Una conocida mía tuvo una empresa de fabricación de sobres de papel con veintitantos empleados. Era rigurosa en los contratos de los trabajadores, porque había sido víctima de trabajos abominables a cambio de poco y a veces de nada, militaba en organizaciones de izquierda porque se creía lo de todos cuando éramos jóvenes. Se casó con un funcionario que aprendió rápidamente lo que suponía ser representante sindical, y ese marido se ganó el apelativo de “el vago”, tuvo con él cuatro hijos en muy poco tiempo y cuando la vida ya no le daba más de sí para atender a los cinco seres que dependían de ella para todo, optó por contratar a una mujer para que le ayudara en las tareas de la casa, y sobre todo mientras se ausentaba a buscar clientes, o a ferias para exhibir su producto.
A la vuelta de una de esas salidas, le preguntó al hijo mediano qué tal habían estado durante esos días, y le contó que el padre no había aparecido, pero no tenía que preocuparse porque Luci había llamado a su novio y habían dormido los dos juntos en la cama de los padres, para que no los echaran de menos. Luci les había enseñado cosas que no sabían, y el novio les había explicado asuntos fascinantes de la anatomía que compartían los hombres de la casa.
Cuando pudo cerrar la boca ante la explicación del hijo, se dirigió a Luci y le dijo sin más: “estás despedida. Recoge tus cosas y vete. Voy a prepararte el finiquito y el dinero de los días de este mes más las vacaciones que no has tenido, y te vas”. La doméstica preguntó: ¿por qué? Y mi amiga le espetó: “No has sabido distinguir entre lo que es sólo tuyo, lo que es sólo mío o lo que puede llegar a ser de todos, si lo discutimos previamente. Has utilizado la confianza en ti depositada de forma indebida con mis hijos. Me has traicionado enseñándoles cosas que sólo a mí me corresponde enseñar, por lo que has suplantado mi papel de madre sin permiso, y visto lo ocurrido, sin capacidad para ello. Te has dedicado a tareas que no están contempladas en el acuerdo al que llegamos cuando te contraté y has abandonado tu puesto de trabajo sin explicación alguna, mientras mis hijos te necesitaban. Es decir, que puedo aplicarte una causa de despido que Instituto Tecnológico de Massachusets (el famoso MIT) alega a los trabajadores infieles, a los que se les provee de todo lo necesario para que investiguen en bien de la colectividad: “uso indebido de los medios proporcionados para los fines perseguidos por usted”.
“No sé quién es Massachusets”, le respondió Lucía, aturdida ante la conversación de la señora, que le extendía un sobre con dinero y un papel que tenía que firmar diciendo que había cogido esa cantidad y que se iba a la calle, y se marchó sin decir adiós.
Digo yo que si esa fórmula de despedir se podría aplicar a los señores y señoras que se sientan en el Congreso y en el Senado españoles. Tendrían que irse a la calle, pero no creo que los quisieran en el MIT.
Matilde Muro Castillo.
Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el día 9 de diciembre de 2024.
3 comentarios:
Magnífico.
Y del marido que sabemos ? O tendría que decir exmarido??
Fantástico!!!
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