Acudo, no con demasiada frecuencia, a las oficinas de la administración y sus modales se han trasladado a la vida cotidiana, a las maneras de gobierno, a las relaciones entre instituciones, a los encuentros entre amigos, a las creaciones de foros de discusión amables, a las peticiones formales de cualquier tenor, a la vida en general.
Es agotador saber que hagas lo que hagas o pretendas cualquier cosa que hasta ese momento era habitual, se inicia un camino poblado de innumerables dificultades que hay que saltar, aunque las fuerzas no den ni para caminar.
La táctica de “no es mío, pase al siguiente escalón”, “demuéstreme que el aparato se ha parado mandándome un video en el que está quieto”, “no me corresponde la solución a su problema”, “me lo encontré así al llegar, y así está”, “cortaron los árboles sin que me enterara”, “su solicitud se extravió por razones desconocidas”, “el sistema operativo ha fallado y no sabemos la razón”, “los avisos no funcionaron: habrá que estudiarlo”, “son tantas las solicitudes que no podemos atenderlas”, “lamentamos lo que está ocurriendo y aguántese”, “transcurridos treinta y siete minutos de su llamada en espera, le rogamos que vuelva a llamar”, “no recogemos citas previas hace tres años”, “compre un nuevo coche porque el suyo nos parece viejo y le prohibimos circular”, “ha quedado eliminado el servicio que funcionaba hasta nueva orden”, “no se admiten nuevas ideas”, “lo publicado no responde a la realidad, pero es lo que hay”, “las manos en la cabeza no significan nada”, “el horror ante las imágenes es la nueva forma de expresión”, “su factura de hace veintiséis años no aparece. No estamos obligados a emitir una nueva. Tiene usted que demostrar que nos pagó”, “su propuesta es brillante, pero se tendrá en cuenta en otro momento”, “consideramos que su situación en la vida actual bordea los límites de la permisión”, “si no conoce la orientación de nuestra política actual, deberá ponerse al día”, “reconocemos las molestias que estamos ocasionándole. No tienen fecha de fin”, “sabemos que estamos arruinándole la vida y el descanso, pero nuestro negocio es más importante que su estado mental”, “abordaremos su necesidad cuando nos sea posible”, “cerramos su banco por razones propias. Diríjase a cualquier otro más cercano. Su cuenta ha sido bloqueada”, “la demora en la remisión del documento de identidad que nos reclama se está produciendo por razones ajenas a nuestra voluntad”, “el retraso en el envío de su correspondencia y paquetería se debe a razones con motivos de solución fuera de nuestro alcance”, “su analítica de hace dos meses ha sido remitida por error a otra persona. Vuelva por favor a repetirla”.
Mucho más, pero la extensión de la columna no aguanta tanto, es el “ping”. La otra mejilla, con cara de imbécil, sensación de estafado, percepción de impotencia, trato vejatorio y humillación permanente es el “pong”. Es decir, el deporte nacional sin saberlo. Supongamos que soy alarmista y todo no es malo, pero hay que suponerlo, porque si miro a mi alrededor y trato de vivir, leo las reglas del deporte en cuestión y creo que vivo en China, donde los deportistas de “ping-pong” los hay a millones, y la falta de libertad, sentirse seres humanos respetados, y tratados como rebaños atontados, se les nota.
Matilde Muro Castillo.
Artículo publicado en el diario Hoy de Badajoz el 13 de octubre de 2025.
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