4 de abril de 2017

EXTREMADURA

Es mi casa, donde he crecido y me he hecho persona, de donde no he salido sin la intención de volver siempre, el lugar que me ha enamorado, donde vivo por devoción y porque pocos lugares hay más hermosos en la faz de la tierra, vayas por donde vayas.
Extremadura, según el conocimiento popular, es dura, atrasada, sin comunicaciones, la última en todos los parámetros económicos, la que menos lee, la que menos sabe, la que menos tiene, la última en camas hospitalarias, la que más se despuebla, desde la que se emigra ancestralmente, en la que sólo ocurren tragedias y asesinatos decimonónicos, donde no hay trenes, tampoco líneas de autocares, donde no llega la fibra óptica, a los que más roban las eléctricas, donde los impuestos son los más altos de España, donde las pensiones son las más bajas, donde los salarios son de hambre... y todo es verdad.
¿Cómo no?
Hoy han presentado los presupuestos para el año 2017 en el Congreso y a Extremadura se le asigna el 17% menos que los años anteriores, donde el hambre fue el santo y seña y el cierre de empresas familiares el objetivo principal de los gobernantes, y la recaudación salvaje a fuerza de impuestos, inspecciones y multas irrevocables, la forma de financiación.
¿Quién nos defiende?, ¿dónde quedamos los ciudadanos?, ¿porqué somos distintos al resto del Estado?.
No entiendo nada, y menos aún cuando los que se dicen ricos, gobernantes y poderosos vienen a descansar a sus latifundios extremeños y a pensar en cómo hundir a los que mantienen sus paraísos terrenales a fuerza de sangre.

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