Nunca he practicado juegos de azar. No me gusta perder, y menos aún contemplar el enfado irracional del que pierde creyéndose tener derecho a lo que él ha pensado sin contemplar las posibles variantes que cualquier juego ofrece.
Las reglas de los juegos de azar dicen que están escritas, pero dependiendo de los lugares, jugadores, idiomas y costumbres, varían a placer del director del evento.
Había creído tener claro el resultado de las elecciones en España del pasado 23 de julio, que los españoles habíamos decidido ser varios, distintos en territorios, lenguas, costumbres y educaciones, pero resulta que se han transformado en un casino en el que se juega al mejor postor, donde se combinan las mejores alianzas, la trampa por la espalda funciona y el enfado del mal perdedor es evidente.
Ahora da miedo ir a votar porque no se sabe qué puede pasar con tu voto que, creo inocentemente, como la mayoría de los españoles, que se emitió tratando de evitar la bronca mayúscula, la negación sistemática, la mala educación, el ninguneo de las instituciones y el abandono de lo que realmente importa a los ciudadanos: que sus cosas se agilicen, que lo que haya de hacerse se haga, que los proyectos no conlleven décadas con cambio en las normas de juego, que donde dije que sí, ahora es que no porque se ha tardado tanto que han cambiado de opinión los nuevos jugadores, han muerto los anteriores gestores o se han jubilado después de cuarenta años de cotización a las alfombras del poder.
Ha recibido más votos un señor que los otros, pero las normas del juego no van por ahí. Hay que saber jugar las cartas con una baraja tan complicada como las del tarot en las que la interpretación es la que emana de la mente del que las maneja. La realidad de las alianzas es evidente, y es lo que las urnas han escrito es claro: hay que gobernar conversando y sin imponer ideas irrefutables, aportando nuevos conceptos de convivencia y escuchando a los pequeños, que no están felices con el lugar que la casa común les ha asignado (aunque sigan viviendo del dinero de los padres y sueñen con emanciparse recibiendo la paga los domingos).
No parece que el panorama sea el que describo: seguiremos igual, escuchando no a todo, recibiendo ideas difíciles de digerir porque el peso del pasado es un lastre de complicada asunción repentina, se seguirá ninguneando a las instituciones porque ahora el que decide quién reparte el juego es un delincuente en fuga, seguiremos escuchando cosas que no entenderemos porque nunca hemos pisado alfombras de tal grosor, donde el ruido se mitiga y poco sale a la luz, aprenderemos nuevas palabras de insulto, emergerán ocurrencias para humillar al contrario, se elevará el tono de voz siempre, darán miedo con amenazas que parece imposible que se lleven a cabo, pero las pondrán en práctica, se cerrarán capítulos presupuestarios, se cerrarán ministerios, se abrirán otros, se olvidarán de casi todos como siempre, porque en medio de ese casino nuevo en el que se ha transformado el Congreso, los trileros mandan.
Matilde Muro Castillo.
Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el 21 de agosto de 2023
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