6 de enero de 2025

REYES MAGOS

 


La fecha me ha puesto fácil el tema. Las crónicas del desfile de anoche, y antes, por las calles de nuestros lugares de residencia de las cabalgatas, o las innovaciones aportadas por el miedo a la lluvia excesiva, pueblan las páginas de los periódicos, y todos queremos que sea verdad, que la magia se produzca y, sin saber cómo, los sueños se hagan realidad.

Siempre recordaremos las noches insomnes, los ruidos que escuchábamos cuando los camellos trepaban por las escaleras, el batir de papeles arrugados en la sala de estar, las conversaciones entre SS.MM. para determinar qué le dejaban a quién de entre todo ese lío de cartas que habían recibido. Esos sonidos no se pueden olvidar, porque nos paralizaban en la cama y, aunque siempre había un hermano valiente que se levantaba a tratar de ver qué estaba ocurriendo, cuando volvía al dormitorio lo hacía confuso, y no sabía explicar muy bien qué había pasado en medio de un susto mortal cuando su padre lo recogió del suelo y le dijo: “a la cama, que si sigues despierto los Reyes no vienen”. No entendía nada, porque estaba seguro de que los Reyes estaban ahí y que los había visto, pero sin saber muy bien qué había visto. La ansiedad podía con la vitalidad y caíamos todos rotos hasta el amanecer.

Sigue pasando lo mismo. Las carreras, la búsqueda, los escondrijos, la ilusión, la locura, el descontrol del gasto, el afán de hacer felices a los que aún saben serlo, la bondad de los personajes que aún nadie ha envilecido en las redes sociales (me refiero a SS.MM.) lo suficiente como para hacerlos desaparecer, los vales de devolución, el descubrimiento de saber que me han regalado algo que no yo sabía que necesitaba y que me ha hecho feliz, la cara de emoción del pequeño que mira fijamente al camión de bomberos que enciende las luces si él lo mueve, el abuelo que todo lo ordena y se pasa la mañana plegando los papeles de regalo para no volverlos a utilizar jamás, la adolescente que se ha metido en su habitación con todos los regalos porque ninguno es justo lo que quería y no vuelve a salir hasta la mañana de los cambios, la ocurrencia del que le ha pedido un tambor a los que regalan y se lo han traído… lo normal se repite siglo tras siglo.

De mi infancia recuerdo que SS.MM. trajeron una casita de muñecas para compartir con mis hermanas, un muñeco regordete precioso y vestido como un príncipe, con un biberón que no se agotaba jamás, y unos patines de cuatro ruedas de hierro atados con correas de cuero, que a todos mis hermanos les encantaron y, como teníamos espacio para patinar en el local de debajo de la casa en la que vivíamos, los compartíamos y aprendí a patinar con un solo patín, sin llegar nunca a saber hacerlo con los dos, porque como era la mayor, tenía que dar ejemplo. No recuerdo que me haya humillado tal cosa jamás, porque lo que sí recuerdo es que, aprendiendo a patinar de ese modo, nunca me he caído. Es lo que tiene ser generoso.

Matilde Muro Castillo.

Artículo publicado en el diario HOY de Badajoz el 6 de enero de 2025.



3 comentarios:

Loreto Vega de Seoane dijo...

Precioso!!!! Qué maravillosa es la ilusión

Anónimo dijo...

Cada año me traían los Reyes Magos la misma muñeca era grande y andaba al día siguiente me pegaba con mi hermano Perico y los reyes se la volvían a llevar nunca supe donde la guardaban pero el próximo año volvían a traer la misma muñeca y yo contentísima que emocionante esa noche de Reyes siempre

Anónimo dijo...

Ese compás de espera, algo grande iba a ocurrir