8 de febrero de 2022

NERVIOSOS

 


Esta bofetada recibida por la humanidad en forma de virus ha desatado reacciones distintas, explicables unas, e inexplicables la mayoría.

Yo noto nerviosismo en la población, en el más amplio sentido. En toda la población, sea cual sea su actividad o estado catatónico, pero nervioso.

Lo que más inquieta al ser humano es la inseguridad que la mentira provoca, el desconocimiento de las cosas, y la ambivalencia de todo lo que consideramos que puede ser el norte de nuestros días. Ha desaparecido la verdad sistemática, los saberes ya no sirven los de siempre, y el “si, pero …” es el favorito cuando buscas soluciones a tonterías como la validez de algo que te obligan a tener (por ejemplo, el pasaporte Covid).

Es necesario cambiar sí o sí de analógico a digital, sin otra explicación posible que el cierre de las puertas y la desaparición del trato humano. Hay que asumir que los bancos pueden hacer de ti lo que ellos quieran, porque con cambiar las condiciones contractuales de tus miserias, te pueden arruinar, porque dicen que no has leído lo que te escribieron el año pasado y que permaneció setenta y dos horas en tu buzón de entrada de la app que no te has instalado,  porque tu teléfono carece de capacidad para hacerlo, y no tienes mil euros para cambiarlo por el que el banco te ofrece a cómodos plazos al treinta y dos por ciento de interés,  y lo han borrado sin que lo leas, con motivo de esa asquerosidad de mentira que es la protección de datos.

Esos datos tan protegidos (ja,ja,ja,) los manejan a su placer los bancos, las instituciones, los servicios públicos y hasta la iglesia católica, que ya es el colmo, para disponer de nuestros bienes, horarios y aficiones.

Llevo más de dos semanas intentando ayudar a unos amigos a presentar el Ingreso Mínimo Vital, y esas plataformas maravillosas que dicen que ellos (que no tienen ni para pagar la luz) han de usar, carecen de cita previa para que sean recibidos en persona.

En mi móvil recibo avisos constantes de engaños con signos externos bancarios, correos, seguridad social, sanidad… etc, que pretenden que por el módico precio del engaño de dos euros habilite el aviso urgente que tienen guardado, a cambio del número de mi cuenta corriente, o de una tarjeta de crédito, o cualquier dato que pueda ser objeto de robo.

Constantemente soy afortunada con un premiazo nunca visto de un teléfono de última generación, una vivienda en California o un aspirador que anda solo por mi casa, si les proporciono los datos de mi escaso acervo patrimonial.

Este bombardeo de engaños, mentiras, manipulaciones ocultas, desprecio a la persona, delincuencia en definitiva de guante blanco, genera un nerviosismo que detecto general en la población, a la que cuando tratas de ayudar de buena fe, sospecha y te insulta creyendo que vas a engañarla, que no vas a cumplir con tu palabra, o que has surgido de la estratosfera, porque lo general es el ataque, el robo, el maltrato y la consecución de dinero a costa de cualquier cosa.

Se hace difícil vivir así. 

Matilde Muro Castillo.


Artículo publicado en el Diario HOY de Badajoz el lunes 7 de febrero de 2022.


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