18 de abril de 2020

DISEÑOS


                                            Para mi hermana Maite.

-       ¡Hola!, ¿qué tal?, ¿eres Silvia?
-       Si. Soy Silvia, y tú Cristina.
-       Si. Soy Cristina, me llaman Tina, y ella es Tufy. Mi amiga. La conocía también Any, pero como se ha olvidado de que veníamos hoy, menos mal que te conoce a ti en el pueblo y puedes recibirnos. ¿Nos recomiendas un hotel? Íbamos a casa de Any, y chica, ahora nos quedamos aquí. ¿Hay hoteles aquí?
-       Si. Hay hoteles. ¿De cuantas estrellas como mínimo?
-       Pues si puede ser un Parador Nacional. Si hay oye, que si no, no pasa nada.
-       Sí. Ahora llamamos y os reservo en el Parador.
-       De acuerdo. Oye, podemos ir hacia él y te invitamos a comer. Cogemos habitación, nos arreglamos un poco, porque hemos tenido un viaje pesadísimo, y como a las tres, si te parece, comemos en el comedor del Parador.
-       Estupendo. Allí estoy a las tres, y comemos juntas.
La cosa se prometía complicada. Eran unas señoras muy elegantes, distinguidas, con un cochazo de muerte, las manos llenas de brillantes, sombreros de ala ancha y cintas de pelo de caballo recogiendo plumas de faisán en un lateral. Zapatos de cuero y todo entonado en verdes y beige, porque venían a pasar el fin de semana a casa de una amiga, que tenía una finca donde se cazaban conejos y perdices, y el marido de la amiga se había dedicado a coleccionar cuernas de ungulados de toda especie y a colgarlos en las paredes del salón, reservando para la chimenea las puntas de un humilde corzo, que verdaderamente resultaba insólito, porque por allí campeaban cornamentas espectaculares, y elegir del corzo los cuernos, nunca me pareció apropiado, porque del corzo lo que más luce es el culo, que es blanco. En fin que como pueden comprobar, conocía a la amiga a la que se le había olvidado que tenía a dos invitadas y estaba en ese mismo fin de semana con su marido en las Islas Fiji.
A las tres me presenté en el comedor del Parador y allí estaban las dos oliendo a un perfume oriental que me parece que es de Saint Laurent, pero tampoco me quiero poner excesiva.
-       ¡Hija, qué bien! – me dice Tina. ¡Qué suerte que hayas estado aquí para que podamos conocer este sitio!
-       ¡Es verdad, oye, - corrobora Tufy - ¿qué habría sido de nosotras si no te tenemos?
-       Pues nada. No habría pasado nada. El Parador sigue aquí, la ciudad es preciosa, no os hubiera molestado nadie y todo habría sido estupendo porque seguro que hará un tiempo magnífico y habríais paseado mucho.
-       No creas – dijo Tina – veníamos con la idea de estar en casa de Any, porque su marido Tono había organizado una cacería. Pero creo que Any se ha equivocado de fecha y nosotras hemos organizado venir pensando en estar con ellos en su casa de la finca y no pasear.
-       Pues cómo me alegro de poder ayudaros. Decidme qué es lo que …
 Y entonces sonó el teléfono de Tina. Lo coge y pide disculpas. Se levanta de la mesa, apuntando antes en la carta lo que quería que le pidiéramos y eligiendo el vino, todo con una habilidad tan extraordinaria, que creo que estaba más que acostumbrada a dejar plantados a los comensales en medio de la conversación, como consecuencia del timbrazo del móvil. Desapareció por la puerta del comedor, con una mano en la oreja sujetando el teléfono y la otra con un dedo índice apuntando y haciendo giros como de envolver un algodón de azúcar.
-       Bueno, Silvia, y tú ¿a qué te dedicas? – me pregunta Tufy - ¿vives aquí o estás de paso?, ¿hace mucho que vives aquí?, ¿tienes hijos?, ¿estás casada?...
-       De todo lo que me has preguntado, ¿qué es lo que más te interesa?
-       No mujer, no es que me interese, es por hablar. Como la que te conoce es Tina, pues era por hablar.
-       No. No conocía a Tina ni a ti de nada. A la que conozco es a Any, pero sobre todo a su marido. Pero estoy feliz de poder contestarte a todo. Mira, soy diseñadora. Diseño toda clase de cosas inclasificables.
-       ¿¡Pero qué me dices!?, ¡pero qué cosa más maravillosa!, ¿diseñadora? Es lo más. ¿Para quién diseñas?
-       Para quien me lo encarga. Soy una diseñadora especial. Hago diseños … como diría yo … un poco intelectuales, aplicados a los comportamientos irregulares de las personas.
-       ¡Ah! No entiendo nada. No sé qué es eso que me acabas de decir. No sé qué tiene que ver todo eso con el diseño.
El camarero, que me conocía desde siempre, me saludó amablemente, y tomó nota de las comandas. Ella urgió la bebida y pidió que dejaran la botella de vino en la mesa. Yo no bebo jamás y el camarero me retiró la copa de vino y trajo la correspondiente jarra de agua del grifo, con el asombro de Tufy, que se estaba preparando para tratar de tragar, lo que le iba a contar, con la bebida.
-       Bien, bueno. Dices que eres diseñadora de algo. Dime de qué.
-       Ya te cuento que de todo lo que me encargan
-       ¿Coches?, ¿aviones?, ¿barcos? … no se me ocurre nada.
-       No. Ya se te ocurre bastante. Podías haber pensado en espumaderas de cocina más útiles, cepillos de barrer cómodos, mantas que abriguen y no pesen, pero no, coches, aviones, barcos… tú a lo grande.
-       Si hija si. Yo siempre a lo grande, porque yo he vivido siempre así. Esas cosas que tú me dices, ni las conozco ni me interesan, pero dime de una vez qué diseñas.
-       Pues mira, es difícil de creer, lo comprendo, pero elaboro planes de asesinatos. Diseño cómo hay que deshacerse de personas indeseables, no para nadie en concreto, sino para gente en general. Es decir, que si alguien necesita deshacerse de alguien, y no sabe cómo, yo elaboro el plan pero no lo ejecuto. Simplemente lo elaboro, lo entrego y luego si se pone en marcha o no, eso ya no es cosa mía.
-       ¡Qué graciosa! Tú me estás tomando el pelo.
-       No. Para nada.
-       Eso no existe. Es imposible. Tú a mí, que me acabas de conocer, me vas a contar que elaboras planes de asesinatos y te quedas tan tranquila. ¡Venga por favor! Te advierto que son cosas que no me gustan nada. Sobre todo porque parece que has pensado que soy tonta. Me has tomado por imbécil y me cuentas esta milonga absurda. Vamos a comer, que se nos enfría, y si no quieres contarme nada más, pues no pasa nada. Cuando venga Tina, acabamos la conversación.
-       Tina no va a volver. Tina se ha marchado y no va a volver. Tina se ha llevado el bolso, y se ha marchado.
-       No es posible porque el coche es mío y ella no tiene forma de marcharse.
-       Estaban esperando ahí afuera a recogerla. Estaba todo planeado, Yo había planeado todo. Acabas de beberte la copa de vino que te han servido y todo estaba planeado. Yo soy diseñadora de asesinatos y tú, sin que lo supieras, has cumplido con mis planes. La vida es dura y corta, y si además te llamas Tufy, eres amiga de Tina y de Any, el camino lo tienes recorrido.
Descansa en paz.

Matilde Muro Castillo.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Ospin con el vino.

Susana dijo...

Mejor en La Majada ja ja ja

Unknown dijo...

Podemos representar esa obra de teatro en el Parador? ja já!