23 de enero de 2024

DECIDIR

 


Paso quince días anotando temas para escribir esta columna. Cuando llega el momento, la mayoría son tristes, desasosegantes, me incitan a la protesta constante, quiero abandonar, pienso en sacar un vuelo y perderme a ayudar por ahí, o buscar el pueblo en el que pueda entrar con mi coche sin etiqueta y echar una mano en su despoblación… ¡yo qué sé! Todo lo anotado se vuelve inservible en un plazo de tiempo tan corto, que no entiendo el empeño en seguir buscando temas que provoquen la respuesta de los lectores, o que el periódico decida si sigo o me voy.

Si repaso las reacciones de los lectores que alcanzan a ver la columna (no muchos, porque está sometida a restricciones informáticas y soy yo la que la distribuye de forma particular, al haber desaparecido casi los periódicos en papel) siempre reaccionan con cariño inmenso a mis recuerdos familiares, a las apreciaciones viajeras, a los descubrimientos de espacios únicos, o a mi amor inagotable por Trujillo. Ya está. No hay otro tema que toque que incite a la reacción abultada, y hoy, frente a los temas que he ido recopilando me enfrento a la decisión de seleccionar o incluso de borrar todo lo anotado.

No quiero dar mi opinión acerca de Netanyahu porque me detienen. Es mejor no decir cómo se manipula nuestra lengua en beneficio particular. El tema de la desaparición de las instituciones en manos políticas tampoco quiero tocarlo. Hablar de la riqueza exhaustiva y descarada frente a la pobreza más lacerante, es tan evidente que nada aportaría al tema que no fuera mi indignación. Que el engaño se ha instalado en las redes sociales no es motivo de sorpresa. Si me centro en el trato a las mujeres porque sí, sacaría lo peor de mí y no tendría paso lo escrito (lo guardo en mis documentos privados). Si me decanto por la mediocridad de la cultura y lo denostado de los que saben frente a los que medran, más de lo mismo anterior (al cajón de lo privado). Si les cuento de lo que me he enterado por terceros frente a actuaciones o inacciones de gobernantes, no respondería a la ética básica que debe presidir lo que uno escribe: fuentes fiables. Si me rebelo frente al abuso de los que ostentan autoridad mediocre (bancos, eléctricas, petroleras, informáticas … ) y la ponen en marcha frente a los desfavorecidos, me repito.

Tengo la impresión de que los hermanos Grimm dieron con la clave de estas dudas que me invaden. He leído hace nada El abuelo y el nieto y me pareció sorprendente que hubiera sido publicado en aquella época, donde la vejez se alcanzaba con dificultad y no había forma de protestar ante aquella situación puramente biológica. Seguí leyendo El enano saltarín, Raputzín, Las tres hojas de la serpiente, Madre nieve y así hasta terminar el volumen que cayó en mis manos de los cuentos menos populares de los Grimm, y a lo mejor he encontrado el libro de estilo de cómo se puede escribir ahora sin someterte a inquietud, no tener lectores y divertir a los fieles.

Voy a pensar estos días cómo escribo para ustedes y sigo recordando sin parar que el destrozo de la muralla de Trujillo sigue sin freno, en manos de Diamond Foundry, Iberdrola y el Ayuntamiento. A ver qué sale.


8 de enero de 2024

MODERNIDAD

 

Los Reyes Magos me han puesto en mi sitio. Han decidido que soy demasiado analógica, escribo con estilográfica, soy la mejor cliente de Correos Postal de mi pueblo, y llevo reloj con agujas. Uso discos de vinilo, atesoro casetes y bolígrafos Bic para reponer las heridas del magnetófono que tropieza de vez en cuando con tuercas que se aflojan, enredando la cinta donde guardo voces desaparecidas y músicas que nunca fueron populares. Veo televisión sólo en cinco canales porque mi cacharro tiene más de veinticinco años y no deja que me conecte a las plataformas.

Mantengo una buena relación con SS.MM. de Oriente y, conocedores de mis dificultades de adaptación al mundo en el que vivo, han tomado cartas en el asunto.

Me han instalado una televisión, sustituyendo la anterior, que he tenido que quitar cuadros de la pared y mesas de en medio porque no cabía. Eso sí, no hace falta que la toque, porque sólo con hablarle obedece mis órdenes. Veo lo que quiero sin tener que buscar entre más de los cuatro mil canales de los que ahora dispongo (no exagero, se lo aseguro, son más de cuatro mil). De momento sólo le pido de viva voz los cinco que conozco, hasta que dentro de unos años me haga con alguno más de los que el demonio de cacharro tiene en su nube, porque todo está en la nube, aunque viva yo en el pueblo con el cielo más bonito y despejado que nunca he conocido. De verdad que la cosa es espectacular. Los paisanos que transitan por el pantallón parece que van a darme la mano, y me las estoy prometiendo más que felices con los Juegos Olímpicos, de los que no tendré que sacar entradas, porque desde casa les pasaré toallitas y llenaré las cantimploras a los del Maratón.

Tengo la casa sembrada de aparatos de radio. Soy fanática del ruido musical por todas partes, si puede ser ópera o piano, mejor. En la cocina disponía de una radio con cable de tela, a la que tuve que cambiar el enchufe porque ardió, pero seguía funcionando. Tenía sus días. Había veces que no sonaba ni a golpes, otras, perdía el sentido, y la mayor parte de las veces un ruido ajeno a la programación invadía sus emisiones, pero es bonita y me había hecho a ella.

SS. MM. Me la han cambiado por una especie de caja negra de tacto amable, que no ocupa lugar y, de nuevo, atiende a mi voz sin poner pega alguna. Me tiene emocionada, porque el sonido del chisme es limpio, impecable y embriagador. Le pido lo que quiero y me paso el día oyendo la música que me embriaga, hasta el punto de desplazarme a la cocina a trabajar. 

No sé si esto es modernidad, pero la verdad es que me ha hecho la vida más amable, porque veo y oigo las cosas de otra forma (física).

De cualquier modo, no voy a abandonar a Correos, menos aún a la estilográfica, seguiré poniendo vinilos y mis cintas de casete son intocables. 

Poco a poco. Todo de repente no es bueno, pero gracias Majestades por pensar en mí. Es lo que más me ha gustado.