22 de agosto de 2022

LA NATURALEZA

 


En medio de este catastrófico verano agobiante de calor y noticias a cual peor, es verdad que muchas veces incrementadas por la necesidad de los becarios de turno de hacerse hueco en la redacción de los periódicos, radios y televisiones, la Naturaleza con mayúsculas ha empezado a gritar.

La Naturaleza es un ente superior al que hay que respetar en cualquiera de sus manifestaciones, hay que temer, adorar y evitar siempre agredir.

El ser humano es producto de ese ente, pero le ha salido respondón, maleducado y desafiante, y ante tales desplantes el fuerte le chilla al débil y no le va a quedar más remedio que callarse.

Hace décadas empezaron a decirnos que nos estábamos pasando con las pretensiones de seguir creciendo, perforando, lanzando cohetes al espacio y hurgando en las entrañas de la tierra para buscar elementos preciados, esos que ella atesora para seguir girando sobre sí misma para mantenernos en pie. Como es palpable, no hicimos ni caso.

Los científicos siguieron la senda de los primeros comunicadores de lo que se nos venía encima, y avisando de nuestra estupidez manifiesta en la pretensión de crecer (mantra de nuestra civilización) y agrupándonos todos en torno a supuestos servicios propiciados por el petróleo, alquitrán, tóxicos, química rastrera, comportamientos aborregados, ciudades infectas, y costumbres racionales abandonadas.

Hay cosas peores: China desvía los ríos de su cauce miles de kilómetros, las naves espaciales salen sin parar a buscar cosas para hacer ricos a tres o cuatro, perturbando la atmósfera y sus componentes, el mar está esquilmado pero siguen buscando acá y allá dónde clavar para extraer petróleo o lo que aparezca, los volcanes se transforman en objetos turísticos, los desiertos en ciudades a las que se lleva el agua sin reparar en la sequía provocada en los cauces naturales. Creamos campos de golf talando dehesas, Rusia saca carbón del subsuelo de la Antártida, hacemos trenes de alta velocidad entre dunas, talamos selvas para plantar drogas … ¿y nos íbamos a creer que la Naturaleza se iba a callar? ¡Menudos incautos!

No vamos a cambiar. No vamos a poner remedio, porque lo que nos gusta son los coches eléctricos con baterías de litio extraído al lado de una ciudad de 2000 años de historia, vamos a seguir calentando el mar, viajando en espantosos barcos que llevan cinco mil pasajeros, aviones que escupen humo y no vamos a dejar de usar plásticos.

No nos llamemos a engaño. Somos idiotas y niños mal criados, y por ello no sabemos con quién os estamos enfrentando: nada menos que con la Naturaleza. Ella sí sabe dar miedo y quitar y poner las cosas en su sitio. No razona, no negocia, no calla, no se resigna. Sus armas son infalibles y le importa poco o nada el daño que nos haga, porque previamente se lo hemos hecho a ella. Esto es la ley del más fuerte, y a fuerza, no hay quien la gane.

Si la vida que nos deje vivir quieren que sea amable, háganle la pelota, cuídenla, acaricien sus campos, limpien sus mares, filtren sus vientos y hagan como que la temen. No viviremos más, pero sí mejor.

Matilde Muro Castillo

Artículo publicado en el periódico HOY el lunes 22 de agosto de 2022


1 comentario:

Anónimo dijo...

Bravo Matilde sentenciado el dolor que nos asusta