11 de febrero de 2020

PASO A PASO

https://www.hoy.es/extremadura/paso-paso-20200210105309-nt.html



Matilde Muro Castillo.


            Cuando acudes a un museo de pintura, disfrutas. Contemplas el arte de otros, a veces con una envidia tremenda por no poder emular las capacidades ni la inspiración de los allí expuestos, pero sales emocionado, lleno de vida, de ideas, invadido de colores y casi de olores. A veces de incomprensión frente a lo allí expuesto, lo que no deja de ser una forma más de incitar al pensamiento, a que los que contemplamos le demos vueltas a lo que vemos y no entendemos, y creamos que somos capaces de emularlos tirando un lienzo en el suelo y pateándolo con los pies llenos de pintura. Nada más lejos de la realidad, pero hemos pensado y estrujado la cabeza para tratar de entender qué demonios estoy mirando.
            En un concierto de música clásica, moderna, flamenco, ópera, canto gregoriano, música de cámara o recital de especialistas en tal o cual género, nos emocionamos. El silencio preside el entorno, suscita una atención inusitada, y puede ser que a veces golpeemos el suelo con el pie al ritmo de la música, saltemos, gritemos, cantemos a la par que los intérpretes, o lloremos porque el réquiem de turno nos revuelve al alma. Con la música, en fin, disfrutamos y no sabemos porqué nos entendemos sin fronteras. Es un idioma universal y tan hermoso que cuesta pensar que haya vida sin ella.
            Si tomas una novela entre las manos y te decides a leer, resulta que el mundo se multiplica por dos. Vives otra vida que nada tiene que ver contigo. Descubres tesoros donde no sabías que existían, aprendes idiomas sin hablar, lloras, ríes, subrayas, tratas de recordar párrafos, suspendes horas de sueño porque no eres capaz de soltar el relato, acaricias páginas suaves, hueles tintas, conservas estampas, listas de compras o calendarios, y sabes más.
            El cine nos evade porque sabemos que la realidad supera con creces cualquier atrocidad que la pantalla nos brinde. La risa, la inquietud, el miedo, el llanto, el amor, la emoción … todo esto nos lo devuelve el cine. No es un arte menor, porque nos agita lo más íntimo de cada uno. Nos toca el alma y los sentimientos, como cualquier otro arte al que nos enfrentemos.
            Todo esto es cultura. La cultura es vida y transmisión de sentimientos ocultos que se comparten en paz con todos. No entiendo entonces porqué se abandona, porqué es la primera partida presupuestaria que se puede eliminar, dónde está la razón para que no se ayude a extender el amor a los libros, abrir museos, dar conciertos sin parar, hacer obligatoria la música, la danza, el teatro, el cine … en las escuelas desde el primer momento. Que haya exposiciones y conferencias constantes, que se vuelvan a abrir salas de cine, que se ayude a las librerías, que se haga cultura de todo.
            Los creadores aparecen siempre como objetos destinados a la extinción, albergados en conceptos presupuestarios fácilmente eliminables, y con esta actitud vamos paso a paso a su desaparición. Entonces, cuando la cultura no exista por hambre, seremos de nuevo animales irracionales, porque habremos dejado de cultivar el alma, que es lo que nos distingue de los salvajes.

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