Había solicitado cita previa en extranjería de Cáceres para acompañar a la persona que había dado de alta, con la intención de que esa persona presentara sus documentos y se procediera a su legalización en España.
Esta persona enfermó repentinamente, de bastante gravedad, y me acerqué a la oficina a tratar de cambiar la fecha de la cita, con los justificantes médicos correspondientes, y hete aquí que en la puerta de esa oficina hay un hombre armado, uniformado con los galones de una empresa de seguridad, detrás de una barandilla, fumando a placer y ordenando a los asistentes que se mantuvieran en perfecto orden de llegada, organizando la fila a pleno sol, y sin posibilidad de que nadie le dirija la palabra si previamente no es él el que llama con una hoja de papel en mano que, al parecer, contiene los nombres de las personas que tienen cita.
Intento acercarme para decirle que no tengo cita pero que quisiera hablar con un funcionario de los que, supongo, están dentro. No. Usted tiene que pedir cita. Ya, pero no soy la interesada, que está enferma. No me cuente cosas raras. Márchese y pida cita.
Le ruego señor que, aunque no pueda entrar, avise a un funcionario para que, aunque sea en la calle, me atienda ante una urgencia. Yo no aviso a nadie. Aquí se hace lo que yo digo y usted no puede entrar, y aléjese detrás de la barandilla y póngase en la cola. Señor, no tengo cita, no me va a llamar, se trata de un asunto urgente que usted no puede solucionar. Si yo no lo puedo solucionar, no lo soluciona nadie. Señor, usted no es funcionario; tengo que hablar con un funcionario y mostrarle unos documentos que han surgido por una urgencia. Le he dicho que usted no entra, y aquí se hace lo que yo digo. Le ruego por favor que avise a alguien con autoridad de dentro, y que salga.
Se dio la vuelta, entró en el edificio, cerró la puerta y … pasaron cinco eternos minutos hasta que volvió a salir lista en mano a llamar a una de las personas que, haciendo cola al sol, sobrevivían al mandato del portero.
Alguien que conozca esta oficina siniestra lo confirmará. No se atiende a nadie que no pasa por el filtro del portero de discoteca. No hay la más mínima empatía con los seres humanos que tratan de legalizar su situación en este país a través de trámites en la provincia de Cáceres. Los expedientes se alargan años, años y años. Los criterios están al servicio de los funcionarios. No se aplican las mismas normas aquí, en Madrid, en Barcelona o en Ciudad Real. Cuando a alguna gestoría le dices que quieres legalizar a alguien con domicilio en la provincia de Cáceres, se echan las manos a la cabeza y te piden que empadrones al trabajador fuera, donde sea, pero nunca en Cáceres porque no lo van a legalizar jamás, van a aterrorizarlo intentando entrar en la oficina y, lo que es peor, van a humillarlo hasta odiarnos.
Lo he vivido, y por eso lo cuento. Si alguien que puede corregirlo, lo lee, ponga remedio por favor. Necesitamos personas que quieran trabajar. Nos sobran matones.
Matilde Muro Castillo.
Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el 6 de septiembre de 2021.
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