27 de mayo de 2015

ENCANTOS



El prepotente primer ministro británico, ese con aspecto de tener una vida detrás de la pública de dudosa reputación, se va de gira por Europa para mostrar sus "encantos".
Este señor me tiene furiosa, porque se permite marcar el paso al comportamiento del resto de la Humanidad, poniendo en valor la conocida pintada de un puerto británico en el que se comunicaba que Europa estaba separada de las islas por un estrecho.
Esos, los británicos a los que él representa, son seres confundidos al creer que son especiales, que el mundo gira a sus pies, que sus caprichos son obligaciones del resto de los mortales y que aunque circulen al revés, ellos son lo más.
He conocido de primera mano el daño hecho por estos sujetos en las colonias a las que asolaron, cómo mantuvieron el sistema de castas y clases por donde pasaron, aplastando y mostrándose siempre superiores en razón de rarezas endémicas, y cómo ahora quieren limpiar sus calles de los que les sirven, cuidan a sus hijos, vigilan sus portales, barren las calles, sirven en los pubs y se callan las barbaridades que contemplan.
Este sujeto pretende poner rejas a esa isla y marcar como animales a los que trabajan, quedándose con su esfuerzo en nombre de la falta de agilidad de su burocracia, que no legaliza cuando debe a los emigrantes.
Quiere que Europa se rinda a sus pies, y todos aplauden.
Yo le pondría una pulserita cada vez que entre en cualquiera de los países, para comprobar que se ha marchado de nuestra casa.
Es más peligroso de lo que parece el fanfarrón.

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