19 de marzo de 2024

DESPERTAR

 

Vivimos rodeados de peligros que nos acechan constantemente, y es tan reiterada su presencia que pueden llegar a hacerse cotidianos. Ahora que he leído el último libro de mi adorado Luis Landero y escribe en él “pasaba como en las guerras, que, en cierto momento , por cansancio, por desidia, por pereza de seguir en la lucha, o acaso porque ya se han olvidado las nobles causas de esa lucha, se firma la paz, aunque sea deshonrosa: cualquier cosa con tal de descansar al fin”, me doy cuenta de que es verdad, que sigo viendo atrocidades que se cometen sistemáticamente y sufro un segundo, y decido callar porque alguna vez tendré que descansar.

Contemplo actuaciones de monjas que se meten a restauradoras del patrimonio del convento. Les tejen o bordan con iniciales faldumentos a los cristos para evitar que se muestre en exceso la ingle como pórtico al pecado. Conocí una barbaridad de un sacerdote que, dedicado al noble oficio del serrucho, mutiló los genitales de un cristo único casi en la historia del arte, y le adosó una creación propia tallada con la navaja con la que comía, y pretendía representar un paño que no dejara ver ese “sucio libertinaje” del tallista original. Este sacerdote, que encontró una vocación frustrada de ortopeda en los manejos de las tallas de la parroquia en la que proporcionaba tales desmanes, rompió los brazos del crucificado colocándole articulaciones para que sirviera de yacente, resucitado o embalsamado, según su criterio, sin mucho acierto en las aplicaciones metálicas que le colocó. Aunque estas intervenciones para generar movimiento en la quietud suelen ser frecuentes, la de este cura no resultaba precisamente acertada.

Cuando los concejales de parques y jardines acceden por primera vez al cargo, lo primero que compran es una motosierra. Acaban con todos los árboles de los lugares en los que sientan sus reales destrozos, y sin importarles si los árboles son centenarios o malas hierbas, arrasan con toda la masa vegetal porque la consideran enemiga personal. No digamos ya si los árboles tienen nidos de pájaros, o a los volanderos les da por ir allí a pasar la noche: la muerte por decapitación, la arboleda la tiene asegurada. 

Estos concejales de medio ambiente, parques y jardines odian a los pájaros, no soportan los árboles, cortan las fuentes de agua para que nadie beba, asfaltan de manera inmisericorde calzadas, caminos vecinales, e inventan acerados por donde nadie transita.

También estamos acechados por arquitectos que se empeñan en dejar su sello en medio de edificaciones centenarias. Desconocen el valor de las placas conmemorativas, con las que podrían dejar la marca que ellos creen poseer, en lugar de arrasar con arquitecturas vernáculas, romper conjuntos históricos, y provocar el terror y el reproche a los vecinos (que no tienen arte ni parte en esas intervenciones) de los visitantes que por primera vez ven lo ocurrido y exclaman: ¿cómo habéis dejado que hagan esta barbaridad?

Nos merodean personas que se ganan la vida colocando cubos de basura impracticables en las puertas de las iglesias, que se limitan a cambiar el color de los detritus sin explicar cómo colaborar, o sancionar a los que no están dispuestos a madrugar o a acostarse después de la diez para dejarles hecho el trabajo a ellos.

Luis Landero, me has despertado. Sigo en la guerra sin ver posible el armisticio.

Matilde Muro Castillo.

Artículo publicado en el diario Hoy de Badajoz el 18 de marzo de 2024.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias Matilde por tu aportación para llamar y denunciar la insensibilidad a la vez de las personas que destrozan el patrimonio cultural y natural que nos rodea.
He contemplado en persona destrozos en obras de arte en Badajoz en un taller de restauración de Ricardo Kantovitz, conocido y prestigioso a nivel nacional, que a pesar de negligencias evidentes, no se toman las medidas correctoras y se abandonan.
Mi total apoyo a tus reflexiones.

Anónimo dijo...

Magnífico

Anónimo dijo...

Toda una realidad.