23 de diciembre de 2024

NO LLEGAMOS

 


Se acaba el año 2024 y nos pasa a todos en general que, transcurrido este periodo de tiempo de 366 días (ha sido bisiesto), no llegamos a final de mes sin deudas que se acumulan poco a poco.
No es que dejemos la cuenta en números rojos. No se nos puede ocurrir porque nos fusilan al amanecer, pasamos a listas de morosos irredentos y nos persiguen compañías, unas tras otras que se venden nuestras demoras al mejor postor y nos queman el móvil con llamadas de números desconocidos que producen terror. Eso no se puede hacer, no se puede dejar a deber nada a los bancos porque caes en el pozo más profundo que puedas imaginar.
Yo noto que no llego con alegría a final de mes porque cada vez prescindo de más cosas cotidianas, recorto los gastos que eran habituales. Espacio la compra de periódicos, no me permito tantos al día; tengo todas las tarjetas de ahorro de mis supermercados habituales; conduzco a una velocidad inferior para ahorrar dinero en el coche; no tomo tantos cafés fuera de casa y evito adornarlos con complementos de esos que se mojan en la taza; miro los escaparates desde lejos para no caer en la tentación de desarmarlos; he dejado la lotería para siempre y no me planteo salir a celebrar nada que me pueda complicar la vida.
Es verdad que en todo esto tiene mucha culpa la guerra de Ucrania, que es ese país que ha invadido el maldito Putin para arruinarnos la vida, porque yo desconocía esa potencia de Ucrania como proveedor de todo, absolutamente todo lo esencial en España: aceite de oliva, patatas, azúcar, chocolate, huevos, harinas, mantequilla, melones, naranjas… en fin, todo lo que se ha disparatado sin control alguno y que ha sumido a más del ochenta por ciento de la población española en riesgo de pobreza, aunque trabajemos, aunque nos matemos por evitar gastos y sobrevivir… y con esos argumentos sí contemplo que los ricos son cada vez más ricos, que los abandonados de la fortuna son cada vez más, y que los medio supervivientes vamos de cogote y prescindiendo de lo que es esa cosa que, cuando se pierde, resulta que era lo mejor en nuestra vida: aperitivos, cines y cervecitas al anochecer.
Veo yo que se cierran los cines, los bares disminuyen sus horarios de forma alarmante, el comercio de barrio desaparece, los de siempre se van al otro mundo y los que quedan emigran a buscarse algo mejor.
La imagen de este país triunfante y glorioso no la veo. Está todo como cogido con alfileres y los habitantes tratamos de salvarnos de la quema, que no sabemos cuándo será. A lo mejor los de cuentas corrientes boyantes las tienen ahora, además, lustrosas, pero no conozco en detalle ese nivel social.
No sé. Algo pasa que se me escapa. Crecemos más que nadie en Europa, damos trabajo a cientos de miles de personas, la agitación y propaganda de los logros políticos no cesa, pero algo raro hay que no me explico. Esto no tira.
El año próximo, seguiré elucubrando.

Matilde Muro Castillo.

Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el 23 de diciembre de 2024.


9 de diciembre de 2024

DESPIDOS

 



Una conocida mía tuvo una empresa de fabricación de sobres de papel con veintitantos empleados. Era rigurosa en los contratos de los trabajadores, porque había sido víctima de trabajos abominables a cambio de poco y a veces de nada, militaba en organizaciones de izquierda porque se creía lo de todos cuando éramos jóvenes. Se casó con un funcionario que aprendió rápidamente lo que suponía ser representante sindical, y ese marido se ganó el apelativo de “el vago”, tuvo con él cuatro hijos en muy poco tiempo y cuando la vida ya no le daba más de sí para atender a los cinco seres que dependían de ella para todo, optó por contratar a una mujer para que le ayudara en las tareas de la casa, y sobre todo mientras se ausentaba a buscar clientes, o a ferias para exhibir su producto.
A la vuelta de una de esas salidas, le preguntó al hijo mediano qué tal habían estado durante esos días, y le contó que el padre no había aparecido, pero no tenía que preocuparse porque Luci había llamado a su novio y habían dormido los dos juntos en la cama de los padres, para que no los echaran de menos. Luci les había enseñado cosas que no sabían, y el novio les había explicado asuntos fascinantes de la anatomía que compartían los hombres de la casa.
Cuando pudo cerrar la boca ante la explicación del hijo, se dirigió a Luci y le dijo sin más: “estás despedida. Recoge tus cosas y vete. Voy a prepararte el finiquito y el dinero de los días de este mes más las vacaciones que no has tenido, y te vas”. La doméstica preguntó: ¿por qué? Y mi amiga le espetó: “No has sabido distinguir entre lo que es sólo tuyo, lo que es sólo mío o lo que puede llegar a ser de todos, si lo discutimos previamente. Has utilizado la confianza en ti depositada de forma indebida con mis hijos. Me has traicionado enseñándoles cosas que sólo a mí me corresponde enseñar, por lo que has suplantado mi papel de madre sin permiso, y visto lo ocurrido, sin capacidad para ello. Te has dedicado a tareas que no están contempladas en el acuerdo al que llegamos cuando te contraté y has abandonado tu puesto de trabajo sin explicación alguna, mientras mis hijos te necesitaban. Es decir, que puedo aplicarte una causa de despido que Instituto Tecnológico de Massachusets (el famoso MIT) alega a los trabajadores infieles, a los que se les provee de todo lo necesario para que investiguen en bien de la colectividad: “uso indebido de los medios proporcionados para los fines perseguidos por usted”.
“No sé quién es Massachusets”, le respondió Lucía, aturdida ante la conversación de la señora, que le extendía un sobre con dinero y un papel que tenía que firmar diciendo que había cogido esa cantidad y que se iba a la calle, y se marchó sin decir adiós.
Digo yo que si esa fórmula de despedir se podría aplicar a los señores y señoras que se sientan en el Congreso y en el Senado españoles. Tendrían que irse a la calle, pero no creo que los quisieran en el MIT.

Matilde Muro Castillo.
Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el día 9 de diciembre de 2024.