2 de mayo de 2020

EL VIAJE

Foto: Sol Solís hija



                                                           A Marisol Solís, que siempre me hace reír.

Mi hija ha encontrado un viaje para las cuatro, que te puedes morir. Nos vamos a recorrer casi todo el mundo por quinientos euros, con billetes de avión, hoteles, apartamentos y alguna comida, todo incluido.
         Dura el viaje once días y nos dan vueltas sin parar. No sé dónde empieza ni cómo vamos a terminar, pero por lo visto la vuelta al mundo es casi.
         Rosi, Trini, Paqui y yo salimos pasado mañana en un autobús desde Logroño, hasta donde nos ha traído el yerno de Paqui, que no puede ser más bueno. Aquí en Logroño llevamos tres días para que el cuerpo se nos haga al viaje. Yo les he dicho que nada de maletas, que con una para once días vamos que ardemos. Traemos de esas pequeñas de cuatro ruedas, que son molestas porque no se pueden apretar, es lo que cabe en ellas y punto, pero como les he dicho, no querréis que nos carguemos de cosas para que luego se las queden los de los aeropuertos, que se quedan con todo lo que les gusta. Es mejor que compremos allá donde vayamos y se lo mandemos por correo a los niños. Llevar las cosas en la mano, no.
         Logroño está bien. Hay mucha taberna y están dale que dale con lo de la Rioja, el vino, las alcachofas, la huerta… como si los demás no tuviéramos de nada de todo eso. No he visto en todo el mundo que he viajado, y mira que he viajado, que haya vino de pitarra si no es en mi tierra, y ellos dale a la Rioja. Pues bueno, cada uno a lo suyo, pero lo de la Rioja lo conoce todo el mundo y ya es un no sé qué, mientras que el pitarra no lo conoce ni dios. Se come bien aquí. No puedo decir que no. Las tortillas de verduras las bordan, y la carne está buenísima, pero tres días para conocer Logroño se me hace un por demás. Los museos, las casas interesantes, los barrios antiguos los hemos recorrido en un verbo. Sí, interesante todo y muy limpio, que es lo que nos gusta a las cuatro, que todo esté limpio y sea decente. Hemos dejado colgada la bandera de nuestro pueblo en el cuello de uno de los leones que protegen la estatua a Espartero. Chiquilla, qué monumento más enorme. Qué estatua y qué jardines, y qué realismo ese caballo tan famoso. Paqui casi se cae al agua de la fuente que rodea la estatua para colocar la bandera, porque le dijimos que mirara al caballo por debajo. Yo no había visto nunca el monumento, pero me sabía el dicho, y no es para menos que salga en coplas.
         Empezamos el viaje y nos llevaron a Madrid al aeropuerto. No entendí muy bien la vuelta hacia detrás. Nos podíamos haber quedado en Madrid y allí cogemos el vuelo, pero no, era más barato andar más kilómetros. Cosas de los viajes, pero las cuatro lo hablamos todo el camino. No entendimos nada y mi hija se negó ya a cogerme el teléfono porque decía que le iba a quemar el suyo. Yo quería contarle lo del caballo de Espartero, y nada más, pero no me dejó.
         Aeropuerto, control de equipajes, nos registraron bien registradas, nos pusieron papeles porque decían que salían polvitos de terroristas no sé dónde, nos tomaron la temperatura, descalzaron, quitaron los cinturones y no nos quitaron los dientes postizos porque son implantes, pero si nos descuidamos, nos arrancan la peluca. Yo ahí perdí mi sombrero, porque en la cinta de las maletas se quedó dentro de la cámara, y por más que intenté que me lo buscaran, no lo conseguí. Todo eran prisas, correr, volver a vestirse, esperar a lo de los terroristas y a la carrera. Empezó el viaje con una desazón que no tiene nombre. Llevo otro en la maleta, pero no me atrevo a abrirla. En el avión cogeré otro sombrero.
         Nos colocaron en el vuelo donde les dio la gana. Cada una en una esquina, sin poder hablar entre nosotras, y decidí dormir. Me tocó en medio de dos señores que abrieron sus ordenadores y allí se las dieron todas. Creo que empecé a roncar porque uno de ellos me dio en el codo y el otro chistó, pero me da lo mismo. Ellos van con el mismo camino que el mío.
         Paqui se acercó a mitad del vuelo a preguntarme que a dónde íbamos. Le dije que me parecía que a Venecia, pero que no sabía si allí directamente, porque lo del avión en Venecia nunca lo he tenido claro, porque de Venecia sólo he visto fotos de calles llenas de agua, o que nos dejaban en Roma y luego a Venecia. Paqui prefería Roma para ir a ver al Papa, pero si no podía ser, para otra ocasión mejor. Me gustó la idea, no por lo del Papa, que me da igual, sino porque me acuerdo de otra vez que estuve y me encantó Roma. Tiene unos mercadillos por la calle y unas tiendas de pizzas que son la pera. Me gustaría volver, pero ya veremos dónde aterrizamos.
         Venecia. Hemos llegado al aeropuerto Marco Polo y no al otro. Es pequeño, pero fíjate qué lista mi niña que nos ha guardado el viaje desde el aeropuerto a la ciudad en un barco. Es para hacernos boca de lo que nos vamos a encontrar.
Estamos en Venecia. Hay mucha humedad. Menos mal que nos avisaron y tenemos zapatos para el agua. Aquí para ver, el agua es lo fundamental. Está sucio, huele mal, lleno de gente y de repente, si te metes un poco para dentro, para donde estaba nuestra pensión, ya no hay nadie. Da como miedo meterse en las callejuelas, pero es lo que hay. Si quieres bien y si no, te aguantas: humedad y miedo.
Pasado mañana cogemos un barco de nuevo y nos lleva al aeropuerto y a París. Chiquilla, qué viaje. Salimos puntuales de Marco Polo, que me ha gustado el nombre y me encantan las historias de ese hombre. Trini me dice que si ese Marco Polo tenía algo que ver con Cristóbal Colón y le digo que qué piensa, que por supuesto que no. Que Marco Polo era guapo, valiente, escritor y viajero y que Colón era un aburrido, pero que descubrió América y se trajo indios a Guadalupe. ¡Ah!, me estaba equivocando dijo Trini, si a ti se te nota que eres viajada. Ahora vamos a París, me dijo, pues sí, a París, a ver la Torre Eiffel. La de hierro, la que parece un mecano. Esa que siempre está llena de gente y no se puede subir nunca. Si una vez consigues subir, te dan un clavazo de factura, que mejor es que te quedes en la calle. Con verla de lejos tenemos bastante. Ya la conocemos por fotos.
Rosi dice que de París le gustan los cementerios que hay repartidos por la ciudad, que le parece una cosa original. Las tres nos miramos con cara de asombro.  ¿Los cementerios? ¿Pero tú cuándo has ido a París a ver cementerios? No, yo no he ido a ver cementerios, yo fui a París de viaje de novios y me acuerdo de aquello, que me llamó la atención. ¿Del viaje de novios te acuerdas de los cementerios? Pues sí que empezaste bien el matrimonio hija. Así ha terminado, perdona que te lo diga, pero nosotras vamos a ir al Moulin Rouge a divertirnos. Nos ha sacado mi hija las entradas en el horario de turistas y vamos a ir al espectáculo. Me ha dicho que no bebamos el champagne que nos dan porque nos zurran la tarjeta de crédito. Que digamos que somos alérgicas al champagne y que no bebemos, que sólo miramos. Creo que es una barbaridad de bonito. Empieza a las cuatro de la tarde y a las cinco, estamos en la calle a disfrutar.
París se nos hizo cortísimo. Comimos poco porque los restaurantes eran caros y el piso que nos había alquilado mi hija tenía cocina, y allí desayunamos y cenamos todos los días. Como no hablamos idiomas ninguna de las cuatro, por señas nos apañamos. Dejamos el último día la bandera del pueblo colgada en la reja que rodea el Sagrado Corazón, en todo lo alto, para que se viera que habíamos estado allí. Cuando bajamos por esas escaleras y nos dejaron de temblar las piernas, desde uno de los puentes del río se veía nuestra bandera atada a la reja. ¡Qué orgullo!
         Londres. Este es mi destino favorito. De nuevo avión y ahora vamos juntas todas en la línea del centro. No paramos de hablar. Estábamos tan contentas, porque Londres no era el destino, era Liverpool. Allí íbamos a estar en Cave pub. Quieran o no estas tres petardas, yo paso la tarde, la noche, el día y la mañana, y lo que haga falta, en Cave pub. Mis Beatles de mi alma. A ellas les importa poco, pero muy poco, lo que me gusta, pero me da lo mismo.
         Va Trini y me dice que si los Beatles son esos que sacan la lengua en las camisetas que lleva todo el mundo. Casi me desmayo con la imbécil de los cementerios. ¡Que sacan la lengua los Beatles! Se puede ser tonta, desquiciada, inútil y sucia, pero lo que no se puede ser es analfabeta de los Beatles. Preferí no contestar porque se me venían a la cabeza toda clase de barbaridades.
         Liverpool. Se me hizo pequeño. Esperaba una ciudad enorme, de acuerdo con la fama de mis ídolos. Mucha casa toda igual, colores oscuros, pero eso sí, todo está construído para los Beatles, que si Penny Lane,que ahora resulta que es una calle,  que si Strawerry Field, que si Beatles History… la locura. Mis amigas estaban un poco hartas de todo Beatles, pero es lo que tiene viajar conmigo. Donde estén los Beatles, que se quite la Pantoja.
Desde allí, que se come fatal, aunque el hotel era muy bueno, no digo yo que no, pero estaba de obras integrales excepto en las dos habitaciones que ocupábamos nosotras y no nos dejaron pegar el ojo ni tenían cocina dentro, salimos para ir en autobús, ya camino de vuelta, a Calais. Allí cogíamos el barco y en autobús hasta Logroño de nuevo.
La emoción de los Beatles aún me duraba y mis amigas estaban un poco hartas, pero es lo que tiene la afición. Ellas no hacían más que decirme que ahora que íbamos en autobús podíamos comprar, podíamos llevar, podíamos tener … ¡qué manía con las compras de los viajes! Les dije que hicieran lo que quisieran porque ya no había aeropuertos que se lo quedan todo, pero iban ellas a cargar con los paquetes.
A los once días estábamos en casa. Cansadas, llenas de alegría y con tantas cosas para contar, que podría escribir un libro.
Si tengo que hacer un resumen de este viaje me quedo con los cojones del caballo de Espartero, la estatua de los Beatles, y la humedad de Venecia.
¡Ay…! Tengo que volver a salir. Se aprende mucho.


Matilde Muro Castillo.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Y que agencia de viajes, dices que es? Yo quiero uno de esos.

Anaggl dijo...

Viajar siempre es un aprendizaje y con Matilde ,debe ser la caña!!!