme cuando salga del museo. Todos dicen que el zoco y la ciudadela. Voy al zoco y es tal la magnitud del mercado y la belleza de su arquitectura, que decido dejarlo para el día siguiente y para el siguiente la ciudadela.

Hoy no queda nada. Putin lo arrasó hace once años por una locura como la que está practicando en Ucrania. Putin acabó con el origen de nuestra civilización porque sí. Todos nos cruzamos de brazos porque estaba lejos.  Siria sigue desangrándose y nuestra historia yace enterrada entre escombros de bombas de Putin.

Despídanse de nuestros museos o hagan algo. Con mi llanto amargo no basta.

Matilde Muro Castillo.

Artículo publicado en el diario HOY el lunes 28 de marzo de 2022.


4 de abril de 2022

¡ALÓ PRESIDENTE!

 

Señor Presidente del Gobierno, con todos mis respetos.

Estoy admirada de su capacidad física para afrontar lo que los tiempos, que todos vivimos, no sólo usted, nos están deparando.

Es verdad que la comida, el aseo personal, la limpieza de casa, el cuidado de los hijos, las firmas de las notas, las fiebres y malas noticias hogareñas se las lleva su mujer, que imagino que no le hará las maletas, porque menudo trajín lleva usted de día y de noche haciéndose presente sin dudarlo allí donde usted considera que debe de estar y, aunque sea por sorpresa para todos, no falla.

Ahí radica mi inquietud y petición de explicaciones. Cuando usted se mueve de avión en avión, de reunión en reunión, de cónclave en cónclave, de carta en carta, de cumbre en cumbre, de parlamento en parlamento, de senado en senado, de centro de refugiados en cumbre de volcán, de recepción de cadáveres y va al funeral después, ¿se lo consulta a alguien, o es una decisión que le viene a la cabeza mientras en los tiempos perdidos (que alguno habrá), juega al baloncesto hasta caer agotado contra si mismo?

Es cierto que la gestión que demanda la situación mundial actual resulta frenética, pero se va a morir de un ataque de su mismidad.

Considero que, si usted consultara las cosas con alguien, si le aportaran ideas, si confiara en alguno de los que usted ha decidido que le sigan en esta enorme aventura que es el mandato político, su vida sería más larga y confortable. La de los ciudadanos que somos los que contemplan con estupor sus ocurrencias y vitalidad, a lo mejor también mejoraba y dejábamos de auto medicinarnos con pastillas contra la taquicardia o la subida de tensión.

No es que no le esté agradecida por el esfuerzo, todo lo contrario, pero veo en la distancia que está adoptando actitudes que no casan bien con el aparato democrático que nos hemos dado. Las prisas son enormes, desde luego, pero usted no puede estar como una escopeta de lado a lado dictando normas, y doblegando acuerdos, si la maquinaria del estado no permite ejecutarlos. Está cayendo en su propia trampa de establecer una burocracia que corta la comunicación con los ciudadanos, y hacerles creer a sus súbditos que lo que anuncia desde la cabina del último avión en el que se desplaza, va a ser posible.

No nos puede tener sometidos a una tensión emocional de cambios constantes de opinión, (armas si/armas no, por ejemplo), porque nos afecta más de lo que puede imaginar.

Por si no estábamos ya bastante inquietos, se le ocurre escribir al rey de Marruecos para darle la razón en no se sabe qué y que le invite al Ramadán, a comer en esa ceremonia de saltarse el ayuno y molestar a los creyentes. Hombre, es todo un poco raro y cogido por los pelos, amén del disgusto que, si se tira demasiado de esos pelos, pueden proporcionarnos los árabes, que no tienen nada de comprensibles con la vida humana.

Le ruego que explique algo, y si hace falta, copie a Chávez y por la mañana en la televisión que usted quiera, convoca un ¡aló presidente! y nos cuenta sin mentir qué es lo siguiente a lo que hemos de enfrentarnos.

Matilde Muro Castillo.

Publicado en el diario HOY de Badajoz el lunes, 4 de abril de 2022.