6 de abril de 2020

ATADURAS



Ataduras

MATILDE MURO
En este disparate mundial observo cosas que me llaman la atención, y que creo deben quedarse para siempre.
El miedo es lo primero que atocina el corazón del dinero, y los ricos se han asustado porque sus arcas han dejado de llenarse, y no solo eso, sino que les están pidiendo que abran los cofres del tesoro para que se pueda disponer de lo que, con mucho esfuerzo de los más humildes, ha quedado en manos de unos pocos. No pretendo hacer creer que lo de todos es de todos, para nada, porque el vago se refugia en el subsidio inútil, no pagar impuestos es lo propio del que racanea con todo, incluso con el afecto, recibir a cambio de nada no es justo, y la empresa es la que siempre arriesga cuando decide emprender, y habitualmente, en un porcentaje elevadísimo, protegen y quieren a sus trabajadores.

En esta situación brutal noto que han sobrado las ataduras que, a fuerza de decretos, leyes, costumbres y comportamientos maliciosos se han quedado fijados en la administración de nuestras cosas y nos tenían maniatados.
Cuando se han soltado amarras se puede atender a lo que antes era imposible, se puede sufragar lo que era pura ilusión, se puede inventar sin tanto requisito, se puede trabajar ayudando a los vecinos sin miedo a ser denunciado, se pueden intercambiar productos con todas las garantías y sin pavor al envenenamiento, se puede hacer que las personas vuelvan a leer, (aunque lo de gratis total me enferma), se puede agilizar la entrada y salida de aviones sin necesidad de hacerlos volar vacíos, se puede cambiar el modo de producción, se pueden construir hospitales en días, se pueden pensar en cómo cambiar de trabajo sin dejar el que se termina, se puede fabricar según la necesidad y aprovechando todo... parece que ha vuelto la razón a las maneras de gobernar.
Desde luego sigue siendo una tragedia, pero la apariencia es que las vergüenzas se han quedado al aire. Se puede gobernar mejor y para todos, sin necesidad de tanta riqueza ni tanto crecimiento en manos de unos locos que son los que manejan la mentira, la información, la política y los pueblos, decidiendo quién vive y quién no.
Ahora el manejo del idioma separatista se les ha quedado corto y se expresan con comunicados bochornosos, porque quieren seguir mandando en lo que desconocen.
Los que se autodenominan nacionales dicen que su dinero es suyo y que compran para los suyos, como si los vecinos fueran apestados sin derecho a la vida. De nuevo al aire las vergüenzas.
En todas estas observaciones me falta la atención a los emigrantes, a los «sin papeles». Los necesitamos más que nunca. Son ciudadanos como nosotros y hay que atenderlos, cuidarlos, darles papeles y hacerles sentir que forman parte de nuestro tejido social y productivo. Necesitamos de los que tienen paralizados sus expedientes de nacionalización, de los que quieren ser españoles, de los que quieren formar parte de nosotros. No se trata de aprovechar el paso del río por la calle: es una necesidad soltar esas ataduras y empezar a creernos que somos iguales. El COVID-19 mata a todos.








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