19 de julio de 2020

LA OFERTA




LA OFERTA

 

 

-       Mira Joaquín, han llamado los de la agencia de viajes y dicen que nos mantienen las condiciones de la oferta del verano, que podemos irnos a la playa en agosto, con los niños y mi madre.

-       No vamos a ir a ningún sitio.

-       ¿Porqué?

-       Pues porque llevo pasando las vacaciones con vosotros en casa desde el día 14 de marzo, ¿o no te has dado cuenta?

-       ¿Pero cómo no me voy a dar cuenta, si no dejo de verte en pijama desde que amanece y hasta que desapareces para acostarte? Lo de las vacaciones es normal que lo pienses, porque con la excusa del teletrabajo, no has hecho nada, ni has ayudado, pero vamos a dejarlo, que no es el momento.

-       No vamos a ir a ningún sitio. Nos quedamos en casa y se terminó.

-       ¿Me lo puedes explicar?

-       Fácilmente. No nos vamos y se acabó.

-       ¡Ah! no. Eso no. Tú me lo explicas, porque ya me dirás qué hacemos en casa todos, ahora que podemos salir, que nos de el aire, cambiar de ambiente y dejar de ver a los niños un ratito, mientras están en la piscina de la urbanización cuidados por los animadores. Mi madre está deseando salir. La pobre ha pasado un miedo terrible pensando que el virus iba a por ella. Ha pasado cien días sin salir, y ¿ahora quieres que siga sin salir todo el verano?

-       Que salga todo lo que quiera. Por mi no hay ningún problema. Tu madre no tiene ningún problema conmigo. Puede salir, entrar, jugar a las cartas con las amigas mientras yo veo el fútbol, rezar el rosario, ir a la novena de todas las iglesias del pueblo, comer cuando quiera, tomar café o chocolate, beber cerveza a escondidas, vestirse de negro porque vivimos juntos desde que nos casamos, decir que soy un salvaje porque a los chicos les digo lo que hay que hacer, o no dejar que venga nadie a ayudarte a hacer las cosas mientras tú trabajas en la escuela, porque todo el que entra en esta casa es sucio, no vale para nada, no sabe limpiar, ni guisar, viene a robar las flores de plástico del jarrón de la entrada o a enseñarles a nuestros hijos barbaridades. Ya ves. Me gusta todo lo que hace tu madre, me encanta y no tengo problema alguno con ella. De lo que ahora hablamos es de que yo no me voy de veraneo.

-       ¿Sólo tú o nadie de la familia?

-       ¿Te quieres ir sola?

-       No me importaría. Yo sí quiero irme de veraneo. Pasar quince días en la playa con los niños y mi madre. Porque yo a mi madre no la dejo.

-       No. Tú si quieres te vas con los niños a la playa, pero tu madre se queda conmigo.

-       ¿Cómo?

-       Así, como lo digo

-       No me lo puedo creer. ¿Quieres quedarte en casa con mi madre?

-       Pues sí. Ya ves lo que son las cosas. Tu madre y yo nos quedamos en casa este verano. Se queda conmigo si tú quieres irte a la playa con los niños.

-       No entiendo nada.

-       Pues es lo que hay. No voy a ceder más. Tu madre se queda conmigo y tú te vas a la playa. Te lo voy a explicar: se pasa el día protestando de MI presencia en MI casa, diciendo que todo lo hago mal, que soy un vago, que no tengo piedad de ti, que soy maleducado, que ando en calzoncillos por mi casa, que veo la televisión mientras ella reza sin parar, que como haciendo ruido, que no me gusta su cocido, que me tiro pedos … ¿sigo? Pues ahora, de vacaciones, ella se queda conmigo porque yo he estado con ella durante tres meses sin abrir la boca. No me voy a la playa porque odio la playa, los apartamentos, estar todo el día revolcado en arena, con un calor insoportable día y noche, una humedad que no me deja vivir, gastando dinero en payasadas y horribles restaurantes y lo que es peor: tu madre en bañador, sombrero de rafia y zapatillas de goma y yo de porteador de sus sombrillas, fiambreras, neveras, sillas y mesa plegable por toda la playa hasta que encontramos el lugar que a la señora le conviene. Se ha terminado. Me la quedo. Se queda en casa conmigo, porque es un terreno que controlo, y si tú te quieres ir con los niños, adelante.

-       No salgo de mi asombro. ¿Te vas a quedar con mi madre en casa, solo y sin problema?

-       Efectivamente.

-       ¿No va a pasar nada?

-       Depende de ella. Voy a hacer mi vida normal. Si quiere seguir haciendo la suya, puede. Tiene llaves de casa, dispone de dinero, está sana, tiene amigos, no se le han olvidado las oraciones, y abren las iglesias. Yo comeré donde me convenga, y seguiré siendo el tío estúpido que ella no puede soportar, pero tú no te mereces vacaciones con tu madre.

Ella no salía de su asombro, pero de repente se le iluminaron los ojos, lo mira fijamente y le agradece el regalo con una abrazo larguísimo, intenso y cálido y acepta.

Esa oferta que su marido le regaló, fueron las mejores vacaciones de su vida.


Matilde Muro Castillo.


(Relato publicado en la Revista COMARCA de Trujillo. Número 395 de Julio 2020)

1 comentario:

Unknown dijo...

El pobre hombre ,pero las que vivimos solas hemos quedado fenomenal ,!!somos las mejores las que vivimos solas!!