17 de septiembre de 2019

MI MÓVIL


Motorola StarTac 130 de 1998



MATILDE MURO
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HA escrito Joaquín Sabina que el móvil y los selfis le han apartado de los bares, y no hay gente más lista en el mundo que la que nos hace felices cuando crean, como a él le pasa.
Mi móvil, al que siempre he considerado un bebé rabioso y maleducado por mi culpa, llora cuando le place, chilla si no le hago caso, se enciende y apaga por su cuenta, de repente parece muerto porque no suena y voy y me sobresalto, como si fuera una primeriza a la que le parece que el niño ha dejado de respirar. Lo miro sin cesar, no me separo de él y le implanto cosas constantemente, le descargo aplicaciones, lo lleno de contactos y tecleteo mi vida en él, para los demás al parecer, y sin quererlo ni saberlo, se ha transformado en algo imprescindible en mi vida, sin querer que lo sea, porque no soy adicta a nada (me parece).
Ahora de él me sorprenden las llamadas constantes que recibo de entidades bancarias desconocidas que me ofrecen dinero a raudales, tarjetas de crédito de oro y platino y me cuentan cosas extraordinarias de todo lo que me va a ocurrir si atiendo sus requiebros.
Pero lo más curioso de todo es que también me llaman entidades bancarias, que sí conozco, para que les pague el descubierto del mes sí o sí. Me amenazan con procedimientos salvajes de embargo de mis bienes (mis males, mejor), de escritos desagradables y amenazas brutales, que me dejan tan tranquila porque me he acostumbrado y siempre pago, digan lo que digan.
He leído que con mi móvil me siguen a todas partes y son conocedores de mis algoritmos, de mis caprichos y caminatas. Que usan mis fotos. Que me persiguen y vigilan sin cesar. Saben todo de mí y he llegado a la conclusión de que el bebé furioso se ha transformado en un chivato impenitente, pero que algo le falla porque, si por un lado me ofrecen dinero sin condiciones, y por otro lado me piden que pague, el niño este es un enreda al que le queda mucho por conocer de la vida de los demás, hacerse mayor y que caiga en manos de alguien que sepa educarlo como dios manda.
Voy a seguir las instrucciones sabias de Joaquín Sabina: me voy a alejar de los bancos porque, hasta lo de ahora, son los que me persiguen para bien y para mal. Lo de los bares de Sabina me va a costar más, dejar de escribir en el móvil es complicado, eliminar los contactos me resulta dramático porque tengo aún los móviles de quienes ya no están aquí, y guardo grabaciones de voces de quien ya no habla, pero sí, voy a intentar educarlo y no atender sus llamadas de atención extemporáneas.
Empezar por los bancos me parece buena cosa, aunque me da miedo de que me quemen el terminal. Los bancos pueden con todo. Creo que voy a aceptar la próxima tarjeta de platino que me ofrezcan.








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