8 de mayo de 2020

REPARACIONES



-       Buenos días señora. Soy el fontanero. Perdone que no haya venido antes. Tengo muchísimo trabajo y como lo suyo no parecía urgente, lo he dejado para el final.
-       ¿Que no era urgente? Llevo tres días sin agua y he inundado a la vecina del cuarto. ¿Qué es lo urgente para usted?
-       Los hospitales, los negocios, las clínicas de animales, las tiendas de ropa, los supermercados. Entiendo su problema, pero mire usted, lo de las tiendas de animales es más frecuente de lo que le parece…
-       ¡Pase por favor! Deje de hablar en la escalera y de contarme sus experiencias. Si es tan amable pase a la cocina, que es donde está la avería. ¿Tiene todo lo que necesita en esa caja que trae?
-       Sí señora. Si necesito algo bajo al coche que lo he dejado en la puerta, porque el portero que usted tiene me conoce y le llamo el día antes para que me guarde el aparcamiento. Hay que buscarse la vida señora, porque si no anda todo el día dando vueltas para aparcar, y no tengo tiempo de nada. ¿Está usted sola o está su marido también?
-       Estoy sola. Mi marido llega tarde hoy porque está desesperado con esta situación de que no tengamos agua. Ha ido a casa de su madre a ducharse y vendrá después de cenar.
-       Mejor. Así le hace compañía a la madre, porque seguro que no la ve nunca, y le digo yo señora que las madres son importantes. No vamos a verlas, ni las queremos, ni nada, pero son como los perros: siempre se ponen contentas cuando nos ven, le hayas hecho lo que le hayas hecho.
-       Mire, sus opiniones acerca de las madres me parecen interesantes y desde luego poco juiciosas comparándolas con los perros, pero yo le agradecería que, si tiene a bien, me arregle la avería.
-       Sí señora. No tenga usted tanta prisa, porque se lo voy a arreglar. Tranquila, usted tranquila.
-       Me voy a la habitación de al lado, porque tengo trabajo. Si necesita algo, me llama. Dejo la puerta abierta.
-       Muy bien señora. Si no es mucha molestia, ¿en qué trabaja?
-       En lo que sale. Es complicado explicárselo en dos palabras. Mejor me voy y luego le explico, si tenemos tiempo.
-       Bueno, bueno. ¡Vaya prisa tiene la señora! Otra cosa. ¿Dónde está la llave de paso?
-       Debajo del fregadero.
-       ¡Vaya sitio para ponerla!
-       Siempre ha estado ahí.
-       Ya, me imagino, pero el que la puso, no conoció a su padre ni en el nacimiento. Vaya cosa más incómoda. En fin. Ya le llamo si necesito algo
Pasaron unos diez minutos entre ruidos, herramientas, desplazamiento de muebles y arrastrado de las sillas.
-       ¡Señora!
-       Dígame.
-       ¿Tiene usted una radial con hoja de corte para metal?
-       ¿Una qué? Yo no tengo nada de eso. Además ya le he dicho que mi marido no está y las herramientas las maneja él. No tengo ni idea de qué es lo que me está pidiendo.
-       ¿Puedo ir a donde su marido tiene las herramientas?
-       No es una habitación. Mi marido tiene las herramientas, todas las herramientas que hay en esta casa, en la cartera de cuero que llevaba al colegio cuando tenía nueve años. No hay nada más, y eso que me ha pedido, suena enorme.
-       ¿Me deja la cartera?
-       Si señor. Ahí la tiene. Busque lo que necesite y todo está a su disposición.
Pasaron otros diez minutos entre ruidos de aparente correr de agua, gases, aire circulando por las tuberías y…
-       ¡Señora!
-       Dígame.
-       ¿Tendrá usted unas toallas para que las ponga debajo del fregadero? Me estoy empapando porque no doy con la avería, y si me deja unas toallas, no tengo que quitarme la camisa. Sobre todo porque en el bolsillo de la camisa llevo el móvil, y necesito saber si me llaman.
-       Aquí tiene usted una toalla de baño. ¿Es suficiente? Si ve que es poco, o se le moja mucho, vuelve a pedirme otra y se la traigo
-       Muy amable señora. No creo que necesite nada más.
Transcurrieron otros diez minutos, y…
-       ¡Señora!
-       Dígame
-       Tengo que irme. Me faltan unas pinzas que ¿usted no tendrá?
-       ¿Qué pinzas? ¿de depilar?
-       No señora. Unas pinzas para hacer la conexión del triplete atmosférico que conduce la medida del caudal del agua desde la conexión del enlace hasta la salida de la bobina.
-       Pues no. Mire usted por dónde, esas pinzas precisamente no las tengo. Colecciono pinzas, esos sí, pero esa en concreto se me ha escapado.
-       Entonces tengo que ir a por ellas.
-       Vaya usted. ¿Va a volver algún otro día?
-       Señora, parece que no quiere que vuelva. Las pinzas las tengo en el coche y sólo voy a por ellas. Yo no soy de esos que se van y no vuelven. Dejo aquí toda mi herramienta, que es mi forma de vida. Si usted quiere le dejo hasta el móvil para que vea que no me voy de parranda a hablar por teléfono. ¿Cómo que si vuelvo algún día? Me ha hablado usted como si no confiara en mí.
-       Váyase cuanto antes por favor, y vuelva enseguida, y así se termina todo. Yo, mientras tanto, mientras usted vuelve, me quedo con su móvil y su herramienta, sigo en mi trabajo y le abro la puerta a la vuelta, con mucho gusto.
-       ¡Ya estoy aquí! ¿Ve? No he tardado nada.
-       En fin, una hora y media. Pero teniendo en cuenta que el coche está en la puerta y el móvil que usted me ha dejado es una maqueta de prueba, que no funciona, porque se ha llevado el suyo en el bolsillo del pantalón, es verdad que casi no ha tardado.
-       ¡Pero qué lista es usted señora! Da gusto trabajar con gente así.
Transcurrieron cinco minutos y …
-       ¡Señora!
-       Dígame
-       ¿No tendría por ahí una cervecita?
-       ¿Por dónde?
-       Por su casa. Por donde va a ser. Si puede ser fresca mejor. Tengo mucha sed. Hace calor en la calle y el portero y yo nos hemos echado una parrafada abajo, que ahora tengo la garganta seca.
-       Ahí tiene la cervecita. Está muy fría. La he sacado de la nevera.
-       Es Águila
-       ¿y?
-       Me gusta Mahou
-       Ya.
-       No me mire así. Me la voy a tomar en su honor. Me encantan estas Águila, porque son las que patrocinan la vuelta ciclista a Cornudilla, que es el pueblo de mis padres, y vamos todos los años a verla. Mi muchacho quiso participar un año, pero no fue capaz. Le tiraron de la carretera cuando entrenaba tres veces los camiones, cuando estaban arreglando el camino para lo de la vuelta, y la madre dijo que se acabó la bici si no era esas “hidrostáticas” me parece que se llaman así las que están agarradas al suelo y se monta en ellas viendo la televisión.
-       ¿Podría usted seguir trabajando?
-       Sí señora. Lo que pasa es que mientras me tomo la cerveza me gusta hablar. Pero si le molesto, me callo.
-       Voy a seguir a lo mío.
Once minutos veintitrés segundos después y …
-       ¡Señora!
-       Dígame.
-       Ya es lo último. Está todo arreglado y funciona. Si usted quiere lo puede probar. Los cuartos de baño, las duchas, el baño pequeño … todo, pero el grifo que está debajo del fregadero gotea y no encuentro la solución. Le pregunto: ¿tendrá usted por ahí alguna cosa, un cubo, un barreño, un “táper”, algo que recoja el agua?, porque hoy ya no me da tiempo a ir a buscar un grifo nuevo, venir, ponerlo y que todo funcione.
Ella fue a la terraza de tender, y buscó un barreño que cupiera debajo del fregadero, pero antes de entregárselo al fontanero, fue al despacho de su marido, abrió el armario, y cuando volvió a la cocina llamó al fontanero.
-       Mire. Esto es lo que he encontrado.
Le disparó un tiro en el pecho con la escopeta de caza, y le dio de lleno. La sangre que manchó todo el entorno la recogió con el barreño que había encontrado en la terraza. Dejó todo limpio a la espera de la vuelta de su marido que, aunque no entendiera lo ocurrido, estaría feliz al saber que el baño funcionaba y no tendría que ir a ver a su madre, que sólo le dejaba ducharse con agua fría, para no gastar.

Matilde Muro Castillo.

2 comentarios:

Anaggl dijo...

Ay madredelamorhermosoo...!!

Otracarola dijo...

Hombre, qué falta de serenidad. Hay que apechugar con estas cosas y armarse, no de paciencia, porque con eso no evitamos la carnicería final, sino con una coraza de indiferencia. Hay que ser tortuga o puercoespín, y a los sedientos, agüita de la fuente.