17 de mayo de 2020

RESETEAR

Simple, teclado ordenador portátil Clipart | k54164464 | Fotosearch

Nos han traído unos equipos informáticos a la planta, que alucinas. Dicen que se ha terminado hasta dar los buenos días. Los enchufas y en la pantalla de letras verde lorito pone ¡Hola!
            Dan miedo, te lo digo yo. Nunca hemos tenido una cosa igual. Dicen que nos van a llevar la nómina a casa. Nosotros en la cama, y el dinero que llega mientras los ordenadores lo hacen todo.
-       ¿Y quién va a manejarlos?
-       Pues los que los instalen. Ellos serán los que los manejan.
-       Entonces nos ponen en la calle, porque si van a trabajar los mecánicos, ¿qué pintamos nosotros en las mesas?
-       ¡Ah! no. De eso nada. No nos pueden echar. Tenemos plazas fijas, para toda la vida. Vamos a preguntar si nos van a enseñar o qué.
El jefe del departamento estaba encantado con el avance que esos ordenadores iban a suponer para el grupo. No hay mejor cosa que la ciencia para que las cosas mejoren.
-       Yo me voy a apuntar a un curso de informática que da la Cofradía de la Esperanza. Lo da el hijo de Pili, que por lo visto maneja estupendamente las máquinas de jugar que le han regalado los abuelos de Alemania.
-       Yo voy contigo. No quiero quedarme atrás de aprender. Luego el jefe se pone pesadísimo con el tema de los escritos, y si hay que aprender, yo la primera.
-       Pues yo no pienso. Que nos den los cursos por cuenta de ellos. Anda que no tengo yo trabajo. No hay ordenadores que puedan con él. Ayer me han traído cajas y cajas de papel cebolla y de copiar. Hasta que eso se acabe, yo no me pongo a lo del ordenador. Además dicen que hace mucho ruido, y no estoy yo para dolor de cabeza.
-       ¡Qué ruido! Si van como la seda. Si el que hace ruido eres tú con el tecleteo a todas horas. Tú sigue a lo tuyo, que el día en el que te pongan un ordenador para ti, veremos cómo lo vas a manejar.
-       ¿Para mí solo un ordenador? Pero tú ves visiones. Somos once en la planta y han traído dos. Y ¿os creéis que vais a dejar de trabajar con vuestras máquinas? Si no te importa Sole, me dejas la tuya eléctrica. Te la cambio por la mía que es de carro largo y ya me duele el hombro de darle a la manivela.
-       Yo encantada. Entonces le digo al jefe que el primer ordenador es para mí, porque tú te quedas con la máquina. Por mí no hay problemas. Mañana se lo digo, porque ahora se ha ido a la reunión de todos los días de la taberna El Pincho, y no voy a darle la noticia. Luego ya sabes cómo vuelve, y no tengo muchas ganas de liarla. Mañana vengo temprano y se lo digo, pero tú no cojas la máquina eléctrica esta tarde, porque a lo mejor no le cuadra a él y yo con ese monstruo tuyo no cargo.
-       De acuerdo. Yo a lo mío y tú a las novedades, que siempre han sido lo que te han gustado.
-       ¿Alguien más quiere un ordenador?
-       Pues todos. No te fastidia. Todos queremos uno, aunque no sepamos qué hacer con él. Pero si es cosa de querer, lo queremos todos. He visto unas películas en la televisión con ordenadores en los periódicos americanos, que me han hecho hasta ilusión, porque esas películas del espacio que hay, en las que dicen que navegan por la luna con ordenadores, no me hacen gracia, pero las de los periódicos americanos, con esas salas como la nuestra, llenas de ordenadores, eso sí que me parece a mí que es la modernidad.
-       ¿Sabes lo que pienso cuando veo esas películas que tú dices? Lo primero que se me pasa por la cabeza es ¿por dónde van los cables de esos ordenadores? Porque hay que ver la que han liado aquí con prolongadores, enchufes, esparadrapo, y cintas de embalar para llevar el cable de un sitio a otro. Ha sido horroroso. Además sólo para dos. Imagínate cuando tengamos uno cada uno, que es mucho imaginar, no habrá sitio para los cables. Más de uno nos quedamos pegados como pajaritos.
-       Pues yo no voy a dejar de usar el brasero. Dicen que los ordenadores se calientan y que hay que tenerlos frescos.
-       Ellos son los que están frescos. Yo el brasero no lo apago. Si el ordenador se calienta, que le echen agua. A ver si ahora el invento nos va a costar la salud.
-       Hombre creo que no, algún remedio tendrán. Imagino que contratarán a gente que además de instalarlos los sepa mantener.
-       ¡Qué risa! Mantenimiento. ¿Cuándo has visto tú mantenimiento en esta empresa? Todavía me acuerdo de cuando Pedro cogió uno de los extintores para apagar el fuego que se declaró en el archivo, y puso todo perdido de esa espuma que echan y les costó más la limpieza del sitio que lo que se pudo haber quemado, porque los extintores eran de la mari castaña, y el director llamó a Pedro a capítulo y le dijo que en el próximo incendio, cogiera la chaqueta y echara a correr y dejara que se quemara la casa, porque iba a resultar más barato.
Fíjate cómo han atado los cables que van al ordenador que le han puesto al jefe, como para pedir que haya mantenimiento.
-       Pues tienen que empezar a espabilar. No es fácil hacerse con estas nuevas tecnologías, y aquí en esta casa, preparado, lo que se dice preparado, no hay nadie.
-       Claro que no. Le darán el puesto al que saque antes la cabeza, le haga la pelota al jefe o le hable con palabras que nadie entiende. Así se consiguen las cosas, te lo digo yo.
-       Dicen que es posible que el jefe de los ordenadores sea el que lleva el registro de entrada.
-       Imposible. No sabe casi leer. Es imposible. ¿De dónde has sacado semejante estupidez? ¿El del registro de entrada?
-       Si. Puede ser. O ¿tú te consideras más preparado?
-       No, pero él tampoco. Él no hace más que fumar, leer Marca y machacar los papeles con los sellos. Apunta en los libros, y a otra cosa.
-       Pues a lo mejor sabe. A lo mejor se ha dedicado a aprender a los ordenadores y lo puede demostrar. Tú por ejemplo, sabes mucho de billar porque todas las tardes juegas. Yo soy experto en quinielas, porque las tengo más que estudiadas, aunque nunca me haya tocado nada. Lumi hace colchas de ganchillo que no se las salta un torero, porque se encarga de la centralita … pues a lo mejor el del registro, se ha dedicado a la cosa de los ordenadores, y se ha aprendido palabras que ha dicho al jefe, y ahí lo tienes, propuesto y a lo mejor nombrado.
-       Son razones.
El martes dijeron que por favor, el miércoles a las diez todo el mundo se reuniera en la entrada de la oficina, donde se firma, que el jefe iba a explicar unas cosas.
      Multitud reunida y fuma que fuma, charlas generales, cuitas en voz baja y reencuentros con compañeros a los que en raras ocasiones se ve porque se dedican a otros menesteres que no son los propios de la oficina administrativa. Buen rollo en general.
-       Queridos amigos – habla el director situado en el centro de un corro que se había hecho de forma espontánea – como están viendo ustedes vamos a innovar. Vamos a hacer de nuestro servicio el más avanzado de la comunidad, y para ello vamos a implantar un sistema informático de comunicación que nos va a permitir ser los más ágiles, modernos, preparados y cercanos a nuestros clientes. Vamos a tener ordenadores. Dos por departamento, lo que no deja de ser un logro, con una unidad central que procesa todos los datos y pasa la comunicación a todos y cada uno de los servicios. Esa unidad central es la que resolverá todos los problemas y a la que deben llamar si algo falla, que no será así, porque nunca fallará, pero si ocurre, es a la unidad central a la que han de llamar. Su responsable será nuestro actual jefe de registro, que ha demostrado conocimiento más que suficiente para llevar la tarea a buen término, con el sueño en un futuro de poder aumentar hasta donde sea necesario la implementación mecánica de nuestra oficina vía… -se quedó en blanco el jefe porque no le salía la palabra y dijo – estratosférica. Vía estratosférica.
Murmullo general, algún humilde aplauso, y reacción general de incredulidad ante lo que iba a suceder, con esa especie de cenutrio al mando de la comunicación del grupo. Una persona anodina, sin cultura, ni formación, ni iniciativa, al frente de ese monstruo de máquina que habían instalado en la planta baja, entre cristaleras, llena de botones y de teclados cubiertos, porque él, el nuevo técnico, se había atrincherado en una especie de jaula acristalada con sus libros de registro, sellos y mil papeles, como si todo fuera a seguir igual.
      Pasaron los meses y poco a poco la gente se iba haciendo con el manejo de los teclados, sin entender para nada qué era lo que pasaba, pero como no hacían ruido al teclear, eran más suaves y luego le dabas a un botón y se ponía la impresora como loca a sacar papel que sólo había que recortar, pues se fueron haciendo con el tema.
      Aquel jefe encerrado entre sellos y libros de registro, se debatía entre la vida y la muerte frente a las llamadas constantes, del teléfono con rueda de arrastre y forma de montera de color verde claro que estaba en su mesa. No lo soltaba porque no paraba de sonar.
-       No me va. Se ha cortado la pantalla. Se ha quedado en verde claro.
-       Dale efedos.
-       No me va. La tecla de retroceso no va. No puedo pasar al otro renglón
-       Dale efecuatro.
-       Oye, que no sé qué le pasa. Han empezado unas rayas que no paran en la pantalla. No sé qué he hecho.
-       Dale efedos.
-       Mira, se ha ido el papel del carril de la impresora. ¿podéis subir a mirarla? El jefe quiere sacar hoy los cheques de pago.
-       Hoy no. Mañana Tranquiliza al jefe. Hoy tengo médico y yo no voy a ver ninguna impresora.
Aquello tomaba unas proporciones imposibles de soportar, porque los dos ordenadores por planta trabajaban como si hubiera veinte por persona, y ese pobre hombre del registro, no daba de sí nada, porque no sabía nada.
Empezó a faltar, y el servicio se colapsaba. Tuvo una fuerte depresión nerviosa por no poder atender las demandas que los compañeros le hacían, y se retrocedió. Se volvió a las máquinas de escribir y a la comunicación escrita manual, mientras se recuperaba de la depresión, que dedicó a leer revistas de informática que empezaban a aparecer en el mundo exterior.
      De repente volvió a la oficina. Se sentó en su mesa de despacho y asumió la responsabilidad que había dejado, con una fortaleza digna de encomio.
-       Perdona, - la primera llamada – no se enciende el ordenador.
-       Espera un rato. No hemos encendido el sistema general todavía.
-       Oye mira, que no va la tecla del siete.
-       Ahora sube Clemencio a verlo.
-       Por favor, que no se enciende la pantalla.
-       Dale efeseis.
Y aquello empezaba a ser lo mismo que casi le cuesta la cabeza, hasta que recordó lo que había leído en esas revistas de la convalecencia.
-       Que salen rayas en la pantalla.
-       Resetea.
-       Que salen letras que no son.
-       Resetea.
-       Que no se puede configurar el programa.
-       Resetea.
-       Que no se puede imprimir.
-       Resetea.
Se jubiló sin querer, por obligación, el señor Resetea.

Matilde Muro Castillo.

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