Estamos en medio de un puente maravilloso para los habitantes, pacientes, trabajadores, sufridores, víctimas, enamorados, rencorosos, paseantes y okupas de Madrid. Con muy pocos días de sus vacaciones se han lanzado a la carretera camino del aeropuerto y estaciones de todo tipo para vaciar la ciudad y llenar el resto de España, que pierde su condición de “vaciada” por esos mismos días y recibe, sí o sí, a los madrileños emigrantes que todo lo llenan y riegan con sus dineros las cuentas corrientes de los dedicados a servirles.
Hay otro tipo de habitantes fantasmas de la España vaciada que permanecen impasibles en sus lugares, ante la falta de semejante puentazo, que observan desde detrás de los visillos el paso incesante de personas muertas de calor o heladas de frío, provistas de bolsas y más bolsas de plástico (que están prohibidas) llenas de recuerdos para el estómago fundamentalmente, niños llorando de cansancio, discusiones de pareja a gritos por no ponerse de acuerdo sobre dónde han dejado el coche, animales de compañía desnortados sin posibilidad de reconocer los olores con los que se enfrentan, y atuendos de los viajeros, que merecerían escrito aparte, ante lo estrafalario que hace pensar a los que están detrás del visillo si es así como caminan por Madrid.
Los que habitan la España vaciada alucinan ante las avalanchas momentáneas, y se preguntan si deberían dejar lo de siempre para servir a esos visitantes vistos y no vistos, que arrasan las costumbres ancestrales, devoran pan como si no hubiera un mañana, hacen colas para todo y piden constantemente ir a baños públicos que no están operativos nunca. A lo mejor hay que madrugar más, ir a por el periódico antes de que se acabe, coger sitio al amanecer en la cafetería para desayunar, amarrarse al churro como si fuera el trofeo diario y a casa, detrás del visillo a ver pasar gente rara.
Las festividades que se organizan en la España vaciada están dirigidas a sacar a los habitantes de Madrid de sus casas. Hay otras ciudades que tienen sus fechas también dedicadas a lo mismo, pero no les sale tan bien. El fenómeno de vaciar Madrid y llenar la España vaciada es asombroso y empieza a ser molesto. Todo se nos va de las manos de una forma difícil de explicar. El turismo está generando destrucción, cuando lo normal era que ocasionara riqueza. Los habitantes invisibles de la España vaciada se sienten invadidos sin razones aparentes, porque no tienen medios para recibir a tantas personas a la vez, las redes se colapsan, los pisitos abandonados no reúnen condiciones de albergue y originan sinsabores, los que abren y cierran puertas de madera son objeto de la cámara del móvil, los que arrastran el carrito de la compra, también. No digamos ya si el rebaño de ovejas atraviesa la calle al atardecer, el labriego transita con lechugas bajo el brazo y la cesta de huevos llena: entonces ocurre el frenesí y los madrileños se llevan a casa imágenes que nunca más verán porque luego, en sus hogares, todo se olvida al mirar la cuenta de la tarjeta de crédito.
¡Qué difícil es llenar los lugares vacíos si están habitados por seres invisibles!
Matilde Muro Castillo.
Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el 29 de abril de 2024.
4 comentarios:
Maravilloso
Qué llegue pronto el lunes!! Un placer leerte 😘
Bueno como todo lo tuyo
Este es, lastimosamente, el turismo actual: depredador.
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