Paso quince días anotando temas para escribir esta columna. Cuando llega el momento, la mayoría son tristes, desasosegantes, me incitan a la protesta constante, quiero abandonar, pienso en sacar un vuelo y perderme a ayudar por ahí, o buscar el pueblo en el que pueda entrar con mi coche sin etiqueta y echar una mano en su despoblación… ¡yo qué sé! Todo lo anotado se vuelve inservible en un plazo de tiempo tan corto, que no entiendo el empeño en seguir buscando temas que provoquen la respuesta de los lectores, o que el periódico decida si sigo o me voy.
Si repaso las reacciones de los lectores que alcanzan a ver la columna (no muchos, porque está sometida a restricciones informáticas y soy yo la que la distribuye de forma particular, al haber desaparecido casi los periódicos en papel) siempre reaccionan con cariño inmenso a mis recuerdos familiares, a las apreciaciones viajeras, a los descubrimientos de espacios únicos, o a mi amor inagotable por Trujillo. Ya está. No hay otro tema que toque que incite a la reacción abultada, y hoy, frente a los temas que he ido recopilando me enfrento a la decisión de seleccionar o incluso de borrar todo lo anotado.
No quiero dar mi opinión acerca de Netanyahu porque me detienen. Es mejor no decir cómo se manipula nuestra lengua en beneficio particular. El tema de la desaparición de las instituciones en manos políticas tampoco quiero tocarlo. Hablar de la riqueza exhaustiva y descarada frente a la pobreza más lacerante, es tan evidente que nada aportaría al tema que no fuera mi indignación. Que el engaño se ha instalado en las redes sociales no es motivo de sorpresa. Si me centro en el trato a las mujeres porque sí, sacaría lo peor de mí y no tendría paso lo escrito (lo guardo en mis documentos privados). Si me decanto por la mediocridad de la cultura y lo denostado de los que saben frente a los que medran, más de lo mismo anterior (al cajón de lo privado). Si les cuento de lo que me he enterado por terceros frente a actuaciones o inacciones de gobernantes, no respondería a la ética básica que debe presidir lo que uno escribe: fuentes fiables. Si me rebelo frente al abuso de los que ostentan autoridad mediocre (bancos, eléctricas, petroleras, informáticas … ) y la ponen en marcha frente a los desfavorecidos, me repito.
Tengo la impresión de que los hermanos Grimm dieron con la clave de estas dudas que me invaden. He leído hace nada El abuelo y el nieto y me pareció sorprendente que hubiera sido publicado en aquella época, donde la vejez se alcanzaba con dificultad y no había forma de protestar ante aquella situación puramente biológica. Seguí leyendo El enano saltarín, Raputzín, Las tres hojas de la serpiente, Madre nieve y así hasta terminar el volumen que cayó en mis manos de los cuentos menos populares de los Grimm, y a lo mejor he encontrado el libro de estilo de cómo se puede escribir ahora sin someterte a inquietud, no tener lectores y divertir a los fieles.
Voy a pensar estos días cómo escribo para ustedes y sigo recordando sin parar que el destrozo de la muralla de Trujillo sigue sin freno, en manos de Diamond Foundry, Iberdrola y el Ayuntamiento. A ver qué sale.
6 comentarios:
Acabas de hacer un resumen tan real y tan amplio de la “ suciedad “española y en
Parte mundial , que me has aguado la tarde querida amiga .😂😂 Pero tendremos que coger al toro por los cuernos y asumir la realidad . 🤷♀️🤷♀️🤷♀️🤷♀️🤷♀️🤷♀️
Siempre me gusta lo que escribes.
Tus luchas y tu lucided.
Muchas gracias Matilde.
No se te ocurra irte….. es tan gratificante , tan culto y de úñase subidas extrema….. te necesitamos……..
Genial, como siempre. Escribe de lo que quieras.
Es irresistible leer La Aldaba incluso cuando uno está desbordado y con escasez de tiempo. Y muy difícil rebatir los argumentos que presentas. Por desgracia y no por tus artículos sino porque nuestra generación ha vivido años irrepetibles a pesar de todas las desgracias e injusticias y el futuro se ve con pesimismo y preocupación por nuestros hijos y nietos.
Para mi es un placer leerte. Siempre tan acertada.
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