8 de abril de 2021

LA HUCHA




España ha sido siempre un país pobre, que de repente se ha creído rico y ha tirado por la borda la inmensa fortuna de la que disponía sin saberlo: sus habitantes.

Desde que perdimos el oremus la cosa ha ido de mal en peor. No reconocemos las hazañas protagonizadas por paisanos que atravesaron el mar sin saber nadar, con el arma de la religión y el vello corporal, para asustar a los habitantes del otro lado del océano y ahora agachamos la cabeza cuando nos llaman asesinos, ladrones, invasores y toda clase de lindezas insoportables.

No nos damos por aludidos cuando se habla del esplendor de nuestro arte, de la belleza de nuestra lengua, de lo insólito de nuestra literatura, del sueño de nuestros paisajes, las arenas de nuestras playas y la bondad de nuestro clima.

Tenemos tendencia a mirar hacia afuera. A lo nuevo, lo escandaloso, lo que no sale de aquí, lo que nos prestan más que lo que conseguimos con esfuerzo, lo que nos venden más que lo que vendemos, lo que crean sin reparar previamente en nuestros creadores … y poco a poco, la hucha de lo que se puede atesorar se vacía.

Ahora esta situación pandémica nos arrastra al interior de España, nos prohíbe disfrutar de la costa, nos impide salir de las regiones y ¡oh maravilla! Hay una España llena de personas con las que nos identificamos, museos que desconocíamos pero que estaban ahí, fiestas populares que se han refugiado en los balcones porque no sirven las aglomeraciones de las plazas. Ahí, a nuestro lado está la fábrica del queso que compro en la gran superficie, más allá los panaderos de toda la vida que pensaba que habían muerto, a la vuelta de la esquina siguen los cordeleros pasando penurias como nunca antes. Ahora, que hay más silencio, se escucha el ensayo del violoncelo por las tardes en el balcón de enfrente, se oyen pájaros que parece que han vuelto, y es verdad que nunca se fueron, el perro de la vecina ha dejado de ladrar porque ella está a su lado todo el día mientras trabaja desde casa, y sale con él a pasear cuando aborda la calle.

Ahora, siempre ahora, gastamos menos porque nos quedamos agazapados ante el embate de la fiera invisible, llenamos la hucha y a pesar de este ejercicio de contención y los buenos resultados de la cuenta corriente, seguimos siendo pobres españoles que no sabemos administrar nuestro ser y estar en el mundo.

Nos falta orgullo de pueblo, querernos a rabiar sin enfrentamientos, echar fuera de nuestro ser el reproche, el odio inmisericorde al ajeno por distinto, bajo, alto, bueno o cruel; y nos dejamos que se rían desde fuera de nosotros, como si esa risa no fuera más que envidia de lo que tenemos y no sabemos ver.

Nuestra torpeza es la falta de visión. No saber que la hucha se puede romper, y que lo que guardamos con vergüenza y desconocimiento, es nuestro.

Ser español es un sueño, nunca una pesadilla. Si lo disfrutamos, las cosas irán mucho mejor, a pesar de los que no se lo creen.

Matilde Muro Castillo.


Este artículo ha sido publicado en el Diario Hoy de Badajoz el lunes 5 de Abril de 2021.







1 comentario:

Unknown dijo...

Me gusta mucho todo lo que dices amiga y me siento tremendamente orgullosa de ser española