8 de agosto de 2022

SECRETOS

 


SECRETOS

En medio del fragor de batallas constantes, reales e imaginarias, sale a la palestra la necesidad de levantar los secretos que se guardan, no sé muy bien porqué, de las actividades realizadas por gobiernos anteriores y presentes, con plazos diferentes a los marcados hasta ahora.

Ya de por sí el asunto de los secretos de estado es algo abominable, porque se fundamentan en actitudes que, presuntamente, están fuera de la ley y de lo que se nos exige a los demás como cumplimiento inexcusable.

Tengo pasión por los archivos de todo tipo y los días se me van viendo papeles, fotografías y recuerdos pasados de quienes tuvieron la generosidad de no quemar lo acumulado durante el paso del tiempo, y todas esas cosas que aparecen registradas bajo el título de “secreto” suelen ser, al albur del paso del paso del tiempo, auténticas payasadas, ocasiones perdidas de dar paso a descubrimientos que nos hubieran facilitado la vida, o actos incomprensibles que deberían de haber sido penados con códigos severos y que se quedaron limpios por razón de no se sabe qué estado y en nombre de qué inmoralidad reinante.

Clasificar o no papeles que emergen del poder dado por los ciudadanos es un abuso inadmisible. Que los militares se guarden cosas, o la iglesia, o los jueces, los políticos, la policía, los poderes fácticos en definitiva y que, por capricho del que manda en su momento anden de mano en mano: ahora defensa, luego mi secretario, ahora mi gabinete de acompañantes, luego mi madre porque es en la única en la que confío, estarán conmigo en que es una barbaridad vestida de legalidad que nos hacen comulgar como si con ruedas de molino se trataran.

Cincuenta años para saber quién ordenó a quién que hiciera tal o cual cosa, es un juego infantil para darse la importancia que no tienen. Creer que porque estás al frente de un país puedes ordenar actitudes delictivas que van a ser protegidas en nombre de no se sabe qué bien superior, es de una inmoralidad difícil de aceptar.

Si la seguridad de un estado ha de esconderse tras actitudes punibles, mal vamos. Que además se tengan que ocultar, peor, y si además las revestimos en carpetas doradas, bajo cien llaves, de boca en boca pero en silencio, y creyéndose los que conocen las atrocidades que son más importantes que las víctimas, así estamos.

Esta cosa de los secretos de estado es una patraña en la que se esconden fondos multimillonarios ocultos, manejos inadmisibles, comportamientos inaceptables y mentiras sin pies ni cabeza que nos quieren hacer creer como si en ello nos fuera la vida.

Que entre unos y otros duden sobre decisiones que hay que tomar en momentos determinados, es normal. Pero que esa decisión emane de la ilegalidad, que nos pueda costar un disgusto si se conoce, o que el sillón de mando se mueve si sale a la luz la incompetencia en el acierto o no de la jugada, es motivo de revolución.

Ramón y Cajal lo definió: “el misterio de los microbios contra el hombre, es quién domina a quién”.

Matilde Muro Castillo.

Artículo publicado en el diario HOY el 8 de agosto de 2022.


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