6 de mayo de 2020

VUELTA A CASA


Foto: NASA

                                                                       A Cristina Gorospe.

-       ¿Suni?

-       Si

-       ¡Ay hija!, creí que no me oías.

-       Si, pero he tardado un momento en coger el teléfono, porque estaba en el baño ayudando a Jose.

-       Por eso te llamo. No sabes qué dos días llevamos. Luis está destrozado. ¿Qué le pasa a Jose?

-       Que hemos salido a la calle a hacer deporte. No sabes cómo ha vuelto.

-       ¿Qué no lo sé? Lo que no tienes idea es de cómo está Luis. Llevo dos días sin llamarte porque volvió de hacer deporte fenomenal, pero a las seis de la mañana me despierta y dice que cree que se está muriendo. Que no puede respirar y que no puede mover las piernas.

-       ¿Qué le pasa?

-       No lo sé. Llamamos a urgencias y vinieron enseguida porque decía que no podía respirar. El médico lo vio y le dijo que no tenía nada. Que se tranquilizara, se tomara un ibuprofeno y a dormir. Pero claro, es imposible. Ya sabes cómo se pone cuando tiene un catarro. Date cuenta ahora que no se puede mover.

-       ¿Pero porqué no se puede mover?

-       De agujetas hija, de agujetas. Salimos a caminar el día que nos dejaron. Echamos a andar como locos y yo, cuando llegamos a mi distancia, me di la vuelta. Se enfadó, pero me da lo mismo. Yo no puedo más y me vuelvo, pero como él siempre tiene que ser el mejor, siguió. Parece ser que además hizo flexiones, echó carreritas, se puso a prueba, vaya, y aquí lo tengo hecho unos zorros. Lo peor es que le ha dado por el timbre y cada cosa que se le ocurre, suena un timbrazo en la casa, que nos tiene locos. Que si agua, que si alguna crema, que tiene ganas de llorar, que qué hacen los niños, que porqué no van a verlo, que quién saca al perro, que si llueve, que si truena… estoy rendida. Ahora te he podido llamar porque se ha quedado dormido, y luego, por la noche, pues ya sabes: los ojos como platos porque ha cambiado el sueño.

-       Pues yo estoy peor que tú.

-       ¿Qué le pasa a Jose?

-       Lo mismo que a Luis, pero peor. Estos días de encierro, antes de poder salir, estuvimos viendo unas bicicletas en internet para poder llevarlas este verano al pueblo, porque como no vamos a poder viajar fuera, le dije que comprásemos unas y así podíamos hacer escapadas por los alrededores, que ya conoces que es precioso y hay unos caminos que nos encantaría conocer. Llegaron las bicicletas y dijo que las iba a guardar en el trastero, pero no hija. Llega el día de salir a hacer deporte y aquí aparece él con su flamante chisme y dice que mientras Jacobita y yo paseamos, él monta en bicicleta. Le advertimos que hacía mucho tiempo que no montaba, y nos miró como si fuéramos unas desgraciadas de la vida, por no saber que vivíamos con Indurain sin habernos dado cuenta. Arrancó con una violencia inusitada dando volantazos hasta que se hizo con el manejo de la bici, y enfiló la calle sin atropellar a nadie, lo que a la niña y a mí nos pareció un milagro.

Pasaron dos horas, y creí que lo habían detenido, porque me parece que no se puede estar tanto fuera, y cuando apareció lucía normal. Había dejado la bicicleta en el trastero y sudaba como un bruto. Se fue a la ducha y apareció en pijama a las ocho de la tarde y me dijo que se iba a la cama sin cenar. No quise hacer sangre y le dije que muy bien. Jacobita le preguntó si estaba malo, y le dijo a la niña que no, que estaba cansado y poco más. No se ha vuelto a levantar y llevamos así dos días.

Yo he ido a la farmacia más que en los cinco últimos años. Sprays para las piernas a todas horas. Los músculos de detrás que no le responden. No se puede poner de pie porque se ha quedado doblado de ir en la bici. Le duelen los brazos, los dedos de la mano derecha, de las marchas de la bici por lo visto, no los mueve, y lo peor de todo, los colgantes.

-       ¿Los qué?

-       Pues qué va a ser. ¿Qué les cuelga?

-       ¡Ah! Si

-       Imposible moverse. No puede caminar, no puede ir al baño, no puede moverse. Ha ido la niña a verlo y ha saltado sobre la cama. Dice que ha sido como si le hubieran quemado con un soplete poco a poco. He intentado acercarme a darle los buenos días, y ha gritado como un gorila que no le toque. Le he preguntado si quería un libro para distraerse, y me ha dicho que no, que no quiere saber nada de su vida y menos de las de los demás. Hija mía, qué sufrimiento tenemos con la cochina bicicleta. Le he dicho que en tres días se le pasa, y me mira furioso porque ahora está dándole vueltas a cómo vender inmediatamente la bicicleta, en la que no piensa volver a subirse nunca más. Yo desde luego no quiero vender la mía. Estoy soñando con ir al pueblo y montar. Claro que ellos se lo toman todo con una furia, que no es normal.

-       La farmaceútica me ha dicho que no pararon de vender tiritas, betadine, sprays del dolor, cremas, vendas, el día después de la salida a la calle. No me extraña, a mi madre le saltó un ciclista por encima de la cabeza cuando iba paseando con mi padre del brazo. Se llevaron un susto de muerte y el niñato ni miró. A ese si que tenían que habérsele hinchado los colgantes, te lo digo yo. No entiendo qué ha pasado. Yo antes veía a la gente corriendo por la calle a todas horas, y creía que sabían lo que hacían, pero parece que no. Esos insensatos salen a correr como si tuvieran que llegar a la hora, y llevan cincuenta días tirados en el sofá. Es malísimo, siempre he dicho que el deporte es malísimo.

-       Pues yo pienso montar en la bici este verano. No voy a dejarla muerta en el trastero. Me hace ilusión. Mira, le compró a Jacobita unos patines cuando compró las bicicletas y la niña, que es muy lista porque sale a mí en todo, se fue a la cama a ver a su padre y le dijo: “papá, no vendas la bicicleta. Te la cambio por mis patines, porque tú no sabes ni montar en bici ni en patines, y yo sí sé montar en bicicleta y de patines tengo tres pares”. Cómo será de rencoroso y de mala persona, que no deja que la niña entre en la habitación.

-       Pues sí que la tienes buena con el ciclista. Menudo panorama.

-       Te dejo, que llama. Voy a ver si le preparo una palangana con agua tibia para que se de unos baños de colgantes. A lo mejor si le pongo unas gotas de lejía, mejora.

-       No. Dicen que con el agua templada la lejía se evapora. Tiene que ser agua helada y la misma cantidad de lejía que de agua.

-       Pues fíjate. Menos mal que te he llamado. Si no me lo explicas, lo hago mal.

-       Anda, vete no vaya a ser que empiece a gritar.

-       Hasta mañana.

 

 

Matilde Muro Castillo.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Soy un cobarde, pero de la que me he librado. Ufff.

Anaggl dijo...

Es q lo del deporte...

Gaspar dijo...

¡CHIQUITA LOCURA!!