13 de junio de 2022

PAPELES PERDIDOS

 


PAPELES PERDIDOS



Mi casa está llena de papeles propios. A veces, según donde mire, son papeles de otros. Esos papeles que a todos atosigan y molestan, además de considerar que ensucian y albergan polvo y animales de varias especies desconocidas y de vidas ocultas que los pueblan, esos papeles son mi devoción.

Guardo todo. Recojo todo lo que se pone a mi mano. Me fascinan las tarjetas de visita, los tiques de compra de los supermercados (lastimosamente se borran al paso del tiempo), las notas de compras, las distintas modalidades de los comprobantes de aparcamientos, y las pegatinas que ponen en la solapa de los generosos las personas que recaudan dinero para miserias ajenas.

Cuando me encuentro con un manojo de cartas de las que se escribían antes (yo sigo escribiendo como antes, lo confieso) no puedo encontrar más placer en desmenuzar el contenido y me importa tanto el mensaje como el olor del papel, si ha sido escrita con tinta o lapicero, si es papel rayado, si es una cuartilla o se han limitado a partir en dos un folio. El cuidado de la escritura, la caligrafía y el aprovechamiento de la superficie por parte del autor, me emocionan.

Guardo con devoción las notas que mi añorada vecina Petra me pasaba por debajo de la puerta, escritas en pedazos de papel de estraza en el que ella envolvía los churros que hacía (inolvidables también), donde me comunicaba visitas que no me encontraron, llamadas que no recibí o recordatorios de acontecimientos a los que debería de acudir si quería seguir viviendo en un pueblo, siempre misas, entierros, ceremonias o novenas imprescindibles para mi salvación.

Ahora tengo entre manos papeles de otros que han llegado a mí por arte de magia, y no puedo dejar de escribir esta columna, porque son muchos, ordenados y catalogados correctamente, pero dejan entrever una vida emocionante, llena de acontecimientos que nadie podría imaginar en su sano juicio y menos aún dar crédito ni afirmar que pueden ser una parte muy importante de la historia de la vida de personas que, en algún momento de sus vidas, los despreciaron y ocultaron a la historia mundial, dejándolos de lado por miedo, odio y rencor, o acaso por desconocimiento y falta de generosidad.

Que nadie se alarme. No se trata de nada extraordinario. Es un archivo familiar, como tantos otros que acaban en la basura o quemados “para que nadie sepa nada”, y es un gran error que pagamos los locos por los papeles que somos capaces de saber que, entre líneas de esos papeles: facturas de compra de piensos, reclamaciones al sastre, reparaciones de zapatos, compras de lazos negros para el luto de los niños, hay una historia que es nuestra y debemos conocer. Nada llegó hasta donde estamos porque sí. Litros y litros de tinta para escribir cubrieron páginas de papel de arroz, algodón, celulosa, cáscara de patata o cartón reciclado y ahí han dejado una huella indeleble que sólo el fuego y el abandono pueden borrar.

Esos papeles perdidos son la razón de la historia de todos, la pequeña historia, la que conocemos de primera mano, porque la otra, la que nos enseñan, está manipulada.

Matilde Muro Castillo.

Artículo publicado en el Diario Hoy de Badajoz el lunes 13 de junio de 2022.


7 comentarios:

Anónimo dijo...

Genial

Anónimo dijo...

Tu eres feliz entre tus libros y escritos de lo que tienes llena tu casa

Anónimo dijo...

Gusto dan tus escritod

Anónimo dijo...

Que verdad!!!

Anónimo dijo...

Eres así, me consta

Anónimo dijo...

Así es

Anónimo dijo...

Cuesta un peaje amar y conocer la vida que se encuentra entre líneas o claramente expresada en cualquier tipo de papel escrito de los que Tú atesoras. Gracias por saber disfrutarla y transmitirlo. 💚