Se acaba el año 2024 y nos pasa a todos en general que, transcurrido este periodo de tiempo de 366 días (ha sido bisiesto), no llegamos a final de mes sin deudas que se acumulan poco a poco.
No es que dejemos la cuenta en números rojos. No se nos puede ocurrir porque nos fusilan al amanecer, pasamos a listas de morosos irredentos y nos persiguen compañías, unas tras otras que se venden nuestras demoras al mejor postor y nos queman el móvil con llamadas de números desconocidos que producen terror. Eso no se puede hacer, no se puede dejar a deber nada a los bancos porque caes en el pozo más profundo que puedas imaginar.
Yo noto que no llego con alegría a final de mes porque cada vez prescindo de más cosas cotidianas, recorto los gastos que eran habituales. Espacio la compra de periódicos, no me permito tantos al día; tengo todas las tarjetas de ahorro de mis supermercados habituales; conduzco a una velocidad inferior para ahorrar dinero en el coche; no tomo tantos cafés fuera de casa y evito adornarlos con complementos de esos que se mojan en la taza; miro los escaparates desde lejos para no caer en la tentación de desarmarlos; he dejado la lotería para siempre y no me planteo salir a celebrar nada que me pueda complicar la vida.
Es verdad que en todo esto tiene mucha culpa la guerra de Ucrania, que es ese país que ha invadido el maldito Putin para arruinarnos la vida, porque yo desconocía esa potencia de Ucrania como proveedor de todo, absolutamente todo lo esencial en España: aceite de oliva, patatas, azúcar, chocolate, huevos, harinas, mantequilla, melones, naranjas… en fin, todo lo que se ha disparatado sin control alguno y que ha sumido a más del ochenta por ciento de la población española en riesgo de pobreza, aunque trabajemos, aunque nos matemos por evitar gastos y sobrevivir… y con esos argumentos sí contemplo que los ricos son cada vez más ricos, que los abandonados de la fortuna son cada vez más, y que los medio supervivientes vamos de cogote y prescindiendo de lo que es esa cosa que, cuando se pierde, resulta que era lo mejor en nuestra vida: aperitivos, cines y cervecitas al anochecer.
Veo yo que se cierran los cines, los bares disminuyen sus horarios de forma alarmante, el comercio de barrio desaparece, los de siempre se van al otro mundo y los que quedan emigran a buscarse algo mejor.
La imagen de este país triunfante y glorioso no la veo. Está todo como cogido con alfileres y los habitantes tratamos de salvarnos de la quema, que no sabemos cuándo será. A lo mejor los de cuentas corrientes boyantes las tienen ahora, además, lustrosas, pero no conozco en detalle ese nivel social.
No sé. Algo pasa que se me escapa. Crecemos más que nadie en Europa, damos trabajo a cientos de miles de personas, la agitación y propaganda de los logros políticos no cesa, pero algo raro hay que no me explico. Esto no tira.
El año próximo, seguiré elucubrando.
Matilde Muro Castillo.
Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el 23 de diciembre de 2024.